La ideología corriente separa la unidad de la economía mundial de la política de potencia. Por un lado, el comercio y la interdependencia en los intercambios; por el otro, la guerra; cuanto más circulan mercancías y capitales, menos surgen conflictos entre los Estados; la globalización es el siglo XXI, la fuerza militar el XIX y el XX. Es un traje nuevo para una ilusión vieja: fue el sueño también de la Belle Époque hace cien años, en vísperas de la primera Gran Guerra del Imperialismo.
En realidad, es precisamente la guerra de los capitales que agarra y hace moverse los Estados, y tarde o temprano se convierte en verdadera guerra si la revolución comunista no rompe ese círculo infernal. Miremos a la nueva partida que ha empezado precisamente sobre el sistema y sobre las instituciones que presiden la economía globalizada. EE.UU. y Europa quieren escribir las reglas de la unidad imperialista también para China, y proyectan dos grandes áreas liberalizadas a través del Atlántico y el Pacífico. China responde con la India, Rusia, África del Sur y Brasil, creando un Banco de desarrollo y un Fondo que están a mitad de camino entre una aguerrida negociación y una amenaza de escisión. También las guerras regionales del momento dependen del ascenso y el ocaso de las potencias. En Ucrania, la apuesta para Rusia es la Unión Euroasiática con la que negociar con la U.E.; por esta razón, Washington está en retirada y Pekín se perfila en el horizonte; la crisis de los viejos equilibrios vuelve a reavivar conflictos seculares mantenidos vivos a través de ríos de petróleo.
En esta lucha sin cuartel que erosiona el viejo orden, en Europa continúa la reestructuración. En conclusión, la batalla de Francia ha empezado, el objetivo es la alineación de París con Berlín; según lo previsto, un eje mediterráneo contra Alemania era una falsa pista, una mera sugestión.
Ahora más que nunca, una estrategia internacionalista tiene que ser la brújula para nuestra clase, en la autonomía política y en la lucha contra todo imperialismo.
El marxismo revolucionario es indispensable.
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