Véase: Foro del Diario Vea
IDEAS PARA EL DIALOGO Y EL DEBATE SOBRE
CUADRO
SOCIO-HISTÓRICO DE LA VENEZUELA MODERNA
Vivimos
tiempos de cambios impresionantes. La nueva revolución tecnológica ha
potenciado hasta límites nunca antes imaginados la capacidad productiva del ser
humano. Los productos de la más diversa naturaleza brotan desde las más remotas
regiones del mundo. Pareciera que, definitivamente, se hubiera
alcanzado una situación en la cual, la producción superara sobradamente las
necesidades humanas. Hoy, en apenas cuestión de minutos, se alcanza lo que hace
apenas unas pocas décadas implicaba largas horas en los procesos productivos.
La productividad humana se ha incrementado de manera exponencial. La revolución
de las telecomunicaciones ha hecho posible que en cuestión de segundos se
realicen miles operaciones simultáneas por billones de dólares entre las más
recónditas regiones en un planeta cada vez más globalizado. Pareciera que el
ser humano estuviese en el momento de dar el salto definitivo del reino de la
necesidad al reino de la libertad.
En
contraste con esos prodigiosos avances, nunca antes la humanidad se había
encontrado con un abismo tan profundo entre la prosperidad de pocos y la
miseria de miles de millones de seres y, nunca como hoy, la riqueza se
había concentrado en tan pocas manos y la pobreza había hecho
presa de tanta gente. Tales cambios han configurado una nueva realidad en el
planeta. Si apenas hace dos décadas el conflicto en el mundo se escenificaba
entre dos superpotencias militares que se disputaban los espacios geopolíticos,
ubicándose como una confrontación entre el Este y el Oeste, hoy el conflicto ha
cambiado de naturaleza, es un conflicto social y ético entre el Norte
insaciable y opulento y el Sur cada vez más comprometido en una lucha
desesperada por la simple sobrevivencia. De allí esa creciente marea humana que
todos los días se moviliza desde el Sur empobrecido hacia el Norte opulento,
buscando mejores condiciones de vida, terminando por conformar también una
nación de pobres, excluidos, explotados y reprimidos en el vientre mismo de las
naciones más prósperas, sin que nada puedan contra tal fenómeno, leyes excluyentes,
muros y alambradas. Es que así como, al tiempo que se ha mundializado el
régimen establecido por las frías y despiadadas leyes del capitalismo, así
mismo sus primeras consecuencias, la pobreza, la exclusión y la represión,
adquieren también dimensiones globales. Así como se globaliza la concentración
y centralización del capital en el los países más prósperos, también se
globaliza su contraparte, la masa de pobres en el planeta que busca
desesperadamente donde ganar sus más elementales medios de vida. De allí que el
secular conflicto entre el capital y el trabajo, antes confinado a las
fronteras nacionales o regionales, adquiera hoy dimensiones mundiales,
generando un verdadero "ejercito internacional de reserva" laboral
que se convierte en activo cuando se le necesita y en desempleo y
desesperación, cuando la producción se potencia mediante la ciencia y la
tecnología.
Ese
ejército internacional está conformado hoy, ya no sólo por los trabajadores
fabriles, sino por una amplia gama de hombres y mujeres que pugnan por
conseguir quien compre su fuerza de trabajo, sea ésta calificada o no, desde
profesionales muchas veces formados a un alto costo en sus países de origen,
hasta aquellos que no han tenido esas oportunidades y se ven condenados a las faenas
más rudimentarias que no están dispuestos a realizar los trabajadores de los
países industrializados. Cuando el capitalismo era un fenómeno nacional,
provocó la migración masiva del campo a la ciudad, creando una contradicción
que nunca pudo resolver. Ahora, cuando se ha mundializado, alcanzando su máxima
expresión imperialista, la migración abarca regiones enteras, extendiéndose
cada vez más a todo el mundo con sus consecuencias correspondientes, todas las
cuales confluyen hacia la superación de un sistema mundial cada día más
inviable pues, al problema social, al hiperdesarrollo industrial y urbano, se
ha sumado ya una situación ambiental que amenaza la vida entera en la tierra.
Todo
este cuadro cruzado de toda suerte de penalidades, donde el consumismo
desenfrenado, que su mismo sistema espolea y se hace cada día más insaciable,
genera en los centros imperiales modos de vida que comportan un derroche
criminal de recursos y energía.
Con
una recurrencia cada vez más frecuente, las intervenciones militares surgen
como otra necesidad de los centros imperiales buscando simultáneamente, además
del dominio tradicional, contener la lógica y creciente reacción de los
pueblos, víctimas del atropello y que defienden su soberanía. La ruptura del
viejo esquema bipolar ha dado lugar así, a una situación de mayor inestabilidad
política, social, ecológica y militar en el mundo.
En
medio del desorden que tal situación engendra, van emergiendo nuevas fuerzas y
nuevos centros de poder que van comenzando a configurar un nuevo balance de
fuerzas en el mundo y que asoman la esperanza de lograr un nuevo y más estable
equilibro de fuerzas, para bien de la humanidad hoy enfrentada a la expansión,
dominio y atropello de la acción imperialista.
Así
son los signos que ya comienzan a anunciarse en nuestra región latinoamericana
y caribeña, donde los seculares sueños de independencia, buscan su realización
sosteniéndose en la unión, tal como la concibieron sus figuras más señeras. Y,
una vez más, Venezuela ha sido llamada a jugar un rol protagónico en un proceso
que alienta el desarrollo de la conciencia de nuestros pueblos. Esa conciencia
va implantando un nuevo liderazgo y encontrando fórmulas para materializar tal
unión, en la complementación de nuestras grandes potencialidades para allanar
las carencias, en la cooperación y la solidaridad para concurrir allí donde las
limitaciones de unos requieren el auxilio de los otros y el respeto a la
soberanía que no acepta condiciones, ni presiones y aún menos, imposiciones.
Mas
este proceso está lejos de ser un proceso idílico. Nunca lo ha sido y nunca lo
será. Ha tropezado, tropieza y tropezará con la resistencia de las alianzas que
siempre han existido entre las fuerzas oligárquicas de la región y las fuerzas
imperialistas que persiguen imponer sus propias fórmulas y mecanismos de lo que
llaman "integración sostenida en el libre comercio" que pretenden
presentar con una envoltura neoliberal, los viejos mecanismos de una
competencia desalmada donde los seres humanos y regiones enteras dejan de serlo
para convertirse en simple mercado. De allí el conflicto escenificado entre dos
fuerzas contradictorias e irreconciliables cada una de las cuales tiene ya su
carta de presentación, una bajo el proyecto del ALBA, la otra bajo las figuras
del ALCA y de los TLC.
Tal
es el telón de fondo de los escenarios nacionales, cualquiera sea el lugar del
mundo en el cual se intente comprender las realidades y, sobre
todo, transformarlas.
Es
así como el Socialismo del Siglo XXI, surge como un proyecto que, dado para un
espacio –Venezuela- y un tiempo –el siglo veintiuno- se proyecta más allá de
las fronteras, toda vez que los sueños de redención son sueños de la humanidad
entera que ha encarnado siempre la consigna socialista, democrática y
revolucionaria.
Venezuela,
un resultado histórico
El
nuestro es un país relativamente pequeño en su dimensión geográfica, pero
engrandecido por su historia. Cien años duró la resistencia indígena frente a
la conquista y la colonización del imperio español, resistencia que condujo a
la casi total aniquilación de nuestra raza original. Muchas fueron las
rebeliones contra el dominio español hasta la conquista de la independencia,
después de veinte largos y sangrientos años que dejaron exangües
las energías de nuestra nación, como lo dijera en su momento el genial
conductor de tal proeza, nuestro Simón Bolívar. Nuevas guerras intestinas,
producto de los señores de la guerra en que habían devenido algunos de nuestros
héroes de la independencia, grandes terratenientes enfrentados por riqueza y
poder político, sumían aún más nuestro pueblo en los más terribles
padecimientos. De allí el levantamiento victorioso en que se convirtió la
Guerra de Federación para, una vez más, ver frustrados sus propósitos por la
traición en el tristemente célebre Pacto de Coche. Tal fue nuestro siglo XIX,
lleno de gloria por la conquista de la independencia de todo un continente,
junto al heroísmo y la brillante conducción de pueblos y líderes movidos por la
idea de la unidad de nuestra gran nación continental, pero también lastimado
por la ambición, la traición y su secuela inevitable, la frustración de
millones de seres.
Así
nos encontró la primera parte del Siglo XX, empobrecidos y bajo el yugo de una
de las más brutales y sumisas dictaduras. Hasta que, como por obra de magia,
brota de nuestra castigada tierra, una especie de maná bíblico: el chorro casi
incontenible del petróleo que abre un período de veloces y grandes
transformaciones en la conformación de nuestra economía, de nuestra estructura
social, de nuestra cultura y de nuestro sistema de valores.
El
motor de combustión interna que abrió literalmente las enormes fauces del
consumo energético mundial, la existencia de gigantescos capitales ya
desplegados en todo el planeta como factor hegemónico de la economía mundial,
la existencia de grandes consorcios petroleros, el descubrimiento de enormes
reservas petroleras en nuestro subsuelo y la pobreza económica y tecnológica de
nuestro país, unido a un régimen sumiso frente a los poderes
imperiales, confluyeron para que una riada de capitales ingresaran al país en
rápida sucesión, asumiendo el comando de la producción. Por fortuna, Bolívar
había dictado, ya desde 1928, su famoso Decreto sobre Minería de Quito. Este
otorgaba a la República la propiedad de las minas, convertido en principio de
aplicación universal desde los tiempos de la revolución francesa. El mismo se
mantuvo vigente en nuestras leyes permitiendo, pese a sus altibajos, el
ejercicio de la propiedad por parte del Estado.
El
creciente torrente de ingresos que representaba una producción petrolera en
expansión, hasta convertir a Venezuela por varios años en el principal
exportador de tal producto en el mundo, puso en manos del Estado recursos
inusitados, más que suficientes para cubrir las necesidades de la
administración pública, dejando un excedente cuya distribución se convirtió en
principal objeto del debate entre los sectores dominantes del país.
Fue
así como, de un lado, surgió la consigna de "Sembrar el Petróleo",
esto es, la capitalización privada del ingreso rentístico que seguía creciendo
como eficaz mecanismo para "la modernización" de Venezuela. Quienes
apoyaban tal consigna, consideraban mero dispendio cualquier gasto dirigido a
mejorar la condición social del pueblo. Del otro lado, surgieron distintas
consignas que planteaban una distribución popular de tal ingreso al tiempo que
se favorecía también su acumulación privada y pública. Al final, prevalecería
la segunda de las fórmulas durante un período que se inicia en los años
cuarenta y se cierra a comienzos de la década de los setenta.
La
dictadura de Juan Vicente Gómez aplicó una política de concesiones que había
permitido a un pequeño grupo de terratenientes obtener beneficios fabulosos con
cierta participación irregular en las regalías. Pero la generación de una renta
petrolera creciente, planteaba ahora un nuevo problema con la distribución del
ingreso. Uno de los primeros pasos consistió en la revaluación del
bolívar en 1934 con lo cual los ricos podían obtener un dólar barato que,
además, ya había sido devaluado, otorgándole un poder enorme al sector de los
importadores y descargando un golpe demoledor a las exportaciones agrícolas, ahora
encarecidas por una simple operación monetaria. Pero, además, sin la necesidad
de recaudar ingresos internos para cubrir los gastos del Estado, tampoco era
necesario desarrollar un sistema fiscal que pechara las ganancias de los que se
enriquecían con la nueva situación. De allí otra de las características del
capitalismo rentístico: la inexistencia de una cultura tributaria existente en
los sistemas capitalistas tradicionales. Este hecho le otorgó al Estado
venezolano una notable independencia en relación con el resto de la sociedad
pues, en lugar de imponer contribuciones sobre las ganancias, más bien
distribuía parte de sus excedentes.
De
tal manera, se formo una clase empresarial, parasitaria e ineficiente, y
se fortalecieron las castas tradicionales propietarias de las tierras urbanas y
rurales y operadoras del comercio, así como en los niveles medios de la
sociedad, se expandirían las corporaciones profesionales, incluyendo la casta
militar, beneficiados todos por tal sistema de distribución del ingreso.
Algo,
sin embargo, en medio de tanta abundancia financiera, se dejó a la
naciente clase obrera y al resto de la población a través de incrementos
salariales dictados mediante decretos del Ejecutivo y ocasionales leyes
del Congreso estimulando, al mismo tiempo, la formación de verdaderas castas
sindicales desclasadas y que, a la larga, se colocarían
abiertamente en contra de los trabajadores.
En
el campo, mientras tanto, la producción agropecuaria sufría una declinación
sostenida. El consecuente empobrecimiento del campesinado provocó una acelerada
migración hacia los centros urbanos. En nuestro caso, este fenómeno no fue
resultado de una revolución agraria de signo capitalista que, al incrementar la
productividad, "liberaba" fuerza de trabajo para ser empleada en la
industria. De allí que la formación del mercado interno venezolano ocurriera
con una especie de mutilación al no contar con la demanda capitalista en el
campo, característica de otras experiencias de esta naturaleza en distintas
partes del mundo.
En
el orden político e ideológico, no existiendo una clase empresarial "en sí
y para sí", ni su contraparte, un movimiento obrero con suficiente
desarrollo de su conciencia como clase, la dirección ideológica y política correspondió
a sectores de la clase media ilustrada. Fueron tales sectores los que
emprendieron la formación de los partidos políticos, de los sindicatos y,
finalmente, la conducción del Estado, hasta el surgimiento de un sector
empresarial con el poderío suficiente como para imponer sus decisiones a una
clase política ya sin programas ni ideas con las cuales movilizar y organizar
al pueblo. Fueron estos los tiempos en que las tesis neoliberales encontraron
un terreno fértil donde prosperar con sus consecuencias bien conocidas.
Contemporáneamente
con tales procesos, se desarrollaba una relación contradictoria entre el Estado
nacional, los grandes consumidores de los centros imperiales y sus Estados
respectivos, y los consorcios petroleros. Para éstos, el ideal era la
eliminación de las regalías y la reducción de los impuestos. Para la nación,
cada vez más consciente de su carácter como propietaria del recurso natural, la
principal reivindicación pasaba a ser una participación justa en los proventos
petroleros en tanto que, para los grandes consumidores, la cuestión radicaba en
garantizar los más bajos precios posibles. Por tal razón, ya durante el
gobierno de Medina Angarita, se incrementó y unificó el sistema de regalías, se
introdujo la Ley de Impuesto Sobre la Renta que durante décadas sirvió para
incrementar la participación del Estado y se estableció un límite a las áreas
otorgadas en concesión. Tales acciones en el ámbito petrolero iban acompañadas
de un programa que iniciaba un proceso de democratización de la vida política
del país e intentaba mejorar las condiciones de la población, incluyendo una
reforma agraria y aplicando políticas de inmigración selectiva. Poco duró su
gobierno derrocado por un golpe de estado.
El
futuro se caracterizaría por toda suerte de incidencias, con nuevos golpes de
estado, implantación de la dictadura y vuelta a la democracia formal,
acompañada de una feroz represión contra las fuerzas progresistas que aspiraban
algo más que una simple elección quinquenal. Con todo, la presión popular y los
procesos nacionalistas cumplidos en el Medio Oriente, así como la situación que
confrontaron los consorcios petroleros internacionales, condujeron a una
nacionalización, pactada entre el gobierno y las empresas, que colocó las operaciones
petroleras en manos del Estado a partir de enero de 1976. Tal acción le dio un
fuerte impulso a lo que resultó el más poderoso capitalismo de estado en todo
el Continente. Ya las industrias del hierro y del gas se habían nacionalizado
anteriormente. Al mismo tiempo, los grandes excedentes financieros disponibles,
habían permitido realizar y controlar muchas otras actividades económicas. De
tal manera, el control de las actividades económicas estratégicas, quedaban en
manos del Estado otorgándole un importantísimo poder de negociación, tanto con
el sector privado nacional como con el extranjero. Para éste, en consecuencia,
resultaba vital preparar su retorno. Este pasaba por una estrategia
cuidadosamente diseñada. La misma comprendió acciones a fin de provocar la
caída de los precios petroleros introduciendo divisiones en el seno de la OPEP
que, por momentos estuvieron a punto de provocar una verdadera guerra de
precios, el préstamo de dinero a bajo costo para luego incrementarlo
bruscamente, una campaña ideológica y política buscando convencer a los pueblos
de la ineficacia y corrupción de las empresas estatales y toda suerte de
virtudes de la gestión privada, la captura ideológica de los sectores
dirigentes de las empresas nacionales, convirtiendo a éstas en simples agencias
administradoras de contratos, introduciendo modificaciones en los sistemas
legales para limitar drásticamente el ejercicio soberano en la administración
de justicia mediante el arbitraje internacional y dándole un fuerte impulso a
los procesos de privatización como la única salida a las crisis que las mismas
medidas, derivadas de tal estrategia, habían producido.
El
endeudamiento público alcanzó durante ese periodo, al igual que en muchos otros
países, niveles intolerables. Sin embargo, en momentos en los cuales Venezuela
vivía un verdadero esplendor financiero, tal endeudamiento luce como algo
inexplicable. La explicación sólo puede encontrarse cuando se observa el cambio
drástico que se introdujo en la distribución del ingreso. Súbitamente, las
remuneraciones al sector trabajo caen hasta un treinta por ciento, invirtiendo
totalmente la relación que se había vivido desde los años cuarenta. Tal cambio,
explica el acelerado empobrecimiento que hizo presa de millones de venezolanos,
incluyendo a sectores importantes de la clase media. El endeudamiento público
que no puede considerarse como otra cosa que una distribución adelantada del
ingreso, sellaría con cadenas de acero, la nueva distribución cada vez más
regresiva del ingreso. Se trataba pues, de un viraje estratégico que cambiaba
radicalmente las políticas populares aplicadas por los distintos regímenes en
los cuales se apoyaba su misma perpetuación.
Fue
así como muy poco tiempo después de las nacionalizaciones, durante la década de
1980 entraríamos en un proceso de desnacionalización, caracterizada por
un recorrido inverso a todo lo que había significado la larga
lucha por lograr una justa participación de la nación en su riqueza petrolera.
Tal fue la llamada "apertura petrolera" que empeoró las condiciones
semicoloniales que caracterizaron al país hasta comienzos de los años cuarenta,
acompañada de muchas otras acciones que en no pocos casos, representaban una
descarada violación de la Constitución y las leyes.
Así
marchaba, como una fuerza incontenible, la oleada neoliberal en nuestro país.
Sin embargo, ya en 1989, un sacudimiento que asombró al mundo se produciría en
Caracas y otras ciudades. Era tal el grado de tensión social y tal la decadencia
de los sectores dirigentes tradicionales que los pueblos, llegados a un punto
de desesperación, provocaron una rebelión espontánea que sólo pudo ser
contenida con un derramamiento de sangre que no se conocía desde los tiempos de
la independencia, victimando a miles de hombres, mujeres, niños y ancianos, con
verdadera saña asesina. Poco después, en 1992, vendrían las insurrecciones
militares liderizadas por la juventud patriótica que siempre estuvo presente en
el seno de nuestra fuerza armada.
Cuanto
más se acentuaban las políticas neoliberales y tanto más grande era el
empobrecimiento de la población, tanto más aguda se hacían las tensiones
sociales y tanto más profunda la crisis que agrietaba todo el andamiaje
construido a lo largo de la mayor parte del siglo.
Así,
todo ese período histórico dejó a un país totalmente transformado. Con una
economía capitalista, atípica por su carácter rentista, con un proceso de
acumulación sustentado básicamente en la capitalización de una renta internacional,
producto del ejercicio del monopolio del Estado sobre el recurso petrolero; un
poderoso capitalismo de estado, una estructura social conformada por una
burguesía parasitaria, ineficiente, cuyas ganancias han provenido
fundamentalmente de la distribución de la renta petrolera; una clase media con
distintas capas y donde el estamento superior asumió los hábitos de la
burguesía parasitaria; una clase obrera manipulada por las castas burocráticas
corrompidas, pugnando por sacudirse un dominio que fue impuesto a sangre y fuego
en la década de los sesenta; partidos políticos que dominaron la escena durante
más de medio siglo y que, agotados sus viejos programas, se dedicaron al
pillaje del erario público; una población concentrada en las ciudades y grandes
territorios despoblados y, con ello, pobreza en las principales
urbes del país y desolación en sus grandes extensiones, en fin, lo propio de
un capitalismo rentista con un bajo desarrollo de las fuerzas
productivas nacionales y de una numerosa burocracia sostenida por la renta
petrolera que, a finales de la década de los noventa, declinaba peligrosamente
como fruto del reinado neoliberal que se había impuesto en el país. Las
políticas neoliberales parecían encontrarse con las mejores condiciones para
imponerse sin nuevos inconvenientes. Pero la crisis del sistema, por largo
tiempo en gestación, encontraría un cauce, esta vez pacífico y democrático, en
1998.
