Carlos E. Lippo, 11/01/2015
- Hubo una época, bien lejana ya por cierto, en la cual los artículos destinados al consumo de las personas de menores ingresos duraban mucho más y eran mucho más baratos que productos similares ofrecidos a las poblaciones de ingresos medios y altos. Claros ejemplos de ello son el pantalón vaquero, “blue jean” o bluyín, inventado en gringolandia por Jacob Davis y Levi Strauss en 1873 para el uso de mineros y vaqueros y en nuestro medio, aquellas botas de vaqueta (cuero curtido rústico), prácticamente indestructibles, que usábamos a diario buena parte de los escolares de la baja clase media al comienzo de la década de los cincuenta. Como es totalmente imposible reconocerle al sistema capitalista un ápice desprendimiento o de solidaridad, debemos concluir necesariamente que era la actitud de los consumidores mayoritarios al comprar con arreglo a sus necesidades reales, posibilidades e intereses, lo que determinaba en primera instancia, cuáles artículos deberían producirse de manera masiva. Recordemos que en esa época la publicidad no tenía la carga de alienación que empezó a tener una década más tarde.
- En la actualidad los bluyines ni son “eternos”, pues muchos de ellos salen de las fábricas ya deshilachados y hasta con grandes huecos, ni mucho menos son baratos ya que los “grandes diseñadores” los presentan como piezas únicas de su “altísima costura”, dignas de formar parte del vestuario de príncipes, jeques y ejecutivos del gran capital y en atención a esto se fijan sus precios. Por otra parte, de las botas de vaqueta no se recuerda ni siquiera la mitad de los compatriotas de mi edad, los mismos que al tratar de olvidar los momentos duros de cuando formaban parte de un grupo familiar numeroso y de muy pocos ingresos, se generan grandes vacíos en la memoria que terminan por tragarse los seguramente no pocos momentos felices de aquella época. En lugar de ellas, pocos son los niños que aceptan ir al colegio sin calzar alguno de esos horribles zapatos de “marca”, cuasi deportivos, carísimos, fabricados con pieles de animales salvajes a punto de extinción por este hecho, que aun sin que se les de la centésima parte de la “rosca” que recibían aquellas humildes botas, terminan por romperse de manera irreparable, al vencerse su vida útil programada. Auténtico milagro éste, de la publicidad alienante, que logra que grandes masas de población paguen muchísimo más por recibir muchísimo menos. ¡Y que no se diga que es que no hay productos sustitutivos en el mercado, cuando generalmente si los hay aunque no sean precisamente los impuestos por la estúpida moda de turno!
- El consumismo es uno de los antivalores básicos promovidos por el sistema capitalista, siendo a mi juicio el mayor responsable de su pervivencia desde hace ya más de tres siglos, a la par de su inmensa capacidad armamentística. En aras del consumismo el sistema capitalista ha venido sacrificando continuamente el que ha resultado ser uno de sus muy escasos valores: la capacidad tecnológica. Así lo demuestra indudablemente el muy triste final del inventor del nailon, fibra sintética que sustituyó a la seda en la fabricación de medias para mujeres a mediados de los años treinta del siglo pasado, el estadounidense Wallace Hume Carothers, notable químico al servicio de la empresa Dupont (1). El caso es que el único “defecto” del nailon para esta aplicación era su altísima resistencia, que hacía que las medias fuesen prácticamente indestructibles. Señalan algunos y es más que probable según puede deducirse de unas declaraciones posteriores de sus empleadores, que el inventor se suicidó para no tener que degradar las propiedades de la fibra para disminuirle su resistencia haciendo las medias de nailon tan vulnerables como las antiguas medias de seda. El monstruo capitalista que sigue siendo la E. I. du Pont de Nemours, no contento con haberse quedado con la patente del nailon señaló que el Señor Carothers procedió de esta forma por padecer de una condición bipolar severa y adolecer de una gran debilidad de carácter. En la actualidad, como es del conocimiento de todos y como si no bastara con la obsolescencia tecnológica que “obliga” a sustituir un artefacto que está funcionando perfectamente antes del término de su vida útil real, se ha impuesto entre los estándares de diseño y de fabricación de esos artefactos, promovidos profusamente por la publicidad capitalista, el parámetro de la obsolescencia programada, que reduce considerablemente sus vidas útiles y obliga, ahora sí, a sustituirlos de forma más que prematura.
