El 31 de octubre de
2014 el pueblo de Burkina Faso obtuvo la dimisión y la salida del presidente
Blaise Compaoré, en el poder desde hacía 27 años, después del golpe de estado
que el 15 de octubre de 1987 asesinó la revolución del “País de los íntegros” y
a su guía, el entonces presidente Thomas Sankara, de 37 años. La “revolución de
la dignidad” en solo cuatro años transformó el paupérrimo país saheliano en un
laboratorio de futuro, de justicia, solidaridad, antiimperialismo, paz,
ecosocialismo podríamos decir. Todo muy incómodo para las élites mundiales y
para las africanas.
No sabemos aún si
el levantamiento de estos días se transformará – a causa de las injerencias
extranjeras, en particular de Francia- en una de las tantas “primaveras
manipuladas”, o si el país saheliano recuperará la revolución de Sankara. Los
sankaristas que junto a otras fuerzas participaron en las manifestaciones
callejeras en Burkina Faso han dedicado esta victoria parcial al expresidente
burkinés.
Alassane, burkinés
sankarista que vive en Italia, nos dijo: “Espero, por mi país y por mi pueblo,
una verdadera revolución, como la de América Latina… Sankara era amigo de Fidel
y de Nicaragua; el presidente Chávez llegó al poder cuando él llevaba más de diez años muerto, pero lo citó varias
veces”.
A una gran
esperanza, Burkina en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra
América (Alba) con muchos otros países africanos, dedican un pequeño sueño,
ambientado en el 2017, a 30 años de la muerte de Thomas Sankara. ¡Que se
cumpla!
1º de enero de 2017. La página en Internet atendida en 22
idiomas por un grupo de estudiantes de Burkina Faso hace un balance del año
recién concluido.
“Nuestro país ha sido condecorado por Bolivia y Ecuador
con el premio ‘Sumak Kawsay’. En lengua quechua andina
significa ‘Buen vivir colectivo’. Nosotros los burkineses lo hemos logrado en
pocos decenios, partiendo de una condición de muertos de hambre, en una nación
que era “el
concentrado de todas las desgracias del mundo”, como dijo nuestro presidente Thomas Sankara en Naciones Unidas en 1984.
La asociación de
cultivadoras de Burkina Faso acaba de asumir la presidencia del movimiento
agrícola internacional Vía Campesina y, apoyada por el gobierno, se empeña en
perfeccionar la independencia alimentaria del país y el desarrollo de las
condiciones de vida en el campo.
La seguridad y la
soberanía alimentarias (“Comemos lo que producimos, producimos lo que comemos”)
se alcanzó desde hace varios años, a pesar de las condiciones climáticas
desfavorables, al punto que nuestros agricultores y nutricionistas son
regularmente utilizados como consultantes incluso por un Occidente cada vez más
en crisis, donde por suerte los migrantes – los que no han regresado aún a los
países de origen- han comenzado a tomar cartas en el asunto.
Finalmente la barrera contra el desierto en Burkina Faso
fue concluida y árboles resistentes a los climas áridos - neem, moringa, mangos, tamarindos,
albaricoqueros africanos, pistachos, karité, acacias, dátiles chinos – pueblan
campos y ciudades, alrededor de las casas y escuelas dotadas de paneles
fotovoltaicos, secaderos, bombas, cocinas, maquinarias agrícolas, todo con
energía solar.
Estamos exportando a los países amigos diversos principios
activos útiles para curar enfermedades de masa antes descuidadas, obtenemos en
cambio materias primas necesarias y tecnología. Ya formamos parte de un
consocio internacional reconocido en materia de sanidad para todos, junto a
Cuba y Venezuela, entre otros.
Partiendo de una reunión de jefes de Estado africanos en
Addis Abeba en 1987, impulsada por nuestro presidente Sankara, fue creado un
frente unido contra la deuda externa y para la unidad de toda África. Ya el
proyecto ha dado frutos y la deuda injusta no la paga más ningún país del Sur
del mundo… Los especuladores jugaron durante mucho tiempo, pero al final perdieron.
Burkina Faso y otros 25 países integran el Alba
internacional (Alianza Bolivariana para los pueblos de América Latina, Asia y
África), un proyecto de cooperación y no de competición entre países y
naciones hermanos. Originalmente se
llamaba Alba. Nació en 2004 en América Latina por obra de los gobiernos
revolucionarios de Cuba y Venezuela y se extendió rápidamente a otros países
progresistas de América del Sur.
Después de la revolución de octubre de 2014, que obligó
al presidente Compaoré a dimitir,
nuestro país casi inmediatamente se convirtió en el primer miembro
africano de la Alianza, arrastrando luego a otros y los resultados en términos de desarrollo
colectivo en pocos años han sido tan
evidentes que los pueblos de diversos países africanos y asiáticos votaron en
las elecciones a favor de candidatos que tenían los principios y la adhesión al
Alba en sus programas.
Un proceso en cadena. El Alba, cuyos miembros están en
paz desde hace tiempo y no hacen guerras, fue nombrada por Naciones Unidas
mediadora en caso de conflicto entre estados e internos. Ya en varias ocasiones
a partir de 1991, antes del Alba, los países no alineados lograron desenmascarar ante la opinión
pública los pretextos que hubieran conducido a una guerra en Medio Oriente por
parte de la organización militarista ofensiva OTAN, un consorcio de países
occidentales beligerantes con frecuencia en contubernio con las petromonarquías
medievales del Golfo.
Lo olvidaba: la OTAN está en vía de desintegración. Nadie
sentirá su ausencia.
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