El
carácter de la sociedad venezolana del siglo veinte
Toda
realidad es un resultado histórico. Los cambios operados en Venezuela por la
existencia de reservas petroleras abundantes y, más precisamente, la renta
generada por su explotación, se erigió como el principal factor dinámico de la
sociedad venezolana del siglo veinte en su conjunto. Ello condujo a que la
principal contribución en el proceso de acumulación capitalista en la Venezuela
del siglo veinte fuera, como ya quedó dicho, la capitalización de esa renta,
más que de factores internos determinados por el desarrollo de las fuerzas
productivas nacionales. Este hecho histórico le imprimió particularidades muy
notables a nuestra sociedad, comenzando por su economía, pero también por la
conformación de la estructura social, política y cultural. De manera que, con
toda propiedad, se puede hablar de un capitalismo rentístico, lo que resulta
muy peculiar dentro de los procesos de acumulación capitalista en el mundo. Ese
mecanismo de acumulación, dio lugar a la formación de una burguesía
parasitaria, conjuntamente con el enriquecimiento de las castas propietarias y
comerciantes, en conjunto agregadas en una estructura corporativa “sui
generis”, cuya acumulación se nutrió principalmente de la distribución de esa
renta por parte del Estado, privatizada a través de los mecanismos ya antes
comentados, como la sobrevaluación de la moneda, la capitalización de la casi
totalidad de las ganancias debido a la bajísima o nula presión tributaria, el
otorgamiento de créditos a bajo interés así como distintas políticas de
subsidios a la producción, la protección de su producción estableciendo
virtualmente un mercado cautivo, distintos mecanismos de corrupción
y el favoritismo político, junto a muchos otros. Contemporáneamente, la
relación oficial con el capital extranjero le otorgaba toda suerte de ventajas
que supo explotar en abundancia, contribuyendo significativamente a la
expansión del mismo. De manera creciente, una vez alcanzado cierto nivel de
desarrollo, sectores favorecidos de esa burguesía fueron participando
directamente, o a través de sus agentes, muy notablemente del sector
financiero, en la conducción económica y política del Estado con lo cual
tomaban no solamente el control de la economía, sino también de la política.
Durante
la década de los setenta se impuso la apertura para los productos agropecuarios
que asestaron un severo golpe al sector agrario e incrementaron de manera
dolorosa la dependencia alimentaria del país a través de las grandes empresas
transnacionales de ese sector. Progresivamente se fueron creando condiciones
para la ofensiva neoliberal en nuestro país que apuntaba directamente a la
privatización de las principales empresas del Estado, avanzando
significativamente en el sector siderúrgico y del aluminio.
Como
era de esperarse, el gran objetivo lo representaba el sector petrolero. Hacia
allí se dirigió una estrategia envolvente a través de la llamada privatización
y la política de internacionalización. La primera comenzó a través de reformas
fácticas de la legislación vigente. Así, en tanto que las Leyes de
Hidrocarburos y de Nacionalización, establecían un régimen dirigido a
garantizar el control del Estado sobre el recurso natural, se impuso la llamada
apertura petrolera a través de distintas fórmulas contractuales que transferían
operaciones y la administración misma del hidrocarburo a las empresas asociadas
con PDVSA que se convirtió en la agencia administradora de los contratos
petroleros, reduciendo a la nada el rol del Estado
Ya,
desde la misma dirección de la empresa nacional, se auspiciaba la venta de
parte de las acciones con el pretexto de pagar la crecida deuda externa
contratada en días de uno de los más grandes auges petroleros del país. Con la
internacionalización, se trazó una estrategia de hacer grandes inversiones en
refinerías y otros negocios en el exterior, so pretexto de garantizar mercados
para el petróleo venezolano. En la realidad, se trataba de reducir al mínimo la
liquidez de PDVSA para forzarla al endeudamiento que crecía cada día más,
representando un drenaje en las ganancias de la empresa y debilitándola
peligrosamente. Pero, además, la exportación de petróleo dirigido a las
refinerías en el exterior, se hacía aplicando descuentos que se traducían en
mayores caídas del ingreso de la empresa. Esta se veía cada día más restringida
en su capacidad para cumplir el rol que corresponde a una verdadera empresa
nacional. Todo marchaba a paso de redoblante para la privatización con la
complacencia del Congreso de la República, dominado por una clase política ya
castrada de todo vigor patriótico y los acordes entusiasta de los medios
masivos de comunicación que servían de tribuna privilegiada a los predicadores
del neoliberalismo. Pero todo cambió a partir de la elección presidencial de
1998 con Hugo Chávez Frías, quien llegó al poder para abrir una
nueva etapa en la historia política del país, la del establecimiento de la
soberanía nacional en todos los ámbitos de la nación y sus relaciones.
El
largo recorrido de nuestra sociedad a lo largo del siglo veinte dio por
resultado un país cuyo carácter puede definirse a través de sus rasgos más
resaltantes:
1.-
Un capitalismo de signo predominantemente rentístico, vitalmente dependiente
del ingreso petrolero.
2.-
Un poderoso capitalismo de Estado que se expresa en el control de los resortes
fundamentales de la economía nacional y del poder político.
3.-
Un sector privado caracterizado en su mayor parte, por un alto grado de
dependencia del Estado, su baja productividad y, en buena medida,
ideológicamente identificado con la visión imperialista de la economía y de la
política.
4.-
Un denso sector medio integrado por distintas
castas de pequeños propietarios y comerciantes, junto a las corporaciones de
profesionales ubicados en las empresas privadas y en la burocracia estatal así
como de las empresas públicas, un nutrido sector de funcionarios de bajo rango
en un proceso de proletarización, cuya vieja influencia política entró en
franca declinación.
5.-
Un creciente sector de trabajadores integrado por obreros industriales, tanto
en las empresas privadas como públicas, un gran número de empleados en
distintas actividades tanto productivas como de servicios y un sector cada vez
más reducido de asalariados del campo.
6.-
Un número importante de pequeños y medianos empresarios severamente afectados
por las políticas económicas neoliberales que condujeron a la ruina de un
importante porcentaje de empresas pequeñas y medianas.
7.-
Partidos políticos que si bien tuvieron durante décadas, un importante apoyo
popular, con momentos estelares vinculados a los procesos electorales, a partir
de la nacionalización petrolera quedaron sin banderas, sin programas que no
fueran los impuestos por la avasallante oleada neoliberal, entrando en una
incontenible decadencia hasta quedar reducidos a pequeños grupos atrapados en
una nostalgia restauradora, lanzados a aventuras como golpes de estado,
sabotaje económico y una impotente vociferación a través de los medios de
comunicación, sirviendo como una apagada caja de resonancia de las campañas
emprendidas desde el exterior.
Como
resultado de la crisis del sistema político en su conjunto que atrapó el viejo
régimen, y de la nueva conducción revolucionaria del país bajo del liderazgo de
Hugo Chávez, Venezuela ha entrado en un proceso de transición.
Tal
proceso de transición que tiene dimensiones históricas, tuvo como primera fase,
la tarea de enderezar el rumbo político del país a través de un proceso
constituyente sustentado en la creación y fortalecimiento de una democracia
sustentada en la participación y protagonismo del pueblo. El éxito político
permitió y al mismo tiempo fortaleció la aplicación de una nueva política
económica dirigida a establecer la plena soberanía nacional sobre los recursos
naturales y la aplicación de una nueva política social apoyada en un esquema de
distribución progresiva del ingreso, políticas todas dirigidas a detener el
proceso de empobrecimiento de la población e incrementar sostenidamente su
calidad de vida.
El
desarrollo del sistema capitalista rentista de Venezuela, dejó pendientes
tareas que históricamente cumplieron otras experiencias capitalistas en el
mundo. Entre otras, el desarrollo capitalista del campo, hecho que pasó por las
revoluciones agrarias que cumplieron un rol capital en la formación del mercado
interno y de las revoluciones industriales. De allí el carácter monoexportador
de nuestra economía, su extrema dependencia del ingreso rentístico externo, su
carácter de gran importador de los medios de vida más elementales de los venezolanos
y, con ello, de sus vulnerabilidades.
La
Constituyente de 1999 y la democracia revolucionaria
La
victoria popular que representaron las elecciones de diciembre de 1998, cerró
todo un período histórico de avances y retrocesos en la vida económica,
política y social de Venezuela. Ya los dramáticos y sangrientos sucesos de
febrero de 1989, los levantamientos de l992 y multitud de otras luchas que se
venían escenificando en todo el país, eran el preludio de los
cambios profundos que reaclamaba el total agotamiento de un sistema que
ya no daba más de si mismo. Tal victoria, bajo el liderazgo del Presidente Hugo
Chávez, abrió las compuertas a la extraordinaria energía represada durante
largas décadas en los sectores populares cada vez más empobrecidos, cada vez
más excluidos y cada vez más desencantados de la vieja clase política y de sus
instituciones. La convocatoria a la Constituyente para el diseño y aprobación
de una nueva Constitución, operó como un instrumento eficaz para canalizar
democrática y pacíficamente esa inmensa energía. El simple planteamiento de una
democracia participativa y protagónica, agrupó a las más diversas fuerzas
sociales que iniciaron de inmediato la creación de nuevas y distintas formas de
organización que hoy representan una de las principales características del
movimiento popular venezolano, expresión de un creciente desarrollo de la
conciencia política.
Tal
proceso alcanzó mayor profundidad y expresión cuando se inicia el reacomodo de
la estructura legal para armonizarla con la Constitución Bolivariana, primer
resultado concreto del proceso constituyente que ya, de hecho, se iniciara
durante la campaña electoral de 1998. Las leyes aprobadas, particularmente la
Ley de Hidrocarburos y la Ley de Tierras, como era de esperar, provocaron la
virulenta reacción de la coalición reaccionaria conformada entre sectores
militares, empresariales y sectores de la burocracia sindical corrompida,
contando con una base social en sectores de la clase media, principalmente en
la capital de la República. Tal coalición logró anotarse una victoria
verdaderamente pírrica por sus resultados y por la brevísima duración de la
dictadura en que se expresó su golpe de estado. La rápida y masiva reacción de
las fuerzas populares en todo el país, junto a las cuales respondieron los
sectores revolucionarios y progresistas de la Fuerza Armada Nacional,
resolvieron para sorpresa del mundo, la cuestión de cual sería el camino a
seguir en el proceso democrático y revolucionario de Venezuela.
Como
suele ocurrir en los proceso políticos cuando asumen abiertamente su verdadero
carácter de disputa por el poder del Estado, no tardarían en escenificarse
nuevos conflictos, como muy pronto ocurrió con el sabotaje a la industria
petrolera que apuntaba a provocar el colapso económico del país, a la
caotización de la sociedad y a presentar un "Estado
Fallido", buscando justificar así la intervención externa. Nuevamente
rompieron sus narices ante la reacción masiva y ahora más unánime de los trabajadores,
del pueblo y de la fuerza armada. No escasearon los intentos posteriores de
desestabilización, pero ahora cada vez más debilitados pese al enconado apoyo
financiero y político que tozudamente ha mantenido el gobierno de los Estados
Unidos de Norteamérica empeñado en compartir tales fracasos junto a los muchos
otros que viene experimentando en otras regiones del mundo.
El
resultado del Referéndum Aprobatorio de 2004, reforzado por la nueva victoria
electoral de 2006, ha permitido avanzar en un notable logro del equilibrio
político.
Una
exitosa política petrolera donde el respeto a la disciplina en el seno de la
OPEP, unida al establecimiento de una política de signo nacional en las
relaciones con los consorcios extranjeros, restableciendo la soberanía
nacional, ha sido la clave para avanzar también en los niveles de crecimiento
de la economía.
La
implantación de un esquema de distribución del ingreso, ha permitido comenzar a
reducir los niveles de una pobreza acumulada a lo largo de décadas y acentuada
por las políticas neoliberales. Con la nueva política distributiva, ha sido
posible un progreso hacia el logro del equilibrio social, aún cuando la
dimensión del problema de la pobreza, exigirá todavía años de crecimiento
económico y de estabilidad política.
La
exitosa política externa, sustentada en la defensa irrestricta de nuestra
soberanía y en aplicación incondicional de los principios que rigen la Carta de
Organización de las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos,
así como del Derecho Internacional, ha permitido fortalecer las relaciones con
la inmensa mayoría de los países con los cuales ya existían y ampliarlas a
nuevos países, principalmente del Sur. Tales logros se han fortalecido en el
ámbito regional al cobrar impulso un nuevo proceso, verdaderamente
democrático y autónomo en un creciente número de países de América Latina y del
Caribe. Ello ha propiciado el surgimiento y despliegue de una política de
integración con fundamento en los postulados de complementación, cooperación,
solidaridad y estricto respeto a la soberanía, en contraste con las fórmulas
imperiales de la "libertad de comercio" y de una competencia de signo
"darwinista" bajo la hegemonía de los Estados Unidos de Norteamérica.
Esa política de integración de signo bolivariano, ya ha tenido su expresión
concreta en los avances exitosos del ALBA y en la búsqueda de una nueva
orientación en organismos nacidos en los tiempos de la hegemonía neoliberal
como es el caso de MERCOSUR.
Así,
en el brevísimo período histórico de ocho años, se ha recorrido un camino de
avances democráticos radicales, pese a la resistencia y las acciones
contrarrevolucionarias del imperio, de sus agentes internos y la complicidad de
otros agentes en la región.
Ahora
bien, llegados a este punto, brota una pregunta elemental ¿Dónde nos
encontramos en nuestro rumbo revolucionario? ¿Cuál es la meta final de nuestros
esfuerzos? ¿Cuáles etapas del largo e incesante proceso de la
revolución bolivariana? En fin ¿Qué es y cómo se plantea el Socialismo del
Siglo XXI?
Son
muchas y variadas las respuestas que pueden darse a tales interrogantes. Más
aún, los avances y los logros plantearán nuevas cuestiones. De manera que no es
posible dar todas las respuestas de una vez y para siempre. Hacerlo sería
incurrir en los errores a los que en el pasado en otras experiencias, y en la
del mismo movimiento revolucionario venezolano, con las consecuencias bien
conocidas y muy criticadas desde todos los ángulos y sectores de intereses.
¿Dónde
nos encontramos en nuestro rumbo revolucionario?
Hemos
avanzado, no cabe duda alguna. Sin embargo, aún como economía capitalista,
precisamente por el fenómeno rentista, han quedado tareas heredadas en este
nuevo período de nuestra historia y que se yerguen como grandes desafíos.
Resumiéndolos, como cuestiones fundamentales que son, nos encontramos frente a
los siguientes retos:
EN
EL ÁMBITO ECONÓMICO
La
cuestión del mercado interno
En
efecto, el desarrollo económico de un país, pasa por su desarrollo industrial.
Éste, a su vez, depende en una primera instancia de las necesidades de la
población que van modelando, junto a las disponibilidades, el consumo. Pero la
satisfacción de estas necesidades, comenzando por las más elementales como son
las de una alimentación adecuada, la atención a la salud, el problema de la
vivienda, la educación y trabajo digno, depende de un sistema distributivo de
la riqueza de carácter progresivo. Como lo demuestra la experiencia histórica,
la formación del mercado interno no depende solamente del consumo directo de la
población facilitado por su positivo sistema distributivo, sino también del
consumo industrial.
La
cuestión agraria
Uno
de los primeros retos que encaró el proceso capitalista de los
llamados países avanzados, fue precisamente la
expansión del mercado interno como condición para su expansión industrial. Esto
comportaba resolver la conversión del campo, con un consumo industrial casi
inexistente, en un mercado de alta demanda de productos industriales. De allí
que la revolución agraria se convirtiera en el principal factor de expansión
del mercado nacional y en base para el despegue industrial. En efecto, la
mecanización de la tierra, el uso de la química y la petroquímica, el empleo de
la energía, de sistemas de regadío, la construcción de caminos y ferrocarriles,
así como la disposición de facilidades de financiamiento, provocaron varios
fenómenos simultáneos como una fuerte demanda de productos industriales que, a
su vez, generaba nuevas demandas, el incremento de la productividad en el campo
y, con ella, la "liberación" de fuerza de trabajo barata para el
despliegue industrial en las ciudades. Negocio redondo.
En
el caso venezolano, como ya fue explicado anteriormente, la transformación del
campo, pese a algunos progresos en la mecanización y fertilización de los
suelos, tuvieron un alcance muy limitado. Al mismo tiempo, los problemas de
ensilaje, de transporte, distribución y procesamiento de la agroindustria,
lejos de encontrar adecuada solución, dieron lugar a monopolios y a nuevas
formas de parasitismo, en este caso, afectando directamente a la población al
afectar severamente los precios de los alimentos y pagar precios a los
productores que muchas veces rozan los costos de producción dada la baja
productividad promedio de nuestra agricultura, desalentando así la producción
primaria. Atacar correctamente el problema de las cadenas productivas
agrícolas, que pasan inexorablemente por la agroindustria, implica nada más y
nada menos, que acercar el campo y la ciudad, cerrando en parte la brecha que
los separa y contribuyendo a la solución del enorme desequilibrio territorial
característico de nuestros días.
A
lo anterior, debe agregarse el problema de la propiedad de la tierra y de la
organización del trabajo. En cuanto a lo primero, la política de mero reparto
en que se convirtió la Reforma Agraria de los años sesenta, lo cual comportó la
compra de millones de hectáreas, convirtió al Estado en el mayor terrateniente
del país pues a los campesinos se les otorgaron títulos que prohibían la
transferencia de la propiedad. De hecho, ésta se mantiene en manos del Estado.
Medida en principio justa pero que, al carecer de otras medidas
complementarias, como la garantía del mercado, el apoyo técnico y financiero,
entre otras, provocó el abandono de la mayor parte de esas tierras y, en una
gran proporción, a la apropiación indebida por nuevos terratenientes privados
dando lugar a la aparición de nuevas formas de latifundio improductivo. El
segundo problema es de mayor complejidad pues se trata de avanzar
progresivamente en el desarrollo de una cultura cooperativista, superando la
mentalidad de pequeño propietario y de productor aislado lo cual es un freno al
incremento de su propia capacidad. Ello no comporta la eliminación forzada de
la pequeña propiedad y, mucho menos, la colectivización forzosa. La asociación
cooperativista, por su propia naturaleza, tiene que ser de carácter voluntario.
Formas más avanzadas de organización y de propiedad, serán el producto de la
experiencia y del desarrollo de una cultura colectivista entre los productores
del campo.
De
manera que la cuestión del mercado interno y su desencadenante, el problema
agrario, ocupan una indudable prioridad en la nueva fase de nuestro proceso
revolucionario. Los esfuerzos que vienen desarrollándose, con los logros
alcanzados en la recuperación de la frontera agrícola y los planes para su
expansión, aparecen así correctamente orientados. Nos hemos detenido brevemente
en ellos por el carácter condicionante que tienen en la Venezuela actual y
porque, además, su solución va a contribuir con el desarrollo
conjunto de la región en los procesos de integración pendientes.
El
régimen fiscal
El
estímulo al consumo directo de la población y con él, el estímulo al mercado
interno, así como a la producción, tiene un estrecha relación con adecuados y
eficientes sistemas fiscales, partiendo del conocido aforismo que dice,
"dime de quien recaudas tus impuestos y te diré en que los gastas y a
quien los diriges". Las políticas fiscales neoliberales se caracterizan,
entre otras cosas, por su carácter regresivo. So pretexto de estimular la
inversión y el consumo, reducen las tasas con que deben pecharse las grandes
ganancias, facilitando así su capitalización. Fue lo que ocurrió en Venezuela
con la política fiscal petrolera durante los tiempos de la
"apertura". Al reducirse la regalías y los impuestos, incrementar la
producción y deprimir los precios, la contribución petrolera sufrió una caída
abrupta. Unida a tales políticas fiscales, estuvo la política monetaria
caracterizada por las sistemáticas devaluaciones de la moneda. De tal manera,
la contribución del sector petrolero con el sector no petrolero, esto es, la
mayoría de la población, se tradujo en el impresionante incremento de la
pobreza.
En
el presente, se han introducido correctivos cuyos resultados comienzan a
apreciarse. En una visión integral de la economía nacional, sin embargo, se
hace necesario medir el correcto equilibrio entre las políticas fiscales y
monetarias que persigan, simultáneamente, el estímulo a la producción y su
diversificación y una justa distribución del ingreso.
La
cuestión financiera
LA
TESIS POLITCA DEL SOCIALISMO VENEZOLANO
El
proletariado nacional como estamentos al servicio del capitalismo globalizado
Así
vista la situación sociopolítica venezolana, actualmente no se puede considerar
exclusivamente como proletariado al sector obrero fabril de su población.
Este segmento del pueblo bien puede estimarse como el núcleo potencial de una
fracción mayor de la población empobrecida, que incluye por igual a los
habitantes del país que se han mantenido históricamente dentro de una economía
de subsistencia, marginados en los barrios urbanos y en las zonas rurales y
residuales del ecumene nacional, segregados de los enclaves de la modernidad
capitalista, conjuntamente con aquellos intelectuales, profesionales, artistas
y artesanos, asalariados o protegidos, que sólo cuentan con un sueldo o un
salario para su sobrevivencia.
Se
trata de un conglomerado cuyos componentes están muy separados social y
culturalmente entre sí. Esta última, una condición generada por el proceso de
aculturación progresiva, realizada por la acción combinada del colonialismo
español y el neocolonialismo practicados por las grandes potencias europeas y
los EEUU. Unas formas de dominación, que desde el ascenso del linaje de los
Borbones al trono de España, en el siglo XVIII, con la reforma administrativa
del régimen imperial, había implantado en nuestra América mestiza el
pensamiento mercantilista, concentrando la riqueza en la Corona; y, que
obtenida la independencia política en el siglo XIX, impusieron el pensamiento
liberal, que trasladó la acumulación de peculios a las burguesías nacionales,
que controlaban el capital convertido en el principal factor de producción.
Dentro
de este último marco ideológico se ha desarrollado desde 1830 la vida social y
política de este país y de los restantes países indoamericanos, con un
retardo significativo en el avance de sus poblaciones en el mundo de la ciencia
y la tecnología. Así se han incorporado a un “mercado exterior” que abarca
todos los espacios periféricos subdesarrollados, cuyas habitantes se han
convertido en “otras clases sociales” inferiores, quienes contribuyen al
proceso de acumulación de capital con su trabajo en la producción de insumos
para las industrias metropolitanas y el aporte de consumidores para sus
excedentes.