- Buena parte de los economistas y sociólogos de la derecha, por razones obvias, no le conceden importancia alguna al consumismo mundial al caracterizarlo exclusivamente como la adquisición desmedida de bienes suntuarios (aviones, yates, carros de lujo, dispositivos electrónicos de altísimas prestaciones, joyas, obras de arte, etc.), que sólo puede realizar el 1 % más rico de la población mundial junto a algunas efímeras “celebridades” del mundo del espectáculo que por este tipo de acciones terminan arruinados las más de las veces. Para más vaina conceptualizan que estos recontra-alienados y acaudalados seres humanos sólo estarían ejerciendo su legítimo derecho a hacer con su dinero lo que les venga en gana. Además y seguramente de manera deliberada se hacen los locos con el comportamiento de las decenas de millones de humanos igual de alienados pero muchísimo menos acaudalados, integrantes de las capas medias de la población estadounidense, que desde hace al menos tres generaciones conforman el ejército de consumistas más grande del planeta. ¡Por supuesto que les sabe a nada el que sea la sociedad estadounidense precisamente, la que más contribuye a la depredación del planeta y a la degradación acelerada del medio ambiente mundial, todo ello en medio de la más amplia “libertad individual”!
- Que nosotros somos un país de redomados consumistas es algo que podría inferirse de unos datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) sobre el consumo per cápita correspondiente a 2008 (los más recientes disponibles), que ubicaban al país más cerca de mercados grandes como México o Argentina, con los que compartía niveles de producción más parecidos, que los de aquellos con una población similar (Perú) o más cercanos geográficamente (Colombia) (2), pero que queda prácticamente demostrado por el hecho de que en el mismo año 2.008 fuimos el primer país consumidor de whisky de calidad en la América Latina y uno de los mayores del mundo y que para el año 2.010 teníamos en uso más de 1.600.000 teléfonos celulares Blackberry, superando a Brasil cuya población es casi siete veces mayor que la nuestra y a México que cuenta con un poco más de 120 millones de habitantes (3).
- Sobre este mismo tema en verdad resulta impactante que en respuesta a una encuesta realizada por la empresa Datos en el año 2.009, sobre la base de 3.300 muestras tomadas a nivel nacional, más de la mitad de los venezolanos dijese que “daría lo que fuera”, por un equipo electrónico y que el 86 %, prácticamente 9 de cada 10, dijese que “verse bien es estar bien… y que estaba dispuesto a pagar” (4). No menos impactantes son unas declaraciones dadas a la AFP por la gerente de mercadeo corporativo del Centro Comercial Sambil de Caracas (5), que son del tenor siguiente: El venezolano tiene una cultura de consumo que dice: “si es de marca y carísimo, hay que comprarlo”, para continuar muerta de la risa diciendo: “En Venezuela decimos que el que quiera vender guantes para mochos (mancos) los vende, todo se compra”. A pesar de ello hay personeros de la derecha que no tienen empacho en justificar lo injustificable y negar lo que es obvio diciendo cosas como estas: "El venezolano ha aprendido a tener durante los años de democracia, a partir de 1958, acceso al modernismo, a la innovación. Yo que estoy en el sector comercial no creo que sea consumista en el sentido de que sea malbaratador, sino que le gusta adquirir tecnología” (Fernando Morgado, expresidente de Consecomercio) o estas otras perlas, muy de moda durante los últimos 15 años: “Lo que pasa es que en Venezuela, por la volatilidad de la economía, el venezolano se ve obligado a modificar el patrón de conducta” y “Lo que hay es un descontrol del comportamiento, que es achacable a la volatilidad de la economía y a la gama de oportunidades que cada día se cierra más” (Roberto León Parilli, Asociación Nacional de Consumidores, ANAUCO) (6).