En
este sentido, es un hecho verificable la incapacidad para consumir la totalidad
de la producción de las sociedades desarrolladas, ni entre sus obreros que
realizan el capital variable, ni entre los capitalistas que sólo realizan parte
de la plusvalía que no es acumulada. Por ello resultan indispensables
para el desarrollo capitalista estas regiones y sus poblaciones que completan
la demanda para cerrar el ciclo económico. En nuestra realidad indoamericana,
y específicamente venezolana, esos sectores sociales, situados en los espacios
fronterizos del mundo desarrollado, y que conforman zonas de influencia de las
economías desarrolladas dentro del capitalismo privado o estatizado, no
constituyen clases sociales. Mantienen la estructura estamental
precapitalista, en la cual existe una pretensión, típicamente efectiva de
privilegios positivos o negativos en la consideración social, fundados en modos
de vida derivados de maneras formales de educación, y en un prestigio
hereditario o profesional. Por ello no puede extrañar la defensa
apasionada, y hasta irracional de sus privilegios positivos en materia de
status social, ejercitada por las capas medias de nuestra sociedad, durante la
etapa actual de la vida nacional, independientemente de la perdida de su poder
de disposición sobre bienes y servicios, y de sus formas de acción para la
obtención de las rentas e ingresos que lo posibilitan, debida a la
concentración monopólica y oligopólica realizada dentro del esquema del
neoliberalismo durante el último cuarto del siglo XX Justamente los
hechos que caracterizan la situación de clases propia de la sociedad
industrial capitalista.
El
proletariado venezolano y su grupo interno de unión, sujetos históricos de la
revolución.
En
ese contexto, los estamentos negativamente privilegiados, incluyentes de las
categorías arriba mencionadas, constituyen un proletariado en el sentido
clásico de la palabra. Aquel sector contributivo más bajo de la sociedad,
que por carecer de suficientes riquezas durante la civilización romana, se
consideraba que sólo tenía la fuerza de trabajo o de contribución de sus hijos
(proles) para el sostenimiento de la vida de la comunidad política. Sin
dudas, es ese proletariado el sujeto histórico de la revolución que se adelanta
en Venezuela desde 1999, que ha sustituido pacíficamente en el control del
poder del Estado a la coalición de estamentos positivamente privilegiados,
configurada a partir del llamado “Pacto de Punto Fijo”, liberando nuevas
fuerzas productivas, e iniciando una transformación de las instituciones
jurídicas, políticas, económicas, militares, sociales y culturales y de las
formas ideológicas que le corresponden. Un sujeto histórico en cuya
avanzadilla indiscutiblemente estuvo un segmento importante de lo que la
oligarquía dominante quería convertir en una casta militar, agrupado en el
Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR200).
Una
formación social -la militar- conformada, a manera de una “empresa”, por ciudadanos
libres convertidos en funcionarios, incorporados mediante contrato e
investidura de armas, remunerados con sueldos y prestaciones sociales
vitalicias y hereditarias, a cambio del juramento de fidelidad y obediencia a
las instituciones de gobierno, regidos por normas jurídicas especiales.
En otras palabras, fundidos en una única estructura burocrática, con lo cual
una sola elite –la burguesía propietaria del capital y en dominio del gobierno-
llegó a decidir sobre todas sus necesidades y problemas cotidianos, ya que los
medios técnicos que manejan se impondrían sobre sus fines y objetivos.
Dentro de ese marco se pretendió encerrar, como en una “jaula de hierro”, a los
soldados de la nación, privándolos de sus libertades ciudadanas, para que sirvieran
de “guardia pretoriana” de las clases propietarias controladas por las castas
privilegiadas de nuestra sociedad, conjuntamente con una burguesía cuyos
activos han sido producto –como se ha señalado- principalmente de la
apropiación de la renta petrolera. Positivamente, se trata de un
estamento profesional determinado por la forma de relación con el poder
establecido.
Dentro
de ese marco, el MBR200 fue una avanzadilla, uno de cuyos líderes, el
Comandante Hugo Chávez, se ha convertido en el conductor indiscutible del
proceso revolucionario. Una condición alcanzada por haber demostrado ser el más
capaz para servir a las grandes necesidades de nuestro pueblo en la actualidad,
porque ha visto más allá que los demás, y se ha empeñado con mas fuerza para
resolver los problemas planteados por el desarrollo anterior de la sociedad
venezolana, señalando las nuevas necesidades sociales planteadas por la
dinámica previa de las relaciones de producción, y asumido la iniciativa, en su
condición de Jefe del Estado, de satisfacer esas insuficiencias. En ese
contexto, Hugo Chávez y el MBR-200 se convirtieron en el grupo interno de unión
del proletariado venezolano.
La revolución
liberal burguesa, el socialismo y la hegemonía del capital
Pero
resulta innegable que la realización de una revolución demanda de unas
contracreencias que se opongan a la ideología dominante, la cual se impuso
progresivamente a través del control por los cultores del pensamiento liberal
de las instituciones de gobierno de los países integrados por la civilización
occidental, expandido aceleradamente a escala planetaria, especialmente por la
acción militar, por la ideología y la praxis de la plutocracia globalizada que
pregona el llamado neoliberalismo, durante la segunda mitad del siglo XX.
Se
trata de una contracultura que apareció en Inglaterra a mediados del siglo
XVII, durante las guerras civiles, al inicio de la revolución
científico-tecnológica, que señalaron la primera manifestación de la opinión
pública como factor importante en la vida política de los pueblos. Las
discusiones y polémicas desarrolladas en esa época por los movimientos
radicales, difundidas por panfletos impresos, fueron el antecedente inmediato
de lo que sería el socialismo, como tendencia antagónica al pensamiento
liberal, que tuvo como punto de partida significativo la acción de los llamados
“jacobinos”, durante la revolución política que desde Paris, Francia, sacudió,
al final del siglo XVIII, los cimientos del orden tradicional aristocrático que
caracterizaba las sociedades europeas de la época, sustentado económicamente
por la renta de la tierra.
Pasó,
en esa época de revolución, el control del poder de aquellos que dominaban la
tierra a los burgueses que tenían el control del capital productivo y
financiero que permitía el incipiente desarrollo de la producción
industrializada. Se trató de una verdadera revolución, como lo
reconocieron Carlos Marx y Federico Engels en el Manifiesto Comunista, cuando
señalaron que “la burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente
revolucionario”. Indicaron que donde quiera que ha conquistado el poder
ha destruido “las abigarradas ligaduras feudales (1) que ataban al
hombre a sus <superiores naturales> las ha desgarrado sin piedad para no
dejar subsistir otro vínculo entre los hombres que el frío interés, el cruel
<pago al contado>…..Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y
adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio”. Para
luego añadir que “la burguesía ha despojado de su aureola a todas las
profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso
respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al hombre
de ciencia, los ha convertido en sus servidores asalariados”. De modo que
para Marx y Engels, en esas condiciones, estas profesiones, y las nuevas
aparecidas por la evolución de la ciencia y la tecnología, ingresan a esa
condición de proletariado, dentro de la nueva situación de clases impuesta por
el modo de producción industrial-capitalista.
El socialismo
y el humanismo
Ese
socialismo, presente desde los albores de la revolución política que
condujo a la forma liberal del orden sociopolítico, en la cual los intereses
individuales se colocan por encima de los del Estado y del pueblo, como
conjunto social, o a la forma fascista, donde el Estado se coloca sobre los
individuos y el pueblo en su conjunto, es la más prístina expresión del
pensamiento humanista. Una corriente de ideas, que constituyó el aspecto
fundamental de lo que se ha conocido como el “Renacimiento Europeo”.
Momento histórico en el cual se reconoció el valor del hombre en su plenitud y
el intento de entenderlo en su mundo, que es el de la naturaleza y el de la
historia. Conocerlo como un ser vivo, cuya existencia deviene en el marco
de la conducta que estudia la biología, modificada por las cualidades
intelectuales de esta especie animal que lo capacitaron para construir un mundo
artificial representado por las civilizaciones.
Allí
aparece la primera y fundamental contradicción presente en el ser
humano: el conflicto entre natura y cultura, que en cierta forma explica el
devenir histórico. Es la lucha, incluso interna del individuo, que
enfrenta a la razón con el instinto. Una confrontación que tiene su
expresión sociopolítica en cada momento de la historia, en donde se
oponen los conservadores, que siguen la fuerza de la inercia
prevalentemente instintiva, con los innovativos, que visualizan estadios
superiores para la vida humana. Es gracias a ese enfrentamiento, que
forma parte de la competencia existente en el ámbito natural, como se
establecen relaciones dialécticas en el mundo físico, las cuales
explican y facilitan la predicción de la evolución de la materialidad, y
en particular la de la especie humana en el camino hacia su ascenso.
Una
vía que supone la superación de las condiciones de rivalidad, impuestas por la
existencia habitual, en las cuales sobreviven sólo los más aptos. No es
este socialismo un planteamiento metafísico, y por lo tanto utópico, como el
expresado por cierto humanismo cristiano, desarrollado a partir de los
evangelios de Jesús de Nazareth, dentro de una ética idealista de las virtudes
del hombre. Es un socialismo, basado en los conocimientos sobre la
conducta de la realidad material, obtenidos por la explosión experimentada por
el mundo de las ciencias, donde las creencias, las tradiciones y las
costumbres, por ser producto de la actividad fisiológica del ser humano,
integran esa materialidad.
Es
una visión que se sustenta en una ética de los motivos, en la cual el
mantenimiento de la vida, en términos generales, y de la especie humana,
específicamente, es la razón de ser de la existencia del hombre. Es esa
contradicción sociopolítica la que se ha expresado en la lucha de clases
planteada en la modernidad, caracterizada por el dominio del modo de
producción capitalista, en su esencia conservador, pues en su fondo responde a
la teoría biológica de la evolución de las especies.
Un
socialismo científico sustentado en la historia y la sociología, que en el
momento de su concepción planteaba la transformación de la estructura feudal de
las sociedades europeas, de base estamental, en una estructura de clases, donde
la confrontación esencial enfrentaba a unas masas proletarias, concretadas en
la clase obrera, “unidas solo -según Marx- por el sentimiento de las
penalidades comunes, poco desarrolladas, no sabiendo que partido tomar en
definitiva y cayendo desconcertadas unas veces en el entusiasmo y otras en la
desesperación”. Una situación que no es la existente actualmente en
nuestro proletariado, unido por la conciencia de sus necesidades comunes, pero
que si se manifiesta en quienes han pretendido ser sus dirigentes, en la última
etapa del imperio de la burguesía en el país, divididos por la fuerza de los
usos, que los impulsan a conservar los pocos espacios de poder que
conquistaron.
El socialismo indígena base del humanismo venezolano
Esas ideas socialistas llegan a nuestro continente indoamericano, casi simultáneamente
con el hecho histórico de la guerra de independencia, y le dio sentido a las
contradicciones fundamentales que caracterizaron las luchas intestinas que han
venido desarrollando los pueblos mestizos de este espacio del planeta durante
los siglos XIX y XX, y continúan marcando nuestra contemporaneidad. Unas
luchas, que en nuestro caso particular, tienen inspiración en las raíces
culturales de las etnias indígenas que han habitado el territorio de lo que es
hoy Venezuela, las cuales contribuyeron con sus vientres a producir ese pueblo
mestizo, no sólo desde el punto de vista biológico sino desde la perspectiva
cultural, que hoy representa la mayoría determinante de nuestra población.
Unos
agregados sociales perfectamente diferenciados que han persistido hasta la
actualidad, gracias a una resistencia a la aculturización, al inicio realizada
de manera activa, y posteriormente de manera pasiva, negándose a incorporarse a
la sociedad occidentalizada que domina el país, mediante el mantenimiento, en
virtud de su relativo autoaislamiento y el empleo continuado de sus idiomas,
costumbres, creencias y usos económicos.
Es
su condición histórica de pueblos fronterizos, limítrofes con
civilizaciones avanzadas, la que caracteriza su desarrollo cultural En la
época precolombina en el espacio externo inmediato a la gran civilización
incaica. En la actualidad en los espacios residuales del país, sometido a
la cultura occidental Es esa condición lo que les ha proporcionado el
sentido de la libertad y les ha mantenido la percepción de igualdad.
Ambos valores, son los fines que han animado esa oposición a la adopción de los
propios de los pueblos civilizados, con culturas elaboradas, que a través del
desarrollo de modos de producción cada vez más eficientes, han generado esos
procesos de jerarquización que sumen a las grandes mayorías en situaciones de
pobreza y de miseria, no sólo material sino espiritual. Un estado que las
mantienen en la escala inferior del orden de las sociedades, en la simple condición
de fuerza de trabajo.
Las
culturas, que aun hoy manejan nuestras etnias aborígenes, desarrollaron formas
de propiedad y de producción colectivas, las cuales están hoy en los
fundamentos del socialismo científico, y que indiscutiblemente influyeron en
las castas negativamente privilegiadas que conforman esas “masa escindida y
diferenciada” por localidades y ocupaciones funcionales, que constituyen el
grueso de la población del país. Sin dudas, esos valores de la libertad,
la igualdad y la solidaridad, propios de las culturaras de nuestras etnias,
fueron estimuladores de las rebeliones y sublevaciones populares que jalonan la
historia del país y el proceso de integración nacional. Pero se ha
tratado de un socialismo primitivo, incapaz de tener conciencia de la
marcha de la historia que ya empezaba a perfilarse con el advenimiento de los
nacionalismos y el establecimiento del mercantilismo que permitía el
enriquecimiento de los estados metropolitanos, sometidos al régimen del
absolutismo monárquico.
Bolívar
antiimperialista
Poca
discusión provoca hoy en día la afirmación que sostiene el papel de agente
provocador jugado por la Sociedad Patriótica en 1810 y 1811, en la producción
de la revolución que instauró el régimen republicano en lo que hasta el momento
era una repartición militar de las colonias españolas en América: la Capitanía
General de Venezuela. Como tampoco induce al debate el hecho de que el
espíritu libertario e igualitario de esa asociación, compuesta de hombres y
mujeres, blancos y pardos, avanzados para su época, influyó en el animo de
quien sería el líder político y militar de la guerra libertadora, Simón
Bolívar. Gran conductor de la lucha anticolonial que facilitaría la
independencia de una gran porción de los pueblos indoamericanos e,
impulsor de su integración, mediante la convocatoria del Congreso Anfictiónico
de Panamá, en una confederación de naciones que tendiese a borrar las
desmembraciones de unas sociedades unidas por una cultura y una historia común.
Un
fraccionamiento causado por los nacionalismos, regionalismos y localismos
impuestos inicialmente por el mercantilismo, y al momento de la separación, por
el capitalismo dentro del modelo del neocolianalismo. Una nueva forma de
dominación de los pueblos periféricos destinada a mantenerlos en su condición
de subdesarrollo. El estado necesario, como se señaló, para completar el ciclo
económico, en la cual se convierten en proveedores de materias primas, y en
consumidores de bienes manufacturados, incluyendo herramientas y maquinarias
para la producción masiva de bienes de consumo de los cuales son deficitarias
las metrópolis, o que provienen de industrias altamente contaminantes.
Dentro de estas circunstancias puede ubicarse a Bolívar como creador de la
política y la estrategia anticolonial, al luchar por la liberación de los
pueblos sometidos a la dominación de los más fuertes.
Su
campaña liberadora en Sur América, conjuntamente con sus acciones orientadas
hacia la integración continental, despertaron los recelos del Imperio en
ciernes que alimentaba la implantación del capitalismo industrial en
Norteamérica. Es así como paralelamente a este esfuerzo bolivariano, la
Federación que agregó a los pueblos blancos, anglosajones, protestantes
establecidos en esta región del mundo, adoptó una política aislacionista, a
través de la llamada Doctrina Monroe, con respecto a los poderes coloniales
tradicionales europeos. Una conducta que no solamente perseguía alcanzar
un alto desarrollo económico, que suponía la conformación de un mercado interno
que integrara el espacio bajo su dominio y su población, sino el logro de una
seguridad estratégica que le minimizara los riesgos de la competencia de otros
centros de poder. Más ese confinamiento no incluyó su segregación de los
pueblos indoamericanos del continente del Sur y de las zonas de transición del
istmo centroamericano y del archipiélago de Las Antillas. Sus dirigentes
consideraban estos espacios como fuentes de amenaza, por la presencia en ellos
de las viejas metrópolis coloniales y la posibilidad del desarrollo de un nuevo
polo de poder.
Para
1829, cuando Bolívar en carta al Coronel inglés Patricio Campbell, redactara su
conocido comentario sobre los EEUU como “predestinados por la Providencia para
plagar la América de miserias a nombre de la libertad”, con poco espacio para
la duda tenía conciencia del futuro imperial de esta nación. En la propia
misiva mencionada, es claro que El Libertador había captado una conspiración
contra la unidad suramericana, y su aislamiento de los poderes europeos, en la
proposición que Campbell le hiciese, por lo que pareciese fue una sugerencia
del Ministro inglés residente en Washington, de declarar como su sucesor a un
príncipe europeo. Señala Bolívar los celos de Inglaterra si el elegido
fuese un Borbón, para luego añadir “Me parece que veo una conjuración general
contra la pobre Colombia (una situación que se reproduce en la actualidad
contra Venezuela), ya demasiada envidiada de cuantas repúblicas tiene la
América. Todas las prensas se pondrían en movimiento llamando a una nueva
cruzada contra los cómplices de traición a la libertad, de adictos a los
Borbones y de violadores al sistema americano. Por el Sur encenderían los
peruanos la llama de la discordia; por el Istmo los de Guatemala y México, y
por las antillas los americano y los liberales de todas partes. No se
quedaría Santo Domingo en inacción y llamaría a sus hermanos para hacer causa
común contra un príncipe de Francia. Todos se convertirían en enemigos
sin que la Europa hiciera nada por sostenernos, por que no merece el Nuevo
Mundo los gastos de una Santa Alianza (léase hoy la OTAN); a lo menos
tenemos motivos para juzgar así, por la indiferencia que se nos ha visto
emprender y luchar por la emancipación de la mitad del mundo, que bien pronto
será la fuente más productiva de la prosperidad europea”.
Sin
dudas le era claro que esa conspiración estaba destinada a impedir la
unificación del Continente del Sur, considerándola como una amenaza a las
ambiciones imperiales que ya claramente mostraba. La inscripción que
llevan los dólares usamericanos –“En Dios Confiamos”- es posiblemente el
mejor indicativo de lo que es dicha nación como legataria del puritanismo
calvinista que impulsó la revolución burguesa. La creencia en Dios,
relacionada con el dinero y el poder, en cierto sentido identifica la conducta
internacional que ha caracterizado a esa comunidad política. Sus acciones
de hecho, realizadas en forma de cruzadas, llevan a coincidir con el Jefe sioux
Lutero Oso Parado, quien dijo “Y si el papel de la civilización es mutilar,
robar y frustrar, entonces ¿qué es el progreso?” Pero lo asombroso de esa
misiva es el hecho del conocimiento de El Libertador sobre la sociología
política. La situación por él descrita en ese mensaje, casi se reproduce
hoy exactamente en las circunstancias revolucionarias que caracterizan la vida
actual de nuestro pueblo.
No
es dado pensar que el proyecto bolivariano de unificación de los pueblos
indoamericanos y caribeños, ya esbozado por Miranda y hoy impulsado por la
revolución venezolana, respondía a la intención de crear un Imperio, para
competir con los existentes. La adopción de la figura de la Confederación como
modo político de integración, ya es una negación de esta posibilidad.
Esta forma de asociación mantiene la soberanía de los pueblos, ya que sus
fines, al contrario de lo que ocurre con las federaciones, son realizados por
los órganos de poder de cada uno de los estados miembros de la
asociación. Y fue esa la idea central de las instrucciones dadas a don
Joaquín Mosquera cuando fuese designado como plenipotenciario ante Perú, Chile
y Buenos Aires con el fin de obtener la celebración de tratados de Unión, Liga
y Confederación. Decían las referidas disposiciones, “Esta Confederación no
debe formarse simplemente sobre los principios de una alianza ordinaria para
ofensa y defensa….; es necesario que la nuestra sea una sociedad de naciones
hermanas, separadas por ahora y en el ejercicio de su soberanía por el curso de
los acontecimientos humanos, pero unidas, fuertes y poderosas para sostenerse
contra las agresiones del poder extranjero….” (Cursivas nuestras).
De
estas manifestaciones, se deduce, que estaba claro en la conciencia de El
Libertador, tanto el hecho de la imposibilidad de realizar una revolución
aislada y sin capacidad de defensa, como la necesidad de la paz para la
realización de las transformaciones necesarias para lograr las sociedades
justas que aspiraba en este espacio del planeta. Tan clara era su
aspiración de paz que en carta dirigida al General Francisco de Paula
Santander, el 20 de junio de 1820, le diría “el primer día de paz será el
último de mi mando”. Desde luego ya el pensamiento humanista desarrollado
desde Hobbes hasta Kant era conocido por Bolívar, quien entendía que tal
estado de paz no es una situación natural, dado que la vida biológica la
dinamiza la selección natural, sino que debe ser construido, es producto de la
civilización. Y en ese sentido la edificación de la Confederación
Indoamericana lo consideraba como un camino para la paz. Con su sentido
práctico, concibió lo que hoy llamamos un mundo multipolar, donde el
balance de poder entre regiones geoestratégicas fuertes y unidas internamente,
entre las cuales figuraría el ámbito indoamericano, se disuadan mutuamente en
lo relativo al uso de la violencia y deban recurrir en consecuencia al diseño
de un derecho internacional que garantice la paz. La condición necesaria
y suficiente según Kant, para lograrla.
La visión bolivariana
de la igualdad
Pero
esa visión bolivariana, que en el léxico de hoy en día pudiese calificarse como
“mega”, al abarcar todo el ámbito humano, con lo cual se convirtió en un grande
hombre a escala universal, no lo apartó de la percepción específica de los
pueblos concretos, y en particular de aquellos que pretendía integrar en su
proyecto inicial, materializado en la conformación de lo que sería su
aspiración práctica, la institucionalización de Colombia, la grande. En
su celebre discurso de Angostura, del 15 de febrero de 1819, El Libertador
sostenía que “Los ciudadanos de Venezuela gozan todos por la constitución,
interprete de la Naturaleza, de una perfecta igualdad política. Cuando
esta igualdad no hubiese sido un dogma en Atenas, en Francia y en América,
deberíamos nosotros consagrarlo para corregir la diferencia que aparentemente
existe. Mi opinión es, Legisladores, que el principio fundamental de
nuestro sistema depende inmediata y exclusivamente de la igualdad establecida y
practicada en Venezuela. Que los hombres nacen todos con derechos iguales
a los bienes de la sociedad, esta sancionado por la pluralidad de los sabios;
como también lo está que no todos los hombres nacen igualmente aptos a la
obtención de todos los rangos; pues todos deben practicar la virtud, y no todos
lo practican, todos deben ser valerosos, y todos no lo son, todos deben poseer
talentos, y todos no lo poseen. De allí viene la distinción distintiva
que se observa de la sociedad más liberalmente establecida. Si el
principio de la igualdad política es generalmente reconocido, no lo es menos el
de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a los hombres
desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las Leyes
corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad, para que
la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una
igualdad ficticia, propiamente llamada política y social”.
Se
trata de una igualdad, sin la cual es impensable la libertad y la paz, que se
reconoce como parte de la cultura, que no existe en natura, y, por lo tanto es
una construcción humana, como lo es el socialismo en sí. Una igualdad que
es consustancial con esta corriente de pensamiento que es producto del esfuerzo
creador del proceso civilizatorio. Pero no cae en el error de pensar que
puede ser impuesta por la fuerza a través de la dictadura del proletariado,
ejercida por una nueva modalidad de absolutismo, que fuese bautizada por las
fuerzas reaccionarias, como totalitarismo. Reconoce las diferencias
naturales entre los hombres en razón a sus rasgos específicos, que le dan un
estatus social, que en la visión actual del socialismo solo incrementa sus
responsabilidades hacia la sociedad en la cual actúa, compensada por el precio
de su aporte al desarrollo socioeconómico producto de su acción social.
De modo que tiene que encontrarse en las motivaciones de Bolívar, un profundo
contenido ético, y un análisis sistematizado de los mundos en los cuales se desarrolla
el género humano.
Moral y luces
como instrumento de la revolución
Es
incuestionable en el pensamiento de El Libertador, el hecho de la necesidad de
la formación de la conciencia del ciudadano, que ha sido expresado
magistralmente en la manida, pero incumplida frase de “moral y luces son
nuestras primeras necesidades”. Se adelantó así el Padre de la Patria, en
casi medio siglo, a las reflexiones de Carlos Marx que la consideraba como
necesaria para la conformación de la comunidad socialista, cuyos integrantes deberían
tener “conciencia de sí y para sí”. Una conciencia que para Marx y Engels
“no puede ser otra cosa que el ser conciente…y el ser de los hombres es su
proceso de la vida real”. Colocado este concepto en los términos de la
sociología actual, el corresponde a la noción de socialización. Un
vocablo que incluye la integración del individuo en la sociedad mediante un
proceso de aprendizaje, fundamentalmente realizado de manera informal por su
interacción con sus semejantes, especialmente mediante las relaciones
establecidas por la función social de producción, pero con una dirección
proporcionada por una educación formal orientada por las ideas de igualdad,
libertad y solidaridad que son los valores característico de la comunidad
socialista.
Es
esa socialización la que provee la moral y las luces imprescindibles para la
construcción del socialismo. Ella proporciona lo que Hegel denomina “el
espíritu de la nación”, y para los impulsores del socialismo científico es la
“conciencia de clase”. Una conciencia “que es de antemano un producto
social, y lo seguirá siendo mientras existan seres humanos”, que exige el
conocimiento del mundo inmediato que rodea al individuo, y de la naturaleza de
los nexos limitados con otras personas y cosas, fuera del individuo conciente
de sí mismo. En ese marco, quizás no hay un pensador indoamericano,
abiertamente socialista, que marcase el camino para la construcción de la
conciencia indoamericana, y venezolana en particular, que Simón Rodríguez.
Señala
Robinsón, refiriéndose a los padres de las revoluciones, que “por mas que
(ellos) declamen contra el despotismo, los pocos hombres que sienten
su peso, tendrán que soportarlo, mientras hagan parte de un pueblo que
lo soporta sin sentirlo.- Sí no pueden dejar de pertenecer al Pueblo,
trabajen para sacarlo de la abyección, y ascenderán con él a la dignidad que
desean……Que por más que se trabaje en desimpresionar a los pueblos de la idea
que tienen formada de su suerte, nada se conseguirá, sí no se les hace sentir
los efectos de una mudanza…….Se discurre, se promete, se hermosean las
esperanzas…¡pero nada de esto se toca! El hombre sencillo no gusta
de hipótesis, por que no sabe suplir (…talvez no puede…) Procédase de
otro modo. Educación Popular. Destinación a ejercicios útiles.
Aspiración fundada a la propiedad”.
Con
ello sugería Rodríguez el método socializador para crear “el espíritu de la
nación”, y la “conciencia de clase”. Una conciencia que en la modernidad
capitalista está definida por la capacidad de provisión de bienes, el status
social y el destino personal, derivado del orden económico vigente; del poder,
o la carencia de él, de adquirir bienes y servicios; y, de sus
posibilidades para lograr ingresos para elevar su calidad de vida. En
otras palabras, para su ascenso humano, entendido como superación de la pobreza
y miseria, que caracteriza su existencia, en comparación con la de aquellos,
que por la acumulación del capital, ejercen un dominio despótico, a través del
ejercicio del poder, sobre el Pueblo en su conjunto, y, en especial, sobre el
proletariado.
Un
proletariado segmentado en castas, por la acción combinada de una propaganda
difundida a través de los medios de comunicación masiva, bajo su control; y, la
praxis derivada de las relaciones laborales en las empresas privadas y
estatales manejadas con la mentalidad capitalista, orientada hacia la utilidad,
traducida en lucro personal. Se enfrenta así, ese proletariado
venezolano, profundamente fraccionado, con un sector burgués internacionalizado
por un mercado globalizado, con conciencia de sí y para si, que mediante una
estrategia divergente, enfrenta la resistencia de las distintas facciones,
anulando la fuerza superior moral y material derivada de sus legítimos
intereses de clase.
Es una confrontación que en la actualidad no se limita al enfrentamiento de la
clase propietaria nacional, cuya existencia, en gran medida, es el resultado, como ya se anotó, de
la apropiación de la renta petrolera, derivada del control ejercido sobre las
instituciones de gobierno del Estado venezolano. Corresponde al
enfrentamiento con la burguesía planetizada, de la cual la propia es parte
integral por haber perdido “el espíritu nacional” -a diferencia, por ejemplo de
la burguesía europea- que usa como medio el poder acumulado por los EEUU, cuyo
régimen, y en especial el aparato militar, controlado por el llamado “complejo
industrial-militar”. Un componente globalizado, dado que la industria
militar es una empresa capitalista que se ha convertido en centro de la
planetización del mercado, que incluye a los restantes países
capitalisticamente avanzados, que aun cuando no tengan participación directa en
la producción militarista, dependen de la expansión productiva de las economías
nacionales, inseparables hoy en día de la producción dedicada a fines
bélicos. De allí que la guerra es un negocio, que puede implicar el fin
del capitalismo, y del Imperio que ha construido, ya sea por la destrucción de
la vida en el planeta, por el poder demoledor de los medios utilizados para su
desarrollo, o por el agotamiento de las fuerzas morales y físicas de los
pueblos que las impulsan.
El socialismo
pequeño burgués y el fraccionamiento del proletariado
Ese
socialismo iberoamericano, incuestionablemente vinculado al pensamiento de
Simón Rodríguez, con contribuciones sustantivas de personalidades como las de
la peruana Flora Tristán, o las de los argentinos Estaban Echeverría y Domingo
Faustino Sarmiento, o la de peruano Francisco Arcos Arlegui, o el brasilero,
General José Ignacio Abreu e Lima, prócer de la independencia venezolana,
quienes han sostenido, que para el desarrollo del socialismo como cultura, sólo
es necesario el desarrollo del “espíritu nacional” y “la conciencia de clase”
mediante el cambio de la mentalidad de los individuos. Pero su actuación
fue tímida. Ni siquiera se aventuraron a promover experiencias sociales
famosas, como las iniciadas por el inglés Robert Owen y los franceses Claude
Henry de Rouvroy, conde Saint Simon, y Charles Fourier, ideólogos del
socialismo utópico, que animaron fabricas de producción social; colonias
experimentales; cooperativas de producción, distribución y, consumo;
conjuntamente con la formación de sindicatos que defendían los intereses de los
obreros. No intuyeron estos intelectuales, que más que las ideas puras
abstractas, con fuerte contenido moral, que en cualquier manifestación forman
parte de la superestructura de las sociedades, que las estructuras reales de
las comunidades políticas son el resultado de las relaciones de producción
definidas por el modo de producir dominante en su seno.
De
allí que no pudiesen impulsar experimentos que sirviesen de modelo para
justipreciar las formas sociales de producción, a fin de compararlas con las
empresas privadas y estatales de inspiración capitalista. El único
experimento de esa naturaleza, en nuestra Patria,
fue el emprendido por Agustín Codazzi, con la colaboración, del Conde Martín
Tovar Ponte, que establece en la cordillera de la Costa, en su sección actual
aragüeña, una comunidad alemana de 387 personas, del tipo falansterio
–nombre derivado de la “phalange” fourierista- en donde no había entre sus
miembros otros instrumentos de cambio que el trabajo de campo y en la
construcción de casas y de caminos, trabajos en gran parte ejecutados en forma
colectiva. Se estableció allí un Consejo Comunal mediante
elecciones libres y espontáneas, se editó un boletín bilingüe, se contó con
asistencia médica, se llevó adelante un estudio de los cultivos y de las técnicas
agrarias apropiadas, se organizaron la escuela para todos los niños, un almacén
general, un sitio para el culto, y las empresas industriales de la alfarería y
el molino, que la configuraban como unas empresas sociales productivas.
Es
una experiencia presente aún en nuestra realidad, aunque muy deformada por la
influencia liberal, que no cumplió su cometido de servir de modelo para
racionalizar la economía nacional. Esta relación entre el modo de
producción y la estructura social, que define de hecho las superestructuras de
la comunidad política, es una realidad reconocida por la moderna sociología,
que vincula el cambio social a las transformaciones científico-tecnológicas que
definen la naturaleza de las herramientas utilizadas para la producción de
bienes y servicios; y, por lo tanto, las vinculaciones entre los factores de
producción, la tierra, el capital y el trabajo. Tan sólo en nuestro caso,
pensadores como Fermín Toro y José María Baralt, cuyos trabajos son poco
conocidos en nuestro medio y en el mundo indoamericano en general, llegaron a
comprender estas condiciones, incluso adelantándose a los creadores del
socialismo científico.
No
sería sino hasta la segunda década del siglo XX, cuando se materializa un
movimiento comunista en Venezuela, que corresponde a las ideas de la III
Internacional de esa corriente política, que se introducirían las
consideraciones económicas, que están en la base del orden social
extremadamente jerarquizado de nuestra comunidad política. Un hecho
que daría lugar, por un lado a la actuación de una corriente revolucionaria, y
por el otro, a una corriente reformista, escudada en un socialismo
pequeñoburgués, inscrito en el movimiento socialdemócrata internacional, que
incluye profesionales liberales, pequeños propietarios de industrias y
asentamientos rurales, artesanos, pequeños comerciantes, y obreros de las pocas
empresas industriales existentes para la época. Se constituyó así una
clase social, dividida en castas, por consideraciones profesionales, que ha
oscilado entre el proletariado y la burguesía, pero cuyos miembros se han visto
finalmente arrojados a las filas del proletariado, por el desarrollo del
capital monopólico y oligopolico internacionalizado, que los ha venido
desplazando, demostrando los efectos destructores de la división del trabajo.
Un reformismo que para la década de los 60, ya estaba dominado por la burguesía
internacionalizada, y su contraparte venezolana, en el marco del consenso de
elites, ya mencionado como Pacto de Punto Fijo. Se produjo en esta
oportunidad un movimiento subversivo de naturaleza revolucionaria y socialista,
que fue derrotado fácilmente por la acción combinada de la brutalidad de la
represión, que en nada se diferenció de la ejercida por las dictaduras militares
del Cono Sur, y la escisión del proletariado nacional. Un proletariado
que sólo se unió cuando la crudeza de esa represión, y la pobreza en ascenso,
amenazaron con un descenso acelerado de sus niveles de vida, producto de lo que
se podría considerar como el “derrame” de la renta petrolera.
Es
cierto, que la reacción de las fuerzas conservadoras, nacionales e
internacionales, ha despertado el “espíritu nacional” de la mayoría de
los venezolanos. Pero también es verdad que continúa seccionado en
múltiples movimientos políticos y sociales, a la vez con graves escisiones
internas, impidiéndose de esta forma la conformación de una “conciencia
de clase” que proporcione la fuerza para enfrentar la acción de las fuerzas
reaccionarias.
El fracaso
del socialismo de transición del General Zamora
Fue
un proceso hacia el dominio del capital en la vida venezolana que ni siquiera
modificó el movimiento que liderizó el General Ezequiel Zamora. Un gran
hombre influenciado por las ideas del llamado socialismo de transición, diseñado
por Pierre-Joseph Proudhon, Louis Blanc y, Auguste Blanqui, entre otros.
Su pensamiento, casi seguramente influenciado por su cuñado, Juan Caspers, un
alsaciano bien informado del acontecer europeo de la época, lo convirtió en un
dirigente político regional del Partido Liberal, que como organización
opositora a las fuerzas conservadoras, polarizó la vida nacional. Fue
Zamora, con poco espacio para las dudas, quien materializó lo que puede
inscribirse como una lucha de clases entre la oligarquía conservadora, en
dominio de la economía y la política nacional, y un proletariado, de la misma
naturaleza que el actual, unificado por razones similares a las que han
permitido solidarizarlo en la actualidad.
No
obstante, aunque las publicaciones políticas de la época (década de los 50 del
siglo XIX) incluyeron comentarios sobre la injusticia predominante, sobre la
mala distribución de la tierra y sobre la explotación del pueblo por los
“godos”, no formularon ninguna proposición destinada a liberar las fuerzas
productivas existentes en el país para impulsar su desarrollo económico y
social, como tampoco lo hiciesen, en esa misma época, aquellos socialistas de
transición que impulsaron el 18 de Brumario de Luis Bonaparte en Francia.
De modo que al debilitarse la fuerza revolucionaria que condujo la guerra
federal, por su fraccionamiento en milicias estadales bajo el control de
caudillos locales, se abrió paso para la restauración de la aristocracia y la
burguesía que hegemonizaron la vida del Estado al inicio de la IV
República. Se mantuvo la unidad del Estado en esa etapa histórica de
Venezuela por un mecanismo de balance de poder entre los caudillos
regionales, el cual sólo dejó como resultado un igualitarismo, que como ideología,
sin correspondencia con la realidad, sirvió de base para el restablecimiento
del liberalismo económico, ligado a los circuitos económicos de las metrópolis
capitalisticamente avanzadas, y en las últimas décadas del siglo XX, a la
burguesía internacionalizada por la política económica impuesta por el Fondo
Monetario Internacional, bajo su control.
La fuerza
militar y el socialismo venezolano
Pero
la propia guerra civil permitió la formación de un ejército revolucionario de
base popular, que al igual que el Ejército Libertador, impulsó el cambio
político, que aun cuando desdibujado por la penetración de las fuerzas
conservadoras en el régimen de gobierno de la sociedad, mantuvo a la fuerza
militar, reorganizada a principios del siglo XX como un producto de la
movilización de la sociedad para defender al Estado de la reacción conservadora
nacional e internacional. La oposición violenta en el plano doméstico
expresada mediante la llamada “Revolución Libertadora”, y en el plano
internacional por el bloqueo al país por una coalición anglo-alemana.
Efectivamente, fue a partir de una milicia provincial institucionalizada,
conformada a sus inicios por las fuerzas irregulares cooptadas por el
liberalismo rehabilitador, como se estructuraron las fuerzas militares del
Estado venezolano contemporáneo. El aparato de guerra diseñado por el
General Cipriano Castro que pretendía recuperar el planteamiento político de la
lucha de clases, dentro del marco del socialismo de transición.Esa
visión del socialismo que no fue el resultado de la dialéctica entre las
fuerzas conservadoras de la sociedad y las innovativas, sino la consecuencia de
la acción de un solo individuo –un gran hombre- que dirigió una fuerza
que es el efecto de un desarrollo histórico anterior.
Positivamente,
tanto el Ejército Libertador, como las fuerzas revolucionarias que participaron
en la guerra civil (1859-1863), vencieron a las fuerzas militares conservadoras
convertidas en casta. Y si el Ejército Libertador se disolvió para darle
espacio a una fuerza pretoriana al servicio de las clases propietarias, no
ocurrió lo mismo con las fuerzas revolucionarias de Zamora. Ellas se
fraccionaron, pero las milicias regionales que se conformaron mantuvieron su
carácter popular. Un carácter que persistiría en la Fuerza Armada
institucionalizada a lo largo de las siete primeras décadas del siglo XX.
Se ha tratado de un fenómeno producto del reclutamiento de sus tropas y cuadros
de mando, dentro del concepto del servicio militar obligatorio, de los sectores
negativamente privilegiados de la sociedad. En control del poder, los
miembros de la burguesía, a diferencia de la vieja aristocracia propietaria de
la tierra, han detestado el oficio de las armas, colocándolo en una posición
subalterna a la estructura de la “sociedad civil”, que ya empezaba a perfilarse
como ámbito de una concepción excluyente de la sociedad que sólo considera como
ciudadanos a quienes contribuyen financieramente con el sostenimiento de la
comunidad política.
Se
mantuvo así la defensa estratégica del país, como una función social –que
supone la fusión cívico-militar-, lo que la oligarquía conservadora convirtió a
principios del siglo XIX en una tarea corporativa en el lapso entre 1830-1863,
y el consenso de elites puntofijista trataría de restablecer durante las tres
últimas décadas del siglo XX, dentro del marco del Tratado Interamericano de
Asistencia Reciproca que serviría a los intereses de la burguesía
transnacionalizada. Es esta condición la que explica el papel de
avanzadilla revolucionaria que ha jugado, fundamentalmente, el MBR-200, que ha
impulsado con fuerza la idea del ciudadano-soldado, así como también todas las
intervenciones de facciones militares, realizadas en compañía de fuerzas
civiles progresistas, durante el siglo XX.
La necesidad
del partido de la revolución
No
se puede negar que en los procesos revolucionarios que le dieron la
independencia política al pueblo venezolano, y luego sustituyeron el
centralismo político unificador por la federación pluralista, fueron el
resultado de la acción de la porción más conciente de los sectores no
privilegiados de la sociedad convertidos en avanzada. Ellos acompañaron
macizamente a una relativamente reducida porción de la elite, que con una conciencia
humanista, bajo la conducción de un líder, actuó como avanzadilla de la
avanzada, en el sentido militar de ambos términos.
Positivamente,
esa multitud se conformó como una fracción de tropas que se destaca a
vanguardia y a distancia del cuerpo principal al fin de observar al enemigo y
combatir sus posiciones avanzadas, mientras la Sociedad Patriótica, que colocó
a Simón Bolívar como líder, y el Partido Liberal que escogió a Ezequiel Zamora
para la conducción militar de la revolución, se ubicaron en las dos situaciones
como avanzadillas, avanzada de la avanzada. Pequeñas segmentos que se
adelantaron más y sirvieron de comunicación y apoyo para las primeras líneas de
las avanzadas. Sin dudas, las avanzadillas en ambas situaciones conocían muy
bien al adversario. Tenían conciencia de la naturaleza de avanzada de los
terratenientes que servían a los intereses de las burguesías dominantes
emergentes en las grandes potencias industrializadas.
Pero
la avanzada sólo percibía las posiciones adelantadas del adversario, que debían
eliminar para lograr la victoria. En esas condiciones, aun cuando la
avanzadilla planteaba la lucha de clases contra la hegemonía creciente de la
burguesía a escala planetaria, la confrontación la planteó de hecho la avanzada,
enfrentando a los terratenientes que controlaban directamente al país.
Convirtieron esas confrontaciones en guerras campesinas, en las cuales el
dominio de la tierra pasó a ser su objetivo político, en una Venezuela de esos
tiempos, en donde las sublevaciones contra el régimen, y las teorías políticas
de la época, no eran el factor desencadenante de las contiendas. Ellas
eran la consecuencia del grado de desarrollo en el cual se encontraba el país,
caracterizado por una agricultura extensiva; sin ningún progreso industrial
significativo; carentes de vías de comunicaciones terrestres y fluviales, que
conectaran el centro político con su periferia; con un comercio orientado a la
exportación de materias primas de origen agrícola; y, la circulación del dinero,
expresado en monedas extranjeras, era restringida a las castas privilegiadas y
a la burguesía incipiente.
En
esas condiciones, un campesinado segmentado, como lo esta ahora el
proletariado, entre aquellos sometidos a la servidumbre directa de los terratenientes,
los arrendatarios y los pequeños propietarios (conuqueros), desorientado,
dentro de una ideología igualitaria sin correspondencia en la práctica, como se
anotó, fue fácilmente desbandado, permitiendo a la reacción conservadora la
recuperación del dominio de la tierra, y con ello el control político del
país. Un hecho que fue acompañado con el fortalecimiento de la burguesía
comercial y financiera como producto de la expansión del comercio de bienes de
utilidad bélica. En ese sentido, esas guerras fueron antecedentes de las
guerras periféricas que se han desencadenado en la actualidad dentro del
concepto de “guerras de cuarta generación”, para el dominio de espacios
subdesarrollados con la finalidad de sostener el proceso de acumulación capitalista.