- Estimo que está absolutamente claro que para ser consumista no se requiere tener grandes ingresos, sino que también pueden ser y de hecho son grandes consumistas los integrantes de las capas medias y bajas de la población, de manera que para tratar de fijar algunos conceptos debo decir que considero que estamos siendo consumistas cuando incurrimos reiteradamente en alguna de las siguientes conductas:
· Adquirir bienes o servicios que no necesitamos y/o que nos hacen endeudarnos más allá de nuestras capacidades financieras sólo porque su publicidad ha logrado convencernos de que generan estatus social.
· Adquirir bienes que no necesitamos y/o que nos hacen endeudarnos más allá de nuestras capacidades financieras porque de otra forma la inflación se “tragaría” nuestros ahorros o porque más adelante esos mismos bienes siempre serán más caros.
· Sustituir equipos que tienen un buen desempeño y que satisfacen plenamente nuestras necesidades porque han aparecido en el mercado otros de nueva tecnología, con nuevas prestaciones que ni siquiera conocemos cabalmente ni sabemos si vamos a necesitar.
· Aun en estos momentos de suministro irregular, adquirir bienes de primera necesidad en cantidades que excedan nuestro consumo habitual para más o menos una quincena, más aun si se trata de bienes perecederos que habrán de terminar en el pipote de la basura.
- A juicio mío no se trata de que el consumismo sea un problema moral ni con consecuencias negativas reducidas al plano personal, que sólo va a afectar el bolsillo de quienes lo practiquemos en mayor o menor medida, si así lo creyese no me estuviese arriesgando a herir la susceptibilidad de uno solo de mis consecuentes lectores tratando tan espinoso tema. Se trata si de que es un problema que nos afecta a todos al colocar al consumidor en una condición de absoluta minusvalía en relación al comerciante, al hacernos olvidar verdades tan elementales como aquella de que la relación comercial debe ser equitativa para ambas partes y que tanto perdería el comprador en lo inmediato, al no hacer la compra, como el vendedor a la larga, no pudiendo vender el producto; más aún si logramos actuar unidos, como si lo están los comerciantes al no tener que competir con sus colegas para vender los bienes que el consumista adquiere en grandes cantidades.
- Nuestro exacerbado consumismo está frustrando buena parte de los intentos del Gobierno Revolucionario para meter en cintura a la gavilla de agentes locales de la guerra económica, conformada por: productores mafiosos al estilo del “Pelucón”, recientemente denunciado por sus propios trabajadores de estar manipulando nuevamente la elaboración y distribución de sus productos bandera (harina precocida y aceite de maíz) (7); comerciantes inescrupulosos de todo pelaje que los secundan desviando buena parte de sus existencias hacia el extremadamente especulativo e ilegal mercado informal y los bachaqueros-buhoneros, seguros consumistas redomados una muy buena parte de ellos, cuya ausencia total de escrúpulos les permite ensañarse con alevosía contra sus propios hermanos de clase. ¡Porque si no somos consumistas, entonces ¿qué carajos hacemos participando estúpidamente en esas gigantescas colas promovidas por los golpistas, cuando todos sabemos que desde tiempo inmemorial hay retrasos en el abastecimiento de productos alimenticios, derivados de las vacaciones colectivas navideñas, durante los primeros días del nuevo año?!
- Una última reflexión me impulsa a señalarles que una parte importante de la basura consumista que importamos proviene directamente del imperio, habiendo alcanzado la astronómica cifra de US $ 5.435 millones durante el año 2.013 y la de US $ 4.079 millones en apenas los seis primeros meses del año 2.014 (8). ¡No podemos entonces ser tan estúpidos como para producir cuchillos para nuestras propias gargantas, continuando con nuestro consumismo!
¡Hasta la Victoria, Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(5) http://www.noticias24.com/ actualidad/noticia/1176/los- templos-modernos-de-la- venezuela-consumista/
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