Probablemente,
otro hubiese sido el escenario si esa avanzada proletaria se hubiese organizado
en un multitudinario partido, del cual fueran surgiendo generaciones de relevo
de la avanzadilla que mantuviesen tanto el poder como la persistencia del
proceso de avance humano de la sociedad venezolana. Carente de una
institución de esa naturaleza, esa tradición progresista se desvaneció con la
desaparición física de sus líderes y la disolución progresiva de las
avanzadillas, producto de la debilidad de sus miembros, cuando no de la
represión violenta de las fuerzas desintegradoras. Se trata de un estado
de cosas que reproduce la dinámica universal al crear ese flujo y reflujo
alternados de fuerzas que son complementarias entre si, y a la vez antitéticas,
que ha originado las situaciones de crisis periódicas en nuestro país. En
esa forma se hubiese mantenido la tradición innovativa que al interactuar
organizadamente con la antitesis desintegradora no hubiese mantenido la
vigencia de la fuerza de la inercia responsable del atraso relativo de la
nación venezolana en el contexto del sistema internacional.
Venezuela en
la época actual de revolución social
No
hay dudas que en cada época de revolución social, cuando se llega “a una
determinada fase de desarrollo –afirma Marx en su “Critica de la Economía
Política”- las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las
relaciones de producción existentes”. Y eso es lo que sucede hoy a escala
mundial, con sus repercusiones en Venezuela. La revolución
científico-técnica, que le ha abierto paso a la cibernética, la cual sustituye
el trabajo humano por maquinas automatizadas, ha colisionado con el modo de
producción industrial-mecánico que había venido dominando el sociosistema,
debilitando las antiguas relaciones de producción que han definido la
estructura social y, por consiguiente la superestructura ideológica, creando
progresivamente las condiciones para instaurar unas nuevas, y cualitativamente
superiores, relaciones de producción, que propicien el desarrollo de nuevas
fuerzas productivas.
Unas
circunstancias que han estimulado la revolución política en varios
países. Y, con poco espacio para la duda, ellas han favorecido, en el
caso de Venezuela, aun cuando sea de manera inconciente, la transformación
acelerada que experimentan las estructuras de nuestra sociedad, gracias a la
revolución política desarrollada en su seno. Es evidente que en nuestro
país se han venido materializando en la última mitad del siglo XX la formación
de nuevos y variados centros de producción, algunos impulsados por el Estado,
otros producto de la creatividad colectiva o privada, y que las empresas de
trasfondo capitalista, privadas o estatales, han cambiado, muchas veces a
regañadientes, su praxis, orientada al lucro, para adaptarla a las exigencias
de una sociedad que no acepta más su situación de castas, y el correspondiente
carácter rentista de su economía.
Es
un cuadro donde se propone la concepción socialista de la economía, sin
que ello implique el constreñimiento de las posibilidades del Estado, o de las
iniciativas comunitarias, o de la acción privada, para impulsar un modo de
producción más avanzado. Un proceso que no coarta las libertades
económicas, pues considera que la competencia es democrática, siempre que sea
explícita, y no conduzca a la formación de oligopolios o monopolios. De
lo que se trata cuando se habla de una idea socialista de la economía, no es
como la concibió el socialismo real en términos de eliminación de la propiedad privada
de los medios de producción, para terminar colocándolos en manos de una
burocracia que instaura un capitalismo de Estado. Eso ya sucedió en
Venezuela, donde la mayor proporción de las empresas productivas están en manos
del Estado. Lo que se propone es una reestructuración de la visión
económica sostenida por el liberalismo.
La
óptica liberal de la conducta económica humana, que la considera como un campo
de estudio autonomo que establece imperativos, es inaceptable hoy desde la
perspectiva de la teoría del conocimiento. La tendencia hacia la
unificación del estudio de la conducta humana como fenómeno complejo, cuyos
distintos aspectos son inseparables, conduce a estimar que la búsqueda de una
reestructuración de la economía no es una materia de una ciencia económica
independiente, sino el resultado del estudio del complejo funcionamiento del
sociosistema donde el comportamiento político y cultural es primordial.
De manera que en una época de revolución social, como la actual, cuando las
premisas tradicionales del metabolismo social/económico dominante no solo
pueden ser cuestionadas, sino que además deber serlo, esta crítica, como lo
dice Marx, no puede surgir en otra parte “sino en la arena política propiamente
dicha”.
En
estas circunstancias, para coronar satisfactoriamente el objetivo
original de la economía socialista, en el punto culminante de la crisis, la
política revolucionaria debe transferir sus aspiraciones –en forma de poderes
de toma de decisión efectivos a todos los niveles y a todas las áreas, incluida
la economía- al cuerpo social, del cual emanarían nuevas demandas materiales y
políticas. Esta parece ser la única manera como la política
revolucionaria podría mantener su propia estrategia, en vez de militar contra
ella como lo hizo el socialismo real del siglo XX.
Los
movimientos sociales y el socialismo
Dentro de ese cuadro, surgen movimientos sociales poderosos, que se alinean con
esfuerzos similares transnacionalizados, como los representados por las
organizaciones laborales, feministas, juveniles y estudiantiles, indigenistas,
afroamericanas, pacifistas y ecologistas, que buscan la igualdad entre los
seres humanos, dentro de la idea de un desarrollo sustentable, que propenda a
un equilibrio entre los distintos componentes de la humanidad, y entre ella y
su entorno natural. Son corrientes sociales, que en el capitulo
venezolano se han incorporado activamente al proceso revolucionario,
fortaleciéndolo moral y físicamente. Su aspiración de igualdad entre los
seres humanos, y de respeto al entorno natural, los coloca frontalmente en
contra de las políticas conservadoras del neoliberalismo, que acentúan las
diferencias humanas, y amenaza seriamente la vida en el planeta.
Un
hecho que en principio satisface la idea de la igualdad entre los seres
humanos, propia del pensamiento socialista en todas sus etapas, muy acentuada
en la ideología nacional, y el respeto al ámbito natural como espacio biológico
que hace posible la vida de hombres y mujeres en el planeta. En ese
contexto, seguramente la mayor parte de los integrantes de estos movimientos
comparten el pensamiento socialista. Pero aun sin hacerlo, ellos
fortalecen el pensamiento humanista, implícito en el socialismo,
particularmente cuando luchan por la igualdad que está en su esencia. De
modo que constituye un imperativo categórico para los hombres y mujeres, que
sostienen esta tesis socialista, el apoyar estos movimientos como expresión de
los más altos ideales de la civilización humana.
La pequeña
burguesía en la revolución
No
hay dudas que la reacción interna de la burguesía transnacionalizada frente al
proceso revolucionario bolivariano aprovecho la fuerza acumulada en la pequeña
burguesía, convertida en burocracia del aparato de estado y de las empresas
productivas públicas y privadas. Utilizó para ese fin los sentimientos
que provoca la situación estamental en la cual se desarrolla su devenir
social. Un estado basado en la consideración social fundada en un
prestigio hereditario o profesional, no vinculado al orden económico que
determina su poder adquisitivo y las maneras de adquirir ingresos.
La sensación de pertenecer a una categoría social superior, en un orden
extremadamente jerarquizado, le ha venido proporcionando un “orgullo de clase”,
incompatible con el proceso de proletarización al cual ha venido siendo
sometida, por la acumulación de la riqueza en la burguesía que controla el
capital productivo y financiero. De hecho, de sus filas ha surgido lo que
algunos sociólogos denominan “nueva pobreza” originada por la desvalorización o
pérdida de sus haberes personales y de sus fuentes de ingresos.
No
le fue difícil para esa oligarquía lograr su cometido. El imperio de la
mediocracia (de los medios masivos de comunicación), que se alimenta en la
mediocridad y se complace en las olas de la banalidad, ha sido el instrumento
para obtener sus fines. Cada día, durante más de tres generaciones, la
trivialidad se ha convertido en el aspecto dominante de la cultura de este
sector social, que va poblando su memoria de historias y actos sin dimensiones
temporales y espaciales. La condición necesaria y suficiente para la
existencia de ese imperio virtual conformado por el mercado globalizado.
Se les cambió a sus miembros su condición de ciudadanos por el simple papel de
consumidores, no de los bienes necesarios para elevar la calidad de vida, sino
de baratijas que han satisfecho su vanidad. El liberalismo así ha abonado
su tendencia a la expansión, al crear nuevos productos que mantengan el capital
en movimiento, impidiendo la obsolescencia y pérdida de valor de los viejos y
la desvalorización del dinero.
Así
se masificó este segmento del pueblo venezolano que para la década de los 90
representaba el 13,65% de los habitantes del país. Un proceso que implicó
su fascinación por la idea de la posibilidad de un ascenso social dentro de un
contexto signado por la libre competencia. Un hecho que implicaría, al
menos, el mantenimiento de su “prestigio”, que no es personal sino adquirido
por su situación estamental. Ese fenómeno de la masificación facilitó
rápidamente su colocación en lo extremo. La sospecha enunciada de la
posibilidad irracional de pérdida de sus bienes personales, e incluso de sus
propios hijos, a causa de la política revolucionaria se transformó ipso
facto en indiscutible evidencia y, un principio de antipatía hacia los
sectores marginados de la sociedad pasó a constituir en segundos un odio
feroz. Circunstancias que se han puesto de manifiesto con sus conductas
pueriles que sirvieron de alimentó a la violencia conspirativa que se manifestó
el 2002.
No
obstante, de su seno surgieron corrientes, evidentemente minoritarias, que con
plena conciencia de su situación se han sumado a los movimientos sociales de
cambio. La organización denominada Clase Media en Positivo, de la
cual se desprendió por razones estratégicas y tácticas la designada como Clase
Media Revolucionaria, se han convertido en fuerzas sociales significativas,
que sumadas a las mencionadas en el acápite anterior, comparten las posiciones
que favorecen la igualdad y el antiimperialismo. Por ello son movimientos
que como aquellos deben ser estimulados por quienes comparten los ideales
socialistas. Su acción, ciertamente ha permitido al menos la desmovilización
de ese sector alienado.
La guerra de
resistencia parte del pensamiento socialista
Debe
ser indiscutible la orientación pacifista que anima el pensamiento
socialista. El rechazo a la guerra, como medio para la obtención de
objetivos políticos, para sustituirla por el dialogo y el debate, debe ser un
fin de la acción revolucionaria. La declaración constitucional del territorio
venezolano como zona de paz, es una expresión de la voluntad popular de objetar
las acciones bélicas como medios para imponer un orden social.
Positivamente, este concepto que incluye la prohibición de recurrir a la
amenaza o el uso de la fuerza; la solución pacífica de las controversias; la no
injerencia en los asuntos internos de otros estados; y, la coexistencia pacífica,
corresponde a una actitud antibelica, motivada por el respeto a la vida, a
todas las formas de vida existentes en el planeta, que esta en el fondo de la
ética socialista, incluyendo en esto la reproducción racional del genero
humano.
En nuestra concepción, aparte de considerar el significado de la guerra para la
acumulación oligopólica y monopólica del capital, ella es el mecanismo que
enfrenta al proletariado de una comunidad política, con él de otra, cuyas
burguesías compiten por el dominio del mercado globalizado. Ciertamente,
son los sectores no privilegiados de las sociedades quienes se enfrentan a
muerte en los campos de batalla, o en las áreas urbanas incluidas en los
escenarios de conflicto en las confrontaciones actuales, donde se han borrado
los límites entre las actividades militares y las civiles.
Se
han convertido estas confrontaciones violentas, especialmente por su traslado a
los espacios periféricos subdesarrollados, en instrumentos para el
control del crecimiento de las poblaciones que representan el submundo social
de excluidos dentro de una civilización planetizada. Se trata de frenar
las corrientes migratorias de pobres y miserables, quienes atraídos por el
oropel de las viejas metrópolis coloniales, o neocoloniales, buscan en ellas la
oportunidad para alcanzar niveles de vida cónsonos con la dignidad
humana.
Pero
esa vocación pacifista no puede ser desarmada. Existe el riesgo de las
intervenciones militares unilaterales, o colectivas, mediante el uso de las
instituciones supranacionales de orden, controladas por las grandes potencias,
o a través de coaliciones coyunturales, como la alianza anglo-alemana que
bloqueo a Venezuela a principios del siglo XX, las cuales pondrían en peligro
el proceso de cambios que se adelanta en el país. Eso obliga a incluir en
el pensamiento socialista venezolano la idea de la guerra de resistencia, no
solo como disuasivo frente a probables intervenciones foráneas, sino como
praxis propia de la vida social, de modo de garantizar el ejercicio de la
soberanía popular, dentro del marco de una democracia participativa.
La necesidad
de internacionalización de la revolución
Lógicamente,
por mucha que sea la voluntad de resistencia de nuestro pueblo, las desiguales
relaciones de poder existentes entre las potencias capitalistas que dominan la
política internacional, y el poder nacional venezolano, no permitirían la
neutralización, y menos la contención, de una ofensiva de las fuerzas
neoconservadoras, acompañadas de una “quinta columna” interna articulada por la
oligarquía desplazada. La alianza coyuntural con las grandes potencias
opuestas al unilateralismo usamericano, y partidarias de un orden mundial
multipolar, en particular la Federación Rusa, China e India; el fortalecimiento
de la Organización de Países Exportadores de Petróleo; la potenciación del
Movimiento de los No Alineados; y, el impulso a la consolidación de la
Comunidad Suramericana de Naciones, deben ser parte del pensamiento actual de
los socialistas venezolanos.
Ese
poderoso conjunto, junto con los movimientos radicales presentes en el mundo
industrializado, y en los pueblos hermanos de las américas, con los cuales hay
que ser solidarios, representan la antitesis al imperialismo dominante, en la
contradicción básica entre el unilateralismo y el multilateralismo que
caracteriza la dialéctica actual de la humanidad. Particularmente, la
unificación de los pueblos que habitan en el continente suramericano, de
acuerdo a su mejor tradición, en cuyo establecimiento jugó un papel dominante
nuestro Libertador, Simón Bolívar, debe ser parte del ideario socialista, en
esencia pacifista.
Incuestionablemente,
la conversión de este espacio en una región geoestratégica, con capacidad para
influir en la configuración de un orden mundial donde exista un balance de
poder, es una apuesta por la paz, en contra de la guerra, y un camino válido
para la conformación de instituciones supranacionales que contribuyan a la
sustitución del poder, por la vigencia del derecho. Es el modo de cambiar
el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), usada como medio para
mantener el ámbito indoamericano como “patio trasero” de los EEUU, por la
Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), como un recurso para igualar
las comunidades políticas conformadas en los espacios continentales americanos,
y equiparar los sectores no privilegiados de estas comunidades, con las
minorías que dominan sus economías y, con ello, sus sistemas políticos.
Mientras el ALCA tiene como finalidad la liberación y normalización del
comercio y la inversión en la región, con lo cual refuerza el poder de las
plutocracias presentes en nuestros ámbitos geográficos, el ALBA las considera
como instrumentos para la lucha contra la pobreza y la exclusión social. Y en
esa relación dialéctica, mientras que este último planteamiento, liderado por
Venezuela, avanza en el mundo indoamericano y caribeño, la formula del ALCA
retrocede ante la opinión publica regional, incluyendo sectores significativos
de la sociedad anglo-norteamericana.
La síntesis
del programa socialista venezolano
Todo
este ideario socialista no podrá cumplirse sin una fuerte intervención del
gobierno del Estado venezolano, que concentra el poder principalmente por la
administración de la renta petrolera; por dominar la mayor concentración de
capital, dado su carácter de propietario de las principales empresas que
conforman la base de la economía nacional; y, por ultimo, por monopolizar el
uso legítimo de la fuerza. Eso supone un conjunto de medidas que incluyen:
1.
El fortalecimiento del poder popular mediante el desarrollo efectivo de los
concejos comunales, y el debilitamiento del papel de las viejas estructuras de
poder centradas en los órganos de gobierno, regionales y locales, que han
respondido a la idea de la democracia representativa.
2.
El adelanto de un proceso de socialización incluyente, destinado a reforzar el
espíritu nacional y la conciencia ciudadana, que implique el sano
desarrollo de la personalidad, con conocimiento de su razón de ser; de sus
potencialidades físicas y psíquicas; y, de su ubicación en el conjunto social,
con el registro de sus semejantes, en situaciones sociales equivalentes, que le
proporcione el sentido de clase. Una dinámica que le permita al ciudadano,
desde su temprana infancia hasta el fin de su vida, compartir las ocupaciones
cotidianas del vecindario donde convive, para aprehender los usos, costumbres y
tradiciones que caracterizan la cultura de su pueblo; contar con un sistema
educativo formal, que de manera continua y progresiva, permita el acceso al
conocimiento científico y el dominio de las técnicas productivas, conjuntamente
con su actualización permanente; y, la aproximación constante al conocimiento
del acontecer humano, a través de medios de comunicación orientados a la
información veraz y al sano esparcimiento.
3.
La promoción de programas de investigación científica y tecnológica, mediante
el establecimiento de centros y redes de investigadores, con vinculaciones
estrechas con sus equivalentes en el ámbito indoamericano, y a escala global,
conjuntamente con el impulso al establecimiento de comunidades de conocimiento
intercomunales que permitan su transformación social y cultural de los
participantes, y la construcción social del conocimiento, partiendo de los
saberes populares. Un esfuerzo que tiene que complementarse con la
instalación de una infraestructura pública de telecomunicaciones, multimedia,
facilitadora de los enlaces entre los variados actores individuales y colectivos
que participan en estas actividades, y con los usuarios de los resultados de
sus trabajos, los centros comunales y las empresas productivas.
4.
El estimulo al desarrollo del aparato productivo, en una economía sustentable,
a través de la creación de nuevas empresas públicas, comunitarias, y privadas,
y el fortalecimiento de las existentes, con posibles asociaciones estratégicas
con productores internacionalizados, mediante la inversión directa, las
donaciones de capital, los créditos blandos y la asistencia técnica, legal y
administrativa. Un objetivo sólo posible por el control directo del
estado del sector financiero y de la política monetaria. Se trata de una
acción que tiene como fin la satisfacción de las necesidades internas por la
producción de bienes y servicios compatibles con las capacidades que ofrece el
país, y la producción de excedentes para estimular el comercio internacional,
especialmente dentro del ámbito indoamericano, todo como un mecanismo en la
lucha contra la pobreza y la exclusión que fundamenta la Alternativa
Bolivariana de las Américas
5.
La implantación de una revolución agraria, no simplemente una reforma,
incluyendo el desarrollo óptimo de la agroindustria, para aumentar la
productividad de nuestros campos y borrar las diferencias abismales existentes
entre las condiciones de vida urbana y las existentes en las áreas
rurales. Es un mecanismo adicional para potenciar el mercado interno, y
la producción de excedentes exportables, íntimamente ligado con la seguridad
estratégica del Estado. Por ello, esta actividad se debe considerar como
una función social del mismo rango que la defensa militar del territorio y la
soberanía nacional, pues la seguridad alimentaria es una fortaleza en un
sistema internacional signado por la conflictividad.
6.
La ampliación de los de los servicios de salud, educación, recreación,
transporte, y de comercialización de bienes de consumo esenciales, en calidad
de espacios públicos, como un mecanismo para la construcción de una sociedad
igualitaria, con patrones de consumo que no dependan de la distribución de la
riqueza. Con la existencia de mayores y mejores espacios públicos se
tenderá a la homologación de los hábitos de los ciudadanos, y a la vida de
todos en condiciones semejantes.
7.
El establecimiento de fuertes impuestos progresivos que obliguen a los más
beneficiados de la vida social a contribuir proporcionalmente a sus ganancias
con el desarrollo de sus semejantes, de las comunidades que constituyan, y del
Estado.
8.
El articular las demandas igualitarias y libertarias de los movimientos
sociales y populares nacionales, indoamericanos y globales, admitiendo la
diversidad de los actores, y en conocimiento de las diferencias en las formas
de lucha, culturas, identidades, cosmologías y propuestas libertarias, que hoy
enfrentan al neoliberalismo globalizado y al imperialismo.
9.
Impulsar la participación de los ciudadanos y ciudadanas en la defensa militar
del Estado, dentro de la idea del ciudadano-soldado, y la noción de la guerra
de resistencia, en el marco de las fuerzas activas, de la reserva y la guardia
territorial, como un mecanismo para defender el modo de vida que nos hemos dado
concientemente los venezolanos, la soberanía nacional y el territorio patrio.
10. Adelantar una política exterior que tenga como finalidad propiciar el
multilateralismo, para construir un sistema legal internacional que garantice
los derechos de los pueblos, y los individuales, teniendo como objetivo
inmediato la construcción de un orden internacional multipolar, que garantice
un balance de poder que minimice los riesgos de la guerra. En ese campo
debe ser prioritaria la integración de los pueblos indoamericanos, en una
región geoestratégica, para lograr la influencia suficiente en la configuración
de la estructura internacional
EL
PARTIDO
La fuerza
electoral chavista y la revolución bolivariana
Ciertamente,
los venezolanos, y la población mundial en general, hemos presenciado la
actuación, inédita en este momento de la historia, de ese proletariado, que
comportándose de manera racional, ha producido la revolución política que ha
colocado en sus manos el control de las instituciones de gobierno
venezolanas. Un cambio que ha incluido el desarrollo de políticas
públicas, que en general se han venido ajustando al programa de 10 puntos, que
sintetiza la tesis política del socialismo venezolano, arriba expuesta. Nos ha
sido posible observar su resistencia activa y pasiva, presente especialmente
desde la década de los 80, que dentro de una gran lógica, y con un mínimo uso
de la violencia política, logro instalar, empleando los mismos métodos que
ofrece la democracia representativa, en 1999, al frente del gobierno del
Estado, al liderazgo castrense, que como su avanzadilla, produjo las rebeliones
militares del 4 de febrero y el 27 de noviembre del año 92.
Fue
una resistencia, en la cual su sector más avanzado realizó movilizaciones de
protesta en los espacios públicos, que alcanzaron su cenit el 27/2/987, con la
rebelión social, conocida como el “caracazo”, precursora de las intervenciones
militares arriba mencionadas, apoyando al mismo tiempo, políticamente, a los
partidos y movimientos de izquierda, que al menos expresaban públicamente las
contracreencias que informan el pensamiento socialista. Una conducta, que
les proporcionó a estas organizaciones políticas, espacios en el Congreso de la
República, y el dominio de algunos gobiernos regionales y locales, desde los
cuales su contribución al movimiento de cambio fue poco efectiva y de baja
calidad, dado su extrema división. Mientras su segmento menos conciente, sumido
en la apatía, por la desconfianza y el temor a la cruenta represión en curso,
practicaba una resistencia pasiva por su abstención en la participación en los
procesos políticos y sociales, que habían abierto los espacios para la
formación de las instituciones en las cuales se sustentaba el sistema
político. Incuestionablemente, ambas actitudes y conductas fueron los factores
dominantes para el desvanecimiento del aparato de poder que había controlado el
Estado, con pocas variaciones, y momentáneas interrupciones, desde 1830.
En
esas circunstancias, la campaña electoral de 1998 revivió la contradicción
presente desde la era colonial, que ha enfrentado a los sectores sociales con
privilegios positivos, asociados con una burguesía naciente, contra las
fracciones de la población, negativamente privilegiadas, que en condiciones de
esclavitud y servidumbre, han proporcionado la fuerza de trabajo, tanto a la
sociedad feudal dominada por los terratenientes de la era colonial y el primer
siglo de vida independiente, como a la sociedad capitalista que se conformó con
la irrupción de la explotación petrolera en el siglo XX. Se había
iniciado así la configuración de ese orden mundial, en el cual los espacios
periféricos, con sus poblaciones en condiciones de subdesarrollo,
complementaban, con sus recursos y fuerza laboral, el ciclo económico de un
mercado que se globalizaba aceleradamente. Y en ese marco, principalmente
a través de una organización fundamentalmente de carácter electoral, el
Movimiento V República, en asociación con las organizaciones políticas que
agrupaban principalmente las fuerzas socialistas presentes en el país, que en
su conjunto constituyeron el llamado Polo Patriótico, se conformó el pueblo
chavista. Un conjunto heterogéneo, así denominado por su vinculación
directa con el líder del proceso revolucionario, que ha sido la base del
régimen de transición que ha dominado la realidad política venezolana desde
1999 hasta el presente. A ese conjunto híbrido le ha correspondido en ese
lapso no sólo el papel de mantener electoralmente la vigencia del proceso
revolucionario, sino también contribuir, conjuntamente con el sector
progresista de las instituciones militares, a la defensa contra las acciones de
hecho, que en el marco de la guerra asimétrica ha venido ejecutando la reacción
neoliberal.
La Revolución
Liberal Restauradora, la lucha de clases y el Partido Comunista Venezolano.
El
antecedente más inmediato de la emergencia de ese proceso revolucionario actual
venezolano lo constituye la Revolución Liberal Restauradora de 1899, que tuvo
como avanzadilla una asociación de liberales tachirenses, liderada por Cipriano
Castro, quienes frustrados por el retorno de la oligarquía conservadora al
control del poder del Estado, insurgieron, usando como avanzada el campesinado
base de la pobreza estructural de la comunidad política. Se trató en sus
inicios de un movimiento integrador, frente al cual reaccionó, no la
aristocracia tradicional terrateniente sino el capitalismo materializado en la
burguesía nacional, asociada estrechamente a los enclaves capitalistas de las
metrópolis, en esos momentos dentro de un proceso marcadamente competitivo e,
incluso, polémico. De hecho las dos guerras mundiales del siglo XX fueron
expresiones de esa competencia entre las burguesías de las grandes potencias.
Planteó
abiertamente la Revolución Liberal Restauradora la lucha de clases en lo
interno, y el antiimperialismo en lo internacional, en un momento en el cual
ocurría una época de revolución social, producida por las transformaciones
tecnológicas derivadas de la sustitución del carbón por los
hidrocarburos. No extraña pues que en la primera mitad del siglo
XX, con posturas similares a las de los rebeldes andinos venezolanos,
ocurrieran otras revoluciones políticas en el ámbito externo, como fue el caso
de la Revolución Mexicana y la Revolución Soviética en Rusia, aun cuando no
hubiesen conexiones entre los protagonistas de esos procesos, que en primera
instancia respondían a las circunstancias específicas que caracterizaban las
realidades sociales en las cuales ellas se desarrollaron. Un hecho que no
fue considerado por los teóricos del socialismo científico, quienes
universalizaron sus tesis, surgidas de las realidades de las sociedades
capitalisticamente avanzadas europeas. Pretendían, como también lo hacía
el liberalismo, homogeneizar una diversidad presente en la materialidad,
desconociendo los particularismos propios de cada realidad social. Un
problema que enfrentarían tempranamente en el marco de la revolución rusa, con
la cuestión de las nacionalidades dentro del enorme espacio dominado por el
Imperio zarista.
Le
correspondió enfrentar a ese nuevo proceso integrador, realizado totalmente en
el marco político de la modernidad, a la reacción de la burguesía local e
internacional, tal como ocurre en el presente. Un cuadro similar al
existente en la actualidad. Por un lado a una “quinta columna” interna
materializada por la llamada Revolución Libertadora, dirigida por el sector
financiero de la burguesía nacional, asociada a los intereses de una empresa
usamericana con concesiones en el área de los hidrocarburos. Mientras por
otro lado, resistía un bloqueo naval emprendido por Alemania y la Gran Bretaña,
a la par que rechazaba una invasión proveniente de Colombia, ejecutada por la
asociación entre la aristocracia terrateniente, encuadrada en el partido Conservador,
y la burguesía integrante de la facción denominada de “los gólgotas” del
partido Liberal que desde 1880 hasta hoy ha dominado el escenario político del
vecino país. En los hechos, el movimiento restaurador salió triunfante
frente a esta reacción armada. Sin embargo fue derrotado por la
disidencia interna encabezada por Juan Vicente Gómez, que aun cuando
minoritaria, y sin contar con el apoyo militar de una milicia regional
revolucionaria, convertida en fuerza castrense del proceso, logró el control del
poder con la asistencia directa de fuerzas militares usamericanas.
Pero
en esas circunstancias, a diferencia de las presentes en los procesos
revolucionarios del siglo XIX, no se desvaneció la fuerza integradora. El
núcleo de aquel movimiento integrador se mantuvo en el seno de las milicias,
que institucionalizadas pasaron a formar el Ejército Nacional. Y es así
como se produjo el primer hecho de violencia política revolucionaria del siglo
XX: el golpe militar del 15 de enero de 1919. Fue una acción de fuerza
ejecutada por jóvenes militares en asociación con el movimiento estudiantil,
viejos revolucionarios e intelectuales, quienes encuadrados en un frente de
lucha se enfrentaron a la burguesía en control del poder del Estado dentro de
la concepción ideológica del positivismo. Se trató de una conducta
estimulada por el fracaso de los regimenes imperiales de Alemania,
Austro-Hungría y Rusia, y el triunfo de las revoluciones mexicana y
soviética. Se estableció así una relación persistente entre sectores de
los mandos militares y el movimiento político que expresaba la fuerza
integradora del país. Una relación que se ha materializado en una serie
de insurrecciones cívico-militares, las cuales jalonaron el transcurso del
devenir político nacional durante todo el siglo XX, hasta culminar con las
rebeliones ya anotadas del 4F y 27N de 1992.
Dentro
de ese grupo de rebeldes del año 1919 estarían algunos de quienes serían
fundadores en México el año de 1927 del Partido de la Revolución Venezolana,
que el 5 de Marzo de 1931 se convertiría en la clandestinidad en el Partido
Comunista de Venezuela. Sería esta fuerza política la que le daría
organicidad a la tradición radical presente en el país, enmarcándola dentro de
la tesis del socialismo científico. Un planteamiento teórico desarrollado
dentro del paradigma determinista que en el siglo XIX permitía la
comprobabilidad de los fenómenos materiales. Responde esta proposición a
la observación emperica realizada por Carlos Marx sobre la evolución histórica
de los pueblos europeos principalmente, que permitió comprobar la existencia de
una relación directa sobre las formas que la sociedad adquiere en cada momento
de su devenir y el modo de producción dominante en esa determinada fase del
desarrollo de las fuerzas productivas. Sería esta organización política
la que difundiría las contracreencias contra el liberalismo económico que ha
señoreado la realidad venezolana durante todo el siglo que pasó.
El
fraccionamiento del Partido de la Revolución frente a la hegemonía del
Socialismo Burgués.
Esas
masas proletarias no volverían a actuar políticamente orientadas durante todo
el siglo XX, sino en tres oportunidades: las revoluciones socialistas burguesas
del 18 de octubre de 1945 , y del 23 de enero de 1958; y, la rebelión social
iniciada en febrero de 1989, que ha dado pie a la revolución política que se
adelanta desde 1999. Las dos revoluciones socialistas burguesas mencionadas,
que organizaron en partidos de masas a los sectores populares, fueron realizadas
por una parte de esa clase social dominante, en asociación con la pequeña
burguesía, que deseaba remediar los males sociales con el fin de consolidar la
sociedad capitalista.
En
esa categoría se encuadraron los seguidores de las corrientes socialdemócratas
y socialcristianas, con pretensiones de mejorar la suerte de los sectores
negativamente privilegiados; las denominadas Organizaciones no Gubernamentales,
bases de la llamada “sociedad civil” en las comunidades políticas organizadas
dentro del neoliberalismo, con tendencias a la transnacionalización; las
dirigencias sindicales y los miembros de los gremios profesionales; y, en fin,
los reformadores nacionales de toda índole. Es el socialismo que ofrece
libertad de comercio en beneficio de la sociedad en su conjunto; aranceles
protectores para el desarrollo de la economía y el crecimiento del empleo; y,
finalmente, como última palabra, la seguridad física de la vida y las
propiedades para los “buenos ciudadanos”, mientras reprime cruelmente los sectores
contestatarios y, prepara sus soldados para participar en conflictos regionales
de mediana intensidad, como parte de las luchas globalizadas desarrolladas
dentro del ya mencionado concepto de las “guerras de cuarta generación”.
Lógicamente se trataba de fuerzas desintegradoras, pues en el fondo, con la
extensión del concepto de “sociedad civil”, excluían una porción importante de
la población y el espacio venezolanos: el sector social ocupado en una economía
de subsistencia, componente de la llamada “pobreza estructural”; y, las
extensas zonas dedicadas a las actividades económicas tradicionales.
Positivamente, la noción de “sociedad civil”, que encubre la idea de la democracia
censataria, consagró como actores políticos y sociales a aquellos agregados
organizados voluntariamente, autogenerados, autosuficientes, independientes del
Estado, y vinculados al orden legal vigente, excluyendo los sectores no
organizados, altamente dependientes del asistencialismo estatal y generalmente
asentados ilegalmente en barriadas y poblados improvisados, con ocupaciones
informales. No obstante, paradójicamente fueron los integrantes de este
sector social quienes proveyeron las masas de estos movimientos políticos, a
través de la práctica de la demagogia expresada mediante el paternalismo y el
clientelismo. De este modo no solamente cooptaron a este segmento de la
población, sino que incorporaron a sus movimientos a la mayor parte de la clase
trabajadora fabril y a los gremios de profesionales y técnicos, conjuntamente
con un número significativo de intelectuales y académicos. Sería esta
alianza la que dominaría el escenario político nacional desde 1945 hasta 1999,
favoreciendo esencialmente el desarrollo de la burguesía capitalista, con
énfasis en el auge de las empresas del sector terciario de la economía.
Dentro
de estas condiciones el Partido de la Revolución –el PCV- mantuvo el empeño no
sólo de ejercer la oposición política, sino de difundir las contracreencias
mediante las cuales se deslegitimaría la ideología liberal-capitalista que
había venido ganando espacios desde el inicio de la explotación del petróleo en
Venezuela. En el desarrollo de esa última tarea el ámbito preferido fue
el movimiento estudiantil de donde emergieron la mayor parte de los cuadros que
conformarían la vanguardia del movimiento integrador, aunque no
carecieron de importancia cualitativa los cuadros provenientes de los
incipientes movimientos laborales. Indisputablemente generó un movimiento
político incorporador que trató de integrar en su acción a todas las facciones
contestatarias y antiimperialistas presentes en la realidad nacional. Fue
así como en 1936 se unió al Partido Democrático Nacional, del cual se separaría
un año después, no sin perder algunos cuadros que conformarían posteriormente
el partido Acción Democrática, protagonista principal de la instauración del
socialismo burgués.
En
la década de los 60 del siglo pasado, y dentro de esta línea unitaria, el PCV
se incorporó a la lucha armada iniciada por un grupo disidente de AD. Un
segmento de esa organización política –el Movimiento de Izquierda
Revolucionario (MIR)- que deseoso de recuperar las banderas revolucionarias y
antiimperialistas de esa organización política, se rebeló frente a la
dirigencia de ese partido para buscar mediante el uso de la violencia política
el control del poder del Estado. Se mantuvo la lucha armada por más de
una década empleando técnicas de guerra irregular, conjuntamente con actos de
violencia conspirativa ejecutados en combinación de cuadros militares, hasta
que relativamente aislados, en las áreas periféricas de los enclaves
capitalistas entraron en profundas contradicciones internas, iniciándose un
fraccionamiento casi indetenible que debilitó el movimiento militar y
políticamente. Fue, sin dudas esta etapa del proceso revolucionario venezolano
del siglo XX, parte de la “guerra fría” que enfrentó a escala planetaria a las
fuerzas del capitalismo liberal ya aceleradamente encaminadas hacia su
descomposición, en la cual el libre comercio ha venido siendo sustituido por
los oligopolios y monopolios, que conjuntamente con el capital financiero
dominan un mercado globalizado en el cual la exportación de capitales adquiere
más importancia que la exportación de mercancías
El
“chavismo”, el Polo Patriótico y la reunificación de las fuerzas
revolucionarias
La diáspora de las fuerzas revolucionarias produjo más de una decena de
partidos y movimientos políticos, medianos y pequeños (y hasta minúsculos), que
asumieron dos líneas estratégicas separadas: aquella seguida por los más
significativos mediante la cual, tomando las prácticas de la democracia
representativa, trabajarían como vanguardias por la creación de la
conciencia de clase en el proletariado; y, los que víctimas de la enfermedad
infantil del izquierdismo se mantendrían en una lucha armada sin aparato
político-social, y sin sostén logístico. Pero ninguna de las dos líneas
de acción, al igual que en la práctica lo hacían los partidos ya clasificados
como de centro-izquierda y centro-derecha, tomaron en cuenta el sector
social donde se radica la pobreza estructural, que ha integrado una creciente
población, alimentada por un alto crecimiento vegetativo y las migraciones de
los países vecinos, donde se ha encubado el resentimiento contra el orden
sociopolítico imperante. Animosidad que se potenciaría exponencialmente
después de la imposición en el Estado venezolano del conocido “consenso
de Washington”. De hecho fue este conjunto social el que se
convertiría en el protagonista principal de los acontecimientos de febrero de
1989, mientras en los círculos de discusión de los movimientos socialistas era
considerado impropiamente como una expresión del lumpemproletariado.
No
han tenido casi ningún impacto en la vida del país las facciones que han
sufrido la patología pedriatica del izquierdismo, salvo la justificación del
mantenimiento del aparato represivo por parte del poder establecido. Una
maquinaria especialmente dirigida a la contención de los sectores sociales contestatarios
ubicados en las barriadas urbanas y los poblados rurales. Pero no ha sido
así el proceso que marcó la evolución de las organizaciones que asumieron las
prácticas de la democracia formal. Con una actitud revisionista, de la
cual hay que exceptuar al PCV, replantearon su tesis política del socialismo
científico, adoptando en cada facción, en mayor o menos grado, la teoría
complementaria de la “hegemonía cultural” de Antonio Gramsci, y tomando
algunos de los planteamientos del eurocomunismo sobre el pluripartidismo como
condición distintiva de la democracia y la preferencia hacia la construcción
del socialismo en paz y libertad. Se trataba para ellos de casi un
imperativo político dados los signos alarmantes de desintegración que mostraba
el bloque comunista, por la forma como interpretó y aplicó la idea de la dictadura
del proletariado el Partido Comunista de la Unión Soviética, con su efecto
en la creación de una nueva clase privilegiada, y la imposición a la fuerza de
la praxis del llamado socialismo real en los países integrantes del
Pacto de Varsovia.
Dentro
de estas prácticas revisionistas, estos partidos y organizaciones políticas de
la izquierda venezolana consolidaron el dominio de pequeños espacios en las
instituciones parlamentarias de los distintos niveles de gobierno del país; el
control de algunos estados de la federación y algunas municipalidades; y,
espacios de influencia en el movimiento laboral y en el estudiantil propio de
las universidades públicas. Pero la adopción de la praxis electoralista
propia de la democracia representativa necesariamente implicaba el abandono de
la tesis de la lucha de clases, aun cuando esta se mantuviera como
slogan. Se impuso así el dominio cultural del bloque hegemónico del cual
hace referencia Gramsci. Y dentro de estas circunstancias, estas
facciones del movimiento revolucionario se convirtieron en rivales entre sí y,
con fines únicamente electoreros, o dentro de la política parlamentaria,
realizaron desde sus cúpulas coaliciones o alianzas coyunturales con los
factores del poder establecido que confundieron sus bases y, sobretodo, a sus
simpatizantes que conformaban el apoyo difuso a sus planteamientos. En
esas condiciones lo más probable que hubiese ocurrido sí esas organizaciones de
la izquierda hubiesen concurrido al proceso electoral de 1998, es que hubiesen
tenido un destino similar al que han tenido los llamados partidos de centro: su
desvanecimiento en el ámbito político venezolano, que a partir de ese momento
se polarizaría entre el chavismo y la oligarquía del dinero, encabezada
en aquella oportunidad por Enrique Salas Römer.
Indudablemente
su persistencia como organizaciones políticas con presencia protagónica en la
vida nacional, tuvo como factor dominante el lanzamiento de la candidatura del
Comandante Hugo Chávez Frías, quien había aparecido ante la opinión pública
como líder de la avanzadilla conformada por el MBR200. Sobre la base de
una organización política de marcado signo electoralista, se organizó bajo el
liderazgo de Chávez el Movimiento Quinta República (MVR), que en ese proceso
comicial su convertiría de lejos en el principal actor político organizado
presente en el país. Un hecho que se originó, casi sin dudas, por la
adhesión al movimiento de los sectores de la población que han formado parte de
la pobreza estructural. Fue la fortaleza electoral de esta organización
política la que prácticamente forzó la formación de lo que se conoció como el Polo
Patriótico, que agregó no sólo a esas fuerzas de orientación socialista
sino, incluso, a movimientos de la pequeña burguesía para formar un frente
opuesto al bloque conservador neoliberal. Y ello no fue una decisión de
las cúpulas de tales organizaciones. Ello fue el resultado de una presión
de su militancia. Así se unificaron por las bases las fuerzas
revolucionarias dispersas, que polarizaron los sectores indecisos del
proletariado nacional. Y de esta manera, las clases y estamentos no
privilegiados de la nación se convirtieron en Estado al obtener el triunfo electoral
de diciembre de 1998, como lo había hecho la burguesía durante el régimen de J.
V. Gómez, después de la transformación ocurrida en Venezuela con el
advenimiento de la explotación petrolera.
El frente
revolucionario, la transición, y su eficacia política
Fue
así como las bases de los partidos políticos de la izquierda y los sectores
sociales excluidos articulados por el MVR, conformaron directamente el frente
revolucionario bajo la conducción casi personal del Jefe del Estado. En
ese marco, los cuadros dirigentes de tales organizaciones, incluyendo los
seguidores militares inmediatos del Comandante Chávez, se convirtieron en las
instancias intermedias entre el líder del proceso, que evidentemente marcaba su
camino a partir del ejercicio de la Presidencia de la República, y la multitud
que concientizada de su poder conformaba el apoyo duro al régimen de transición
establecido. Un orden que se iba consolidando aceleradamente a través de
la noción de la revolución permanente.
Una
noción que en nuestro caso se ha sustentado en la idea de la primacía del poder
constituyente de actuación permanente y continua y con preponderancia sobre
cualquier otro poder establecido coyunturalmente para el gobierno de la
sociedad. De hecho se ha sostenido durante todo ese período de transición
la posibilidad de transformar la sociedad rentista, donde solo existen pequeños
enclaves capitalistas, en una sociedad adelantada, saltando la etapa de la
consolidación del capitalismo, aprovechando las tensiones generadas entre los
enclaves de modernidad y la mayoría de la población encuadrada en una economía
tradicional o de subsistencia. Bajo estos supuestos la dinámica del
régimen de transición se planteo, tanto por la reacción del bloque de poder
desplazado, como por la acción del frente revolucionario –la multitud coaligada
como avanzada- como una relación estratégica desarrollada fundamentalmente
mediante una guerra psicológica en la cual los medios de comunicación masivos
en manos privadas se convirtieron en los adversario inmediatos, y las
demostraciones de fuerza mediante la movilización social por el control de las
calles, conjuntamente
con el golpe militar, se trocaron en su materialización
concreta.
Toda
una acción interna que se inscribió aceleradamente después de la declaración de
la llamada “guerra al terrorismo” por el gobierno de los EEUU, a partir de los
hechos del 11 de septiembre de 2001, en una lucha que enfrenta la tendencia
imperial con la inclinación hacia la multipolaridad. Unos hechos que transformaron
la tensión doméstica venezolana en parte activa de ese enfrentamiento donde el
escenario principal de conflicto lo configuran los países integrantes del
llamado arco de inestabilidad. Un espacio que va desde la región
andina de América del Sur, atraviesa el norte de África, desde allí recorre el
Medio Oriente hasta llegar a Filipinas e Indonesia, al cual se le agregan las
zonas empobrecidas de la nueva Europa (Rumania, Polonia y Bulgaria).
Nadie
podría negar en la actualidad la eficacia de este frente político para conducir
y administrar las gigantescas movilizaciones sociales demandadas por los
distintos procesos electorales desarrollados desde 1998 hasta el 2006,
incluyendo el correspondiente al Referéndum Revocatorio de 2003, y las acciones
de defensa del régimen frente al golpe de estado y el paro petrolero del
2002. Pero no ha sido igualmente efectiva su conducta en la acción
constructiva destinada a crear las estructuras y superestructuras demandadas
por la transición al socialismo. En estas circunstancias se probó que “la
vanguardia”, ni organiza ni crea pertenencia, sólo ha distribuido lo que el
sistema oficial ha separado para la gente. Ha sido el sistema informal de
las misiones el que ha creado una pertenencia más profunda y una identidad
diferente de la población no privilegiada venezolana. Ha sido esta
organización fresca la que ha dado cuenta de un fenómeno al que partidos y
sindicatos no han podido interpelar: los excluidos del sistema. De allí
ha venido surgiendo un nuevo liderazgo que ha podido convocar a una multitud
que hoy configura el apoyo duro al régimen. Y esa es la base social del
poder del movimiento revolucionario venezolano actual.
El Partido
Socialista Unido de Venezuela como instrumento político de la revolución
Pero
la persistencia del régimen político, en medio de las presiones psicológicas,
económicas y militares de la burguesía globalizada, en asociación con la
oligarquía colombiana, tutorada por aquella, y una “quinta columna” interna,
conformada por la alta burguesía nacional y las clases medias, tradicionalmente
dependiente de las sociedades capitalisticamente avanzadas, y en la actualidad,
directamente de los EEUU, esta condicionada claramente a la eficacia de las
políticas públicas que adelanta el gobierno revolucionario. Ciertamente,
como lo señalase rotundamente Simón Rodríguez, en párrafo ya citado, “el hombre
sencillo –constituyente de la avanzada- no gusta de hipótesis, porque no sabe
suplir…”, le agradan los hechos. Por ello la ineficacia en el
cumplimiento de los programas favorece la reacción. Y esta ineptitud es
obvia en bastantes casos. Sin dudas, en mucho se le puede atribuir a la
reacción de las fuerzas conservadoras, que han obligado a desviar recursos para
neutralizarla; y, al sabotaje de una burocracia estatal infiltrada, que
culpable o culposamente, obstruye la ejecución de los planes. Pero
notoriamente, también tiene una responsabilidad significativa el desorden de la
avanzada, por la falta de una organización que le proporcione coherencia y
cohesión a su acción. Un orden que transforme el movimiento social
reivindicatorio en una fuerza política capaz de impulsar las transformaciones
estructurales y superestructurales, demandas por la revolución socialista.
Un
proceso que no podría ser realizado por una multiplicidad de pequeños partidos;
sindicatos; gremios; grupos de interés; e, individualidades relevantes, como se
ha fraccionado la avanzada, todos competitivos entre sí, en la búsqueda de
espacios sociales de influencia para satisfacer sus intereses privativos, entre
los cuales el peculio personal, inherente a la sociedad capitalista, a través
de la corrupción de la función pública, no es extraño. Todo ello demanda
de un partido político que posibilite la ejecución del proyecto socialista, y
defienda el control del poder nacional por parte del pueblo organizado.
El socialismo
y el partido
En
este sentido, se debe entender que el socialismo no es una etapa determinada de
la evolución del género humano en el planeta, vista desde una perspectiva
física, y específicamente biológica. No tiene un carácter finalista, que
lo convertiría, como ha sucedido con la visión neoliberal, en el “fin de la
historia”, o en una etapa de transición para lograr la sociedad perfecta
–comunista- que para todos los efectos tendría el mismo significado
dogmático. Algo que se traduciría en términos políticos, en una
confrontación permanente entre los seres humanos, tal como lo esta planteando
“el capitalismo salvaje” con su esquema de “la guerra sin fin”. Tampoco
es una “ideología salvadora”, como lo ha formulado el socialismo burgués,
que consiente el liberalismo económico, creando la falsa esperanza de su
humanización progresiva, mediante las reformas políticas.
Ello
ha tenido un efecto alienante en las sociedades, llevándolas a una actitud
conformista que obstaculiza el avance humano, instaurando la demagogia como
extrema deformación de la idea de la democracia, que es el valor más racional
dentro de una ética de los motivos, orientada a la conservación de la
vida. Como lo hemos observado los venezolanos durante casi un siglo, esta
forma de pensamiento solo ha conducido a una extrema desigualdad entre las
clases y estamentos sociales que conviven en la República. El socialismo
es una tesis, desarrollada en el campo de las ciencias del comportamiento
humano, sobre la posibilidad de establecer en una realidad material
indeterminada, un orden social flexible, capaz de adaptarse a los cambios que
ocurren en el mundo físico, y en la cultura humana, como consecuencia de su
capacidad creadora que inventa artificios para facilitar su existencia, y la
conservación de la especie. Es uno de esos ingenios, que como todos los
que se han creado, de naturaleza física o metafísica, dependen de la voluntad
humana, y de un proceso de aprendizaje. Dentro de esa consideración, el
partido es una escuela para formar la voluntad, que sería su poder, a fin
construir el socialismo, y protegerlo, como un activo que enriquece la
democracia.
De
ese modo, el partido no reproduce los rasgos que han caracterizado esta forma
de organización política hasta el presente. No es la expresión de una
ideología, ni representa los intereses de una clase social, o alguna otra forma
de asociación humana, que se convierte en un fin en si mismo. Tal como ha
sido la concepción de los partidos en el marco de la democracia representativa
liberal. Es un instrumento que asocia a hombres libres, que desean
participar autónomamente, con un sentido democrático, y en ejercicio de su
poder, en la formulación de las políticas publicas que hacen posible la
convivencia pacífica con sus semejantes, para lograr su propia realización
humana, en armonía con su entorno natural. En otras palabras, dentro del
marco ético del socialismo.
Así
concebida la organización política, ella tiene un carácter esencialmente
pluralista desde la perspectiva del pensamiento que lo orienta , pues aún
cuando exista un acuerdo básico, sobre los valores que lo ubican, y los objetivos
hacia los cuales se dirige la acción, se sabe de las diferencias naturales
entre los seres humanos. En una aproximación que favorece la democracia
directa, participativa en su esencia. Una forma de ordenar la realidad
social, que reconoce los desacuerdos entre los intereses individuales, y de
grupos concretos, derivadas de las variadas condiciones ambientales, sociales y
naturales, dentro de las cuales se desarrolla su devenir.
En
ese sentido, cultiva la tolerancia como un valor esencial dentro del pensamiento
socialista, y por lo tanto su ejercicio le da sentido a la conducta interna de
los miembros del partido, y a la actitud de este frente al entorno
externo. Reconoce como válidos para la solución de esos diferendos al
dialogo y el debate, rechazando enérgicamente la descalificación, personal o
grupal, como una expresión de poder que transforma las relaciones políticas en
unas de naturaleza estratégica. No obstante, advirtiendo la existencia de
la contradicción cultura-natura, presente en el ser humano, y en sus agregados
sociales, que coloca la agresión física y psíquica como una posibilidad, el
partido es un instrumento tanto para la acción política, pacífica en su
esencia, como para la estratégica, de naturaleza violenta. Esta última,
una actitud generadora de los comportamientos agresivos, que han materializando
los escenarios de conflicto, en los cuales se han enfrentado, en la modernidad,
nacional e internacionalmente, los socialistas con las fuerzas conservadoras e,
incluso, los propios socialistas entre sí. De esa manera el partido
se constituye en el sistema nervioso que activa el poder del Estado para la
defensa de la soberanía popular.
La “sinapsis”
social como función esencial del PSUV
Así
la organización política actúa como un neurotransmisor, provocador de las sipnasis
que facilitan las uniones especializadas, que en el sistema nervioso envían
señales de una neurona a otra, y desde este, vincula a tales neuronas con
células no neuronales, como las musculares o glandulares, para provocar
acciones individuales, constructoras o defensivas. La sipnasis entre las
neuronas es la responsable de la creación de la conciencia individual. Se trata
este concepto –el de sipnasis- de un término derivado de la combinación de los
vocablos griegos, sin que significa “unidos” y, “haptenia”, que se
traduce como “con firmeza”, por lo que al trasladarlo al contexto del partido,
lo coloca en su esencia como instrumento para provocar con consistencia la
unidad de sus miembros, dentro de una conciencia común, y a través de
estos, cada uno en su entorno, se realice con los participantes en otras
formas de organización social y política, para buscar la unidad del cuerpo
social dentro del Estado.
Se
sustituye así la metáfora mecánica preexistente, que colocaba esta organización
política, concebida como “vanguardia”, como una correa de transmisión entre un
conjunto esclarecido, que transmitía sus conocimientos y decisiones a un
proletariado desinformado e inconciente y, en general, a una sociedad macrocéfala,
donde la energía se acumulaba en su “cerebro”, que movía las partes de su
cuerpo de acuerdo a su voluntad omnipotente, y en su propio beneficio.
Esa comparación, consona con el adelanto de la ciencia durante el siglo XIX y
la primera parte del XX, y del progreso alcanzado en el campo económico, fue la
que obstaculizó el ascenso del humanismo, en términos generales, y del
socialismo específicamente.
Positivamente,
tanto el llamado “socialismo real”, como el socialismo burgués, en sus formas
de organización, buscaron la acumulación de energía, como ocurre
instintivamente en el marco de las fuerzas conservadoras, en las cúpulas
dirigentes, transformadas en verdaderas oligarquías, que han venido usando el
poder acumulado arbitrariamente, para someter a sus pueblos, y en el marco de
las relaciones internacionales, creando ese orden extremamente jerarquizado,
que en las comunidades políticas concretas se expresa con la condena de amplios
sectores a la pobreza y la exclusión.
Un
cuadro que tiene su correlato en el sistema internacional, traduciéndose en lo
que los propios estrategas del Imperio denominan como “arco de
inestabilidad”. Una extensa área que va desde la región andina del
continente suramericano, atraviesa el norte y el centro de África, y desde allí
recorre el Medio Oriente, hasta llegar a Filipinas e Indonesia. Es una
zona que coincide con lo que se ha identificado como “tercer mundo”, y donde se
ubican las más grandes reservas minerales, principalmente petroleras y gasificas,
los más grandes acuíferos y, la mayor biodiversidad, conjuntamente con los
pueblos sumidos en la condición de subdesarrollo. Y es justamente el
espacio donde están colocadas las bases militares adelantadas, desde las cuales
se contienen los movimientos liberadores de esas comunidades, y del género
humano.
Precisamente
será el intento de materializar esta metáfora lo que le dará la cohesión y
fuerza al Partido Socialista Unido venezolano. Una realización viable por
la revolución científica y tecnológica producida en el campo de la
microelectrónica, que al potenciar hasta el infinito las posibilidades de
obtener y organizar la información para su uso en la toma de decisiones, a
través de la multiplicación de los canales de comunicación, ha facilitado la organización
y dirección de las fuerzas sociales, y significado una potenciación de las
fuerzas productivas. Se ha tratado de una revolución dentro de una época
de revolución social. Ha sido, gracias a este cambio explosivo, como se
han realizado revoluciones políticas significativas como la islámica en Irán, y
nuestra propia revolución bolivariana.
En
su momento, resultó casi inexplicable el derrumbe de una monarquía, apoyada por
el capitalismo globalizado, con una acumulación de recursos económicos y
militares, que superaba escandalosamente los medios en manos de la masa
proletaria iraní. Lo mismo que fue sorprendente, en el caso venezolano la
movilización, a escala nacional, de nuestro proletariado durante el llamado
“caracazo”. En la primera situación, fueron los “casetes” con cintas
magnéticas, y los reproductores portátiles a batería, los recursos que
permitieron crear la conciencia colectiva, y coordinar las acciones que
transformaron el régimen político de aquel país, mientras en nuestro caso, los
medios de comunicación masivos, y la telefonía celular, jugaron un papel
decisivo en esa insurrección popular, que le abrió paso a la revolución en
curso.
De
la misma forma han sido pasmosas las movilizaciones planetizadas realizas
frente a las pretensiones de las empresas monopólicas y transnacionalizadas de
dominar el mercado internacional, a través del control de las organizaciones
especializas supranacionales, y las de naturaleza pacifista, realizadas contra
el terrorismo bélico empleado por el Imperio para controlar los espacios del ya
mencionado “arco de inestabilidad”. Dentro de esta idea, el partido debe
introducir sistemáticamente, en su funcionamiento, la práctica de las llamadas
redes de conocimiento, con la formación de sus miembros en el uso de los
“infocentros” públicos, y el establecimiento de los propios, así como con la
proliferación de los medios de comunicación alternativos.
Es
así como se logrará efectivamente las sipnasis que permitirá la unión y
fortaleza de la avanzada socialista, y la cohesión del cuerpo social agregado
en el Estado venezolano. De esta manera se colocará el partido en el
escenario donde se realiza fundamentalmente la confrontación, dentro de las
relaciones dialécticas presentes hoy en la vida social de los pueblos, y en las
relaciones entre ellos: el ámbito de la opinión pública Se plasma, de
esta forma, lo que fue una simple intuición de los radicales ingleses, que en
el siglo XVII, le abrieron paso a las contracreencias revolucionarias, usando
como medio las comunicaciones impresas, para ganarse esa opinión
pública. Una praxis que abrirá la posibilidad de la materialización
de la democracia directa participativa, tanto en el funcionamiento del partido,
como en la vida de la comunidad política, convirtiendo en una realidad, lo que
hasta ahora es una mera abstracción indefinible, denominada genéricamente como
“socialismo del siglo XXI”.
El partido
como instrumento para organizar la multitud revolucionaria venezolana
Bajo
estas condiciones el partido tomará la forma pero no el fondo de los partidos
de masas organizados por el socialismo burgués, puesto que él tiene que ordenar
efectivamente, para las acciones políticas y estratégicas una multitud
conformada por la porción avanzada del proletariado nacional. Pero una
multitud no es necesariamente una masa. Es una numerosa concentración de
gente, con conciencia de sus necesidades y aspiraciones, que se congrega, más
por una coordinación tácita –un mecanismo psicológico que identifica sus propósitos
comunes- que por la acción de una cúpula esclarecida. Es incuestionable
que la avanzada social que ha facilitado la revolución venezolana ha sido
conformada por una asociación casi espontánea de ciudadanos, concientes de su
situación de pobreza, y de las condiciones inhumanas en las cuales se venía
desarrollando su existencia. No ha sido un conglomerado sugestionable y
crédulo, de conducta instintiva, que tiene una espontaneidad irracional,
y puede manifestarse con la violencia y la ferocidad de un animal, que es
lo característico de una masa.
Masa
ha sido la pequeña burguesía, que forma el estado medio de nuestra comunidad,
la cual ha llegado rápidamente al extremo. Una situación donde la
sospecha enunciada por la clase burguesa internacionalizada, se transforma
“ipso facto” en indiscutible evidencia; un principio de antipatía pasa a
constituir en segundos un odio feroz. Y masas fueron aquellas seducidas
por la demagogia del socialismo burgués que ingresaron en sus partidos y
organizaciones civiles, convirtiéndose en autómatas sin voluntad. No ha habido
fanatismo, ni odio, ni incondicionalidad en el comportamiento de esta avanzada,
y menos en la avanzadilla. Sus logros se han obtenido más por métodos
persuasivos y disuasivos, dentro del marco de las reglas que impuso la
burguesía dominante, que por el uso indiscriminado de la agresión física y
psicológica.
De
allí que el costo que ha pagado por su victoria ha sido relativamente bajo, y
la ganancia substancial, mientras sus adversarios han tenido grandes pérdidas
solamente, no sólo en el escenario interno, sino en el internacional. La
idea es la conformación de una organización multitudinaria, para formar cuadros
calificados para la acción político-estratégica, y no al revés, como fue la
práctica previa, que mantenía al proletariado, y a los sectores medios de la
sociedad como siervos de la gleba.
El partido
como instrumento para la ejecución del programa socialista
El
partido se ha estado configurando alrededor de pequeñas unidades de acción,
localizadas espacial o funcionalmente, en las cuales efectivamente se pueden
realizar el dialogo y el debate, esenciales en la acción política dentro de la
idea de la democracia, y ejecutar las actividades estratégicas destinadas a
rechazar la acción violenta de la reacción conservadora, dentro de la
concepción del “campo de batalla descentralizado”. Son esas unidades, que
han recibido la denominación militar de batallones, por ser este tipo de unidad
castrense la que ejecuta las acciones tácticas, demandadas por la actividad
política, y su correlato estratégico, las que generan los circuitos socialistas
como espacios para su acción, y escogen directamente sus voceros, para mediante
redes de acción, realizar actividades más profundas en tiempo y espacio.
Mientras estos voceros en asamblea física o virtual (mediante las redes de
conocimiento), seleccionan sus delegados, para proporcionarle a la organización
una dirección colectiva que oriente su acción política y estratégica en el
contexto del Estado, e internacionalmente.
Será
este el mismo mecanismo para seleccionar sus representantes en las
instituciones de gobierno, en las distintas instancias que organizan el poder
público en Venezuela. Se trata de un mecanismo donde la dirección adquiere
el poder moral que le suministra la legitimidad por resultados, y no la simple
por procedimientos, o por representación, que ha caracterizado la acción de las
cúpulas, que en el marco del socialismo burgués controlaron el sistema político
venezolano durante los últimos 50 años. Un poder que se deriva de la
autoridad que se obtiene, con lo que se llama justicia. Un valor que se
alcanza por la compatibilidad de una acción o práctica política, con la
configuración de valores prevalecientes en el pueblo venezolano. Una
situación en la cual el partido se convierte también en un contralor social,
para que la gente sienta que su gobierno y sus miembros dirigentes son justos o
injustos, legítimos o ilegítimos, no solamente por la forma como llegaron a sus
posiciones políticas, sino fundamentalmente por lo que hacen.
En
resumen, el partido como instrumento para la realización del programa
socialista, es una esperanza para la posibilidad de un avance, en el sentido
humano de los ciudadanos venezolanos, y un mecanismo de contribución de nuestro
pueblo para optimizar las posibilidades de la paz para la humanidad en su
conjunto, como una condición necesaria y suficiente para la realización de los
hombres y mujeres que pueblan el planeta. Una esperanza que se acrecienta
porque la burguesía venezolana se ha venido conformando con tanta timidez, tan
cobardemente, y con tal lentitud, debido al temor que le surgió por la acción
violenta y feroz de ese proletariado, durante la guerra federal, de mediados
del siglo XIX, de modo que al momento en el cual se opuso amenazadora, después
de su victoria en 1999, sucumbió rápidamente, esperando sólo la acción de sus
socios externos, profundamente empantanados en sus guerras periféricas en el
Medio Oriente y el Asia Central, y con su prestigio golpeado por su fracaso en
la aplicación del llamado Plan Colombia, y en la búsqueda de la imposición de
su política de dominación, expresada en el ALCA.
Anteproyecto de Estatutos
• Artículo I: Nombre
El Partido adopta el nombre de Partido Socialista Unido de
Venezuela
Partido Revolucionario Bolivariano por el Socialismo
• Artículo II.- Propósito
De acuerdo a lo expuesto en la Declaración de Principios, el
propósito del Partido es construir el socialismo bolivariano del siglo XXI en
Venezuela y defender a la Patria de los enemigos internos e imperialistas en el
terreno que las condiciones lo hagan necesario. A tal efecto el Partido se
propone organizar al conjunto del pueblo, convirtiéndose en la herramienta
política de la unidad de obreros,
campesinos, jóvenes, intelectuales, artistas, amas de casa,
pequeños productores y comerciantes del campo y la ciudad. Se propone igualmente
educarse y educar a las masas en las enseñanzas de la Historia y la experiencia
humana para afrontar con criterio propio la tarea cotidiana de “inventar o
errar” en la transición del capitalismo al socialismo. En otro plano, el
Partido se propone contribuir a la unión política de América Latina y el Caribe
y a impulsar con el máximo de energía la articulación de un bloque
antiimperialista internacional.
Otro objetivo principal del Partido es contribuir a crear
instancias donde converja y se rehaga a sí mismo el pensamiento revolucionario
universal y especialmente latinoamericano- caribeño, tomando como punto de
unidad el ideario bolivariano.
• Artículo III: Militancia
1) Está habilitada para ser militante del Partido toda persona que
acepta la Declaración de Principios, Programa y Estatutos, se dispone a
integrarse activa y disciplinadamente a sus filas y no sea objetado por parte del Batallón correspondiente u otros organismos de dirección
del Partido, basadas en probadas acusaciones de carácter ético o político.
2) Todo/a militante debe integrar un Batallón Socialista, asistir
regularmente a las reuniones y cumplir con las tareas que éste resuelve.
3) Todo/a militante participa en su Batallón con plenos derechos
de voz y voto.
4) El Comité Nacional está autorizado a aceptar en bloque la
incorporación de grupos u organizaciones, a cuyos miembros integrará en los
Batallones correspondientes.
• Artículo IV: Simpatizantes
Aquellas personas que aceptan la Declaración de Principios,
Programa y Estatutos; y colaboran con las tareas del partido y cotizan
regularmente para su financiamiento serán consideradas simpatizantes. Los
simpatizantes del Partido, incluso si participan regularmente de instancias
organizadas, están obligados a sostener los principios del Partido pero no
tienen derecho a voto.
• Artículo V: Batallones Socialistas
1) El componente básico del Partido es el Batallón Socialista,
formado en función de un criterio territorial o laboral e integrado por un mínimo de xxx miembros y un
máximo de 300.
Cada militante del Partido se integrará a un único Batallón
Socialista.
2) Cada Batallón Socialista elegirá en votación directa y secreta
Un(a) Vocero(a)/Secretario(a) Político y su suplente; y cinco comisionados correspondientes a: a)
Logística y Organización, b) Defensa Territorial, c) Propaganda, d) Ideología y
Política y e) Trabajo Social; más cinco vocales que actuarán como suplentes en caso de que fuere necesario.
[2) Cada Batallón Socialista elegirá un Vocero a la Circunscripción
Socialista de adscripción por cada XX integrantes]
• Artículo VI: Circunscripciones Socialistas
La agrupación de entre 8 y 12 Batallones Socialistas vecinos o
contiguos territorialmente se denomina Circunscripción Socialista, cada una
constituirá un Equipo de Trabajo, conformado por todos los Voceros/Secretarios
Políticos y sus suplentes, y los(as) comisionados(as).
• Artículo VII: Bloques Territoriales
Las Circunscripciones Socialistas se agruparan siguiendo los
criterios de la Nueva Geometría del Poder en Bloques Territoriales, cuyos ámbitos geográficos serán definidos
por el Comité Nacional.
• Artículo VIII: Dirección
1) El órgano máximo de dirección es la Asamblea Socialista
Bolivariana. Sus decisiones son obligatorias para todos los militantes del
Partido. La Asamblea Socialista Bolivariana se constituye ordinariamente cada 2
años.
2) El Equipo de Trabajo de cada Circunscripción Socialista elegirá
en votación directa y secreta a un Delegado o Delegada, junto a su suplente, a la
Asamblea Socialista Bolivariana. [El Equipo de Trabajo de cada Circunscripción
Socialista elegirá un delegado a la Asamblea Socialista Bolivariana por cada
1000, o fracción mayor de 700, de sus militantes]. Los miembros del Comité
Nacional salientes son delegados naturales a la Asamblea y no participan como
candidatos en su Circunscripción Socialista.
3) La Asamblea Socialista Bolivariana elige entre sus miembros y
en votación directa un Comité Nacional, el cual en función de las decisiones de
aquella ejerce su vocería en el lapso entre dos Asambleas, se inviste de su
autoridad y dirige todo el trabajo del Partido.
4) El Comité Nacional estará compuesto por 281 miembros titulares.
La Asamblea elegirá además 80
miembros suplentes. Estos podrán participar en las reuniones del
Comité Nacional con derecho a voz. Deberá reunirse al menos dos veces cada año.
5) Para la elección de miembros del Comité Nacional cada delegado
podrá proponer a las personas que considere apropiadas; sobre esta base se
confeccionará un listado y se someterá a votación cada candidatura. Serán
elegidos miembros del Comité Nacional los 281 candidatos que obtengan mayor
cantidad de votos; los 80 siguientes serán suplentes.
6) Los miembros del Comité Nacional sólo pueden perder su
condición de tales por el voto de la mayoría de la Asamblea Socialista
Bolivariana. El Comité Nacional podrá suspender a uno de sus miembros con la
votación favorable de dos tercios de sus integrantes hasta que la Asamblea
Socialista Bolivariana adopte una posición definitiva.
7) El Comité Nacional podrá integrar a su trabajo en calidad de
cooperante a cualquier militante que considere necesario para garantizar su
tarea política y organizativa. El militante incorporado no tendrá derecho a
voto ni será delegado natural a la Asamblea Socialista Bolivariana.
8) El Comité Nacional elige entre sus miembros un Presidente o
Presidenta y una Mesa Ejecutiva Nacional (MEN) compuesta por el número de
miembros determinado por el propio Comité. [7 miembros].
9) La Mesa Ejecutiva Nacional se encargara de la dirección organizativa
y política del Partido de acuerdo a los lineamientos de los organismos de dirección.
10) La dirección del partido en el ámbito geográfico de cada
circunscripción socialista le corresponderá a la Mesa Ejecutiva Comunal, la
cual será elegida por el Equipo de Trabajo de cada Circunscripción Socialista.
11) La dirección del partido en el ámbito geográfico de cada
Bloque Territorial le corresponderá a la Mesa Ejecutiva Territorial, la cual
será elegida por los delegados de las Circunscripciones Socialistas correspondientes.
12) Cada organismo de dirección estará facultado para contratar
trabajadores para realizar tareas administrativas o técnicas siempre y cuando
cuente con el financiamiento debido. Cada organismo de dirección podrá decidir
a quienes de sus integrantes dedicados exclusivamente a las labores del Partido
les corresponderá recibir una remuneración. En ningún caso el número de
miembros en esa condición superara al 7% del total o a una persona por
Batallón. [El ejercicio de las vocerías, comisiones, o suplencias; o la
participación en cualquiera de los organismos de dirección no acarreará ningún
tipo de remuneración económica.]
13) La convocatoria a la Asamblea Socialista Bolivariana incluirá
una propuesta del Comité Nacional respecto de la Agenda a considerar y será
dada a conocer con por lo menos 60 días de antelación a la fecha de la
Asamblea, a fin de abrir la discusión en los organismos y en las publicaciones
oficiales. Durante el período preparatorio de la Asamblea se publicará un
Boletín Interno de Discusión.
• Artículo IX: Frentes de Batalla
1) Los Batallones Socialistas pertenecientes o vinculados a un
mismo sector social, rama de la industria, sector de la economía o área de
pertenencia podrán reunirse a instancias del Comité Nacional en Frente de
Batalla.
2) El Comité Nacional definirá los objetivos, ámbito de
competencia sectorial y geográfica, duración y alcances de cada Frente.
• Artículo X: Bloques Territoriales
1) Las reuniones de las Circunscripciones Socialistas integrantes
de un Bloque Territorial se denominarán Asambleas Territoriales; en las mismas
se debatirá lo concerniente al ámbito geográfico de cada Bloque Territorial.
Serán integradas por los delegados de cada Circunscripción Socialista a la Asamblea
Socialista Bolivariana.
2) El país se organizará en Bloques Territoriales que serán definidos
por la Asamblea Socialista Bolivariana.
3) La Asamblea Territorial elige entre sus miembros y en votación
directa una Mesa Ejecutiva Territorial la cual dirige el trabajo del Partido en
el ámbito geográfico de su competencia.
4) Las Asambleas Territoriales se reúnen ordinariamente en función
de la Asamblea Socialista Bolivariana y extraordinariamente a solicitud del 30%
de sus Batallones, de la Mesa Ejecutiva Territorial o del Comité Nacional.
• Artículo XI: Organización de los Jóvenes
1) La Unión de Jóvenes Bolivarianos por el Socialismo es el ámbito
de los jóvenes en el Partido.
2) Esta se guía por la Declaración de Principios y los
lineamientos políticos del Partido, pero tiene autonomía para decidir sus
propias cuestiones organizativas, así como para elegir sus propias autoridades.
La edad máxima para pertenecer a la organización de la juventud será de 22
años.
3) Miembros de la juventud con más de 18 años de edad que han militado
más de seis meses en esa estructura pueden solicitar su ingreso al Partido.
• Artículo XII: La toma de decisiones
La toma de decisiones y conformación de
cada uno de los distintos organismos del Partido se realizara mediante
mecanismos que garanticen la participación de cada uno de los militantes en
aras de la equidad y democracia socialista (antiguamente representación
proporcional).
[En los procesos de toma de decisiones en las Circunscripciones Socialistas
los votos de los voceros, sus suplentes y los comisionados de cada Batallón
Socialista se ponderarán de acuerdo al número de miembros de cada batallón.]
• Artículo XIII: Militantes en el Exterior
1) No se podrán constituir Batallones Socialistas del Partido
Socialista Unido de Venezuela fuera del Territorio Nacional.
2) Aquellos militantes residentes en el exterior pasarán temporalmente
a la condición de simpatizantes; a su regreso recuperan el carácter de
militante siempre y cuando se incorporen activamente a las actividades del
Partido.
• Artículo XIV: Comisión de Ética
1) La Comisión de Ética tiene como único objetivo considerar y
sancionar cuando lo considere necesario las conductas individuales de los
militantes en lo que se refiere a la ética y disciplina revolucionaria, en
consonancia con la Declaración de Principios.
2) Esta Comisión no tiene competencia alguna sobre cuestiones
teóricas, de estrategia o de táctica política.
3) Esta Comisión se compondrá de 7 miembros y será elegida por la
Asamblea Socialista Bolivariana en sus sesiones ordinarias a propuesta de
cualquiera de sus delegados. Ninguno de sus integrantes podrá ser miembro del
Comité Nacional, otros órganos de dirección, ni vocero, suplente o comisionado de
su Batallón Socialista.
4) La Comisión de Ética designará entre sus miembros a un
Presidente que tendrá doble voto en caso de paridad en sus resoluciones.
5) La Comisión se reunirá a solicitud, fundada por escrito, de por
lo menos 5 miembros del Comité Nacional o 25 militantes sin responsabilidades
directivas, y al sólo efecto de considerar cargos precisos contra un militante
por transgresiones a la ética revolucionaria.
6) Las sanciones que dispondrá, según su decisión, serán: amonestación
verbal o escrita, suspensión temporal o expulsión del Partido.
• Artículo XV: Financiamiento
1) Cada militante pagará mensualmente una cotización, cuyos montos
máximos y mínimos fijará el Comité Nacional al responsable de finanzas del Batallón
Socialista. Los militantes desempleados pagarán una cotización simbólica, cuyo
monto también fijará el Comité Nacional.
2) Para la definición del monto a cotizar se seguirá el principio
de la progresividad, de acuerdo al cual quien más gane más aporta; y de la
equidad para considerar las necesidades y circunstancias especiales de cada
militante. La cotización efectiva de cada militante será discutida en su
Batallón Socialista.
3) Al Batallón Socialista le corresponderá el 20 por ciento de
cada cotización; a las Circunscripciones
Socialistas el 5 por ciento; a los Bloques Territoriales un 5 por
ciento; y el restante 70 por ciento irá a la Tesorería de la Mesa Ejecutiva
Nacional.
4) Aquellas personas que sean simultáneamente militantes y
miembros de la Unión de Jóvenes Bolivarianos por el Socialismo, pagarán a ésta
una cotización simbólica del mismo monto que la correspondiente a los desempleados.
5) Un atraso de tres meses en el pago de la cotización dará lugar
a la pérdida de los derechos de militante regular. Seis meses de atraso
determinan automáticamente la pérdida de la condición de militante.
• Artículo XVI: Disciplina
1) Las decisiones de los cuerpos de dirección del Partido son
obligatorias para todos los organismos
y militantes del ámbito correspondiente.
2) La violación de decisiones de un organismo de dirección por
parte de organismos subordinados o
militantes dará lugar a sanciones que pueden llegar a la
separación del Partido del ámbito o individuo en cuestión, por parte del
organismo que tenga jurisdicción para ello.
3) Eventuales acusaciones contra cualquier militante serán hechas
por escrito y el miembro acusado
recibirá una copia antes de que ésta sea considerada. Las
acusaciones deben ser hechas en el Batallón Socialista al que el acusado
pertenece. Cuando el militante acusado es miembro de un organismo de dirección,
la acusación puede ser presentada en el Batallón Socialista o en el/los organismos
de dirección al/los que pertenezca. Las acusaciones presentadas ante el
Batallón Socialista serán tratadas por éste en una reunión a la cual el
militante acusado será citado. El Vocero del Batallón Socialista presentará una
recomendación sobre la cual deliberará el organismo. Acusaciones presentadas
ante cuerpos de dirección obligarán a éstos a presentar su propio planteamiento
del problema.
4) Conductas en relación con el juicio a un/a acusado/ a,
consideradas impropias por un organismo de nivel superior, podrán ser
corregidos por intervención directa de éste.
5) Un/a militante sujeto a medidas disciplinarias tiene el derecho
de apelar al órgano de nivel superior, hasta llegar a la Asamblea Socialista
Bolivariana. Hasta que se tome una resolución en el organismo de nivel
superior, la decisión del organismo con jurisdicción directa tiene pleno
efecto.
• Artículo XVII: Desarrollo de Propuestas
1) A fin de facilitar el desarrollo teórico y la sinergia interna
durante las Asambleas Socialistas Bolivarianas, los militantes se podrán
organizar en Grupos de Opinión entre la fecha de convocatoria y la realización
de la Asamblea.
2) La constitución de los Grupos de Opinión será comunicada a la
Mesa Ejecutiva Nacional y reconocida a partir de ese momento.
3) Los Grupos de Opinión informarán a la Mesa Ejecutiva Nacional
sobre sus integrantes, análisis, posiciones, propuestas y resoluciones con el
fin de que la Mesa los divulgue al resto de la militancia a
través de circulares internas.
4) Los Grupos de Opinión como tales no tendrán representación en
los organismos de dirección del Partido; pero, si ningún miembro del grupo es
elegido delegado a la Asamblea Socialista Bolivariana, uno de ellos tendrá
derecho a participar en la Asamblea sin derecho a voto.
• Artículo XVIII: Enmiendas
Este Estatuto sólo puede ser enmendado por la Asamblea Socialista
Bolivariana.
• Artículo XIX: Órganos de Difusión:
1) El XXXXXXXXXX es el órgano de difusión escrita periódica del
Partido.
2) El Comité Editorial y el director o directora de El XXXXXXXXXXXX
serán designados por la Mesa Ejecutiva Nacional.
3) La Unión de Jóvenes Socialistas Bolivarianos podrá editar su
propio órgano de prensa.
4) El Comité Nacional podrá autorizar la creación de otros órganos
de difusión.
5) Todos los órganos de difusión del Partido están sujetos a la
dirección del Comité Nacional y de la Mesa Ejecutiva Nacional en los ámbitos de
su competencia.
• Artículo XX: Propaganda
Todas las actividades de propaganda del Partido están sujetas a la
dirección y lineamientos del Comité Nacional y de la Mesa Ejecutiva Nacional en
los ámbitos de su competencia.
• Artículo XXI: Símbolos
1) El Parido adopta como bandera a XXXX con un fondo de color
rojo.
2) El Himno del partido será el adoptado en la primera Asamblea
Socialista Bolivariana.
3) El Partido utilizara como identificación gráfica XXXXXXX.
• Artículo XXII: Consultas Universales
1) La Asamblea Socialista Bolivariana podrá someter a consulta del
universo de los militantes algunos temas que así considere.
2) A tales efectos, la Asamblea Socialista Bolivariana escogerá
mediante votación directa una Comisión Electoral compuesta por 5 miembros
principales y tres vocales que suplirán las ausencias de los primeros.
3) Podrán participar en estos procesos electorales internos todos
los militantes que tengan vigente su condición de tales.
Disposiciones transitorias
• Disposición 1
El Presidente de la Republica Bolivariana de Venezuela y los 12
integrantes de las Comisiones Nacionales Propulsora y Técnica serán delegados
naturales a la primera Asamblea Socialista Bolivariana.
• Disposición No 2 (FA)
Se crean 8 Bloques Territoriales
Anteproyecto
de Declaración de Principios
1. La Amenaza
A comienzos del siglo XXI la humanidad ha ingresado de lleno en la
encrucijada más riesgosa de su historia. El capitalismo en la fase imperialista
ha tocado sus límites. Tras sucesivas postergaciones paliativas de una crisis estructural
que corroe los cimientos del sistema desde hace décadas, el mecanismo
socioeconómico dominante en el planeta está trabado y amenaza con explotar. La crisis
del modo de producción irracional, basado en la explotación de países, clases e
individuos, en la destrucción de la naturaleza, lleva a la competencia entre
los centros imperialistas de la economía mundial, en lucha despiadada por los
mercados. Empujado por la lógica de esa competencia en primer lugar; luego por
la necesidad de hallar formas rentables para invertir masas inmensas de capital
excedente (ante todo en la industria bélica); y también por el imperativo de
destruir mercancías sobrantes para sanear el mecanismo y reiniciar el ciclo
económico, el imperialismo arrastra al mundo a la guerra. Sólo que con el
actual grado de desarrollo de la ciencia y la tecnología, a diferencia de las
dos conflagraciones mundiales ocurridas durante el siglo XX, la guerra no se
limitaría a destruir vidas humanas, bienes y mercancías, para permitir que
puedan nuevamente ser producidas y vendidas: acabaría con toda forma de vida sobre
el planeta.
Las atrocidades cometidas por Estados Unidos y potencias menores
con la invasión a Irak son sólo el prólogo ominoso de lo que espera a la
humanidad si no logra frenar esa dinámica mortífera. Detener al imperialismo, impedir
la guerra, son por tanto las más trascendentales prioridades de los pueblos.
***
Con el derrumbe de la Unión Soviética a comienzos de los años 1990
se rompieron las compuertas que impedían al capital paliar su crisis
descargándola sin atenuantes sobre las naciones dependientes y sus trabajadores,
campesinos y clases medias. Desde entonces, el costo brutal por sostener el
sistema cae sobre los hombros de miles de millones de personas. El precio de la
crisis capitalista en los países centrales es el aumento vertiginoso de la
miseria en el Tercer Mundo. Una concentración sin precedentes de la riqueza en
manos de unos pocos redunda en la degradación, el sufrimiento, el hambre y la
muerte para la inmensa mayoría de la humanidad, incluidos de manera creciente
los pueblos de los países imperialistas.
Ese alud de pobreza es la otra vertiente de la crisis que amenaza
la vida en la Tierra. Ante la incapacidad creciente de las instituciones y
alianzas con las cuales mantuvo su poder durante el siglo XX, el imperialismo apela
ahora a las necesidades desesperantes de millones de seres humanos, para
lanzarlos unos contra otros en guerras fratricidas y sin otro destino posible
que la destrucción, la degradación y la muerte en escalas nunca vistas.
2. Derrotar la pobreza
Acabar con la pobreza, con el desamparo, la marginalización, la
subhumanización forzada de cientos de millones de personas, es por tanto otra
prioridad, inseparable de las anteriores, del momento histórico que vivimos:
sin acabar con la polarización de la riqueza en pocas manos y el crecimiento de
la pobreza más allá de todo lo conocido en la historia, la guerra sería
inevitable.
A su vez, la historia del mundo y muy claramente la experiencia
venezolana demuestran que el capitalismo, tanto menos en la era del
imperialismo en crisis, lejos de acabar con la pobreza, en su devenir
irracional la aumenta cada día, mostrando al mundo que el socialismo es la
única meta racional, necesaria y posible en esta encrucijada de la humanidad.
3. El ejercicio del poder
La conclusión es transparente: para acabar con la pobreza, es
preciso dar el poder a los pobres y construir el socialismo; para impedir la
guerra, es preciso acabar con el imperialismo.
4. La necesidad del internacionalismo
La Revolución Bolivariana de Venezuela se ha puesto a la
vanguardia de esa lucha que desde las fronteras nacionales se proyecta al
planeta entero. El ideal bolivariano, ese internacionalismo latinoamericano que
hace 200 años levantó la bandera de la unión al Sur del Río Bravo, la
independencia, la soberanía y la búsqueda de la mayor suma de felicidad posible
para los pueblos, vencido entonces por la colusión del imperialismo con las
oligarquías locales, renace hoy con la revolución socialista que desde
Venezuela traza un horizonte de vida, de paz, de libertad y democracia, de felicidad
para todos, y se convierte en faro para miles de millones de seres humanos en
América y el mundo.
Más que por la inmensa riqueza petrolera, siempre anhelada por la
codicia de las potencias industriales, es por el ejemplo de la Revolución
Bolivariana ante un mundo sumido en la crisis capitalista que Venezuela es
víctima de los ataques, las conspiraciones y los preparativos guerreristas de
Estados Unidos.
5. La defensa
La defensa de la soberanía se identifica así con la defensa de la
Revolución Socialista Bolivariana. Y se convierte en un hito para que el
imperialismo pueda o no avanzar en su dinámica belicista, anexionista,
divisionista y destructora en todo el mundo.
6. La unidad
Para afrontar tamaño desafío, la Revolución Bolivariana necesita
acrecer, afianzar y articular con el máximo de eficiencia la unión del conjunto
del pueblo venezolano. Necesita bregar hasta alcanzar la unión latinoamericano-
caribeña. Y anudar con las naciones del Sur y los pueblos de todo el mundo una
fuerza capaz de contrapesar, neutralizar y vencer al imperialismo.
El Partido (Bolivariano por la Revolución Socialista) de
Venezuela es el instrumento para esas tareas estratégicas que la
Historia coloca otra vez en estas tierras, ahora tras la bandera del
socialismo.
Ante todo, será la herramienta política para unir en la acción
revolucionaria y socialista a todas las víctimas del capitalismo en Venezuela.
Esa unidad social y política de las grandes mayorías, permitirá llevar a buen
destino las tareas asumidas por la Revolución Bolivariana: educación, salud,
vivienda, trabajo y bienestar; y permitirá alistar al conjunto del pueblo para
que, con la FAN a la vanguardia, sea posible afrontar la defensa de la
soberanía ante la amenaza de invasión y violencia que el imperialismo esgrime
como último recurso para impedir el avance de la Revolución.
El Partido (Bolivariano por la Revolución Socialista) de
Venezuela nace como expresión de la voluntad revolucionaria del
pueblo y su dirección política. Es fruto de la unidad revolucionaria de
las mayorías y hace de esa unidad plural, multifacética, abarcadora de
la más amplia diversidad de orígenes étnicos, ideológicos y políticos,
un valor supremo en torno al cual se forjará el destino de la
Patria. Porque resume el más preclaro esfuerzo de emancipación nacional
y social de nuestro pasado, el más genuino internacionalismo
latinoamericano, y porque ha sido el motor de la revolución socialista
en curso en Venezuela, el bolivarianismo es en este momento de la
historia el punto de unidad de todas las vertientes del pensamiento
revolucionario y socialista.
7. Participación directa
Esa unidad requiere de la participación democrática y plena de
obreros, campesinos, jóvenes, intelectuales, artistas, amas de casa, pequeños
productores y comerciantes del campo y la ciudad, en la conformación y
funcionamiento de todos sus órganos componentes, en la discusión y resolución
de programas y estrategias, en la promoción y elección de sus direcciones.
Instrumento de lucha de millones de hombres y mujeres libres, el Partido
(Bolivariano por la Revolución Socialista) de Venezuela ratifica
asimismo la necesidad de una efectiva centralización para la acción en los
grandes combates ya entablados: contra la pobreza, contra la explotación, contra
la degradación del ser humano, contra la reacción interna y sus mandantes
imperialistas. Herramienta política unificadora de las grandes mayorías, el Partido
(Bolivariano por la Revolución Socialista) de Venezuela nace sin
embargo con la convicción de que afronta una constante amenaza militar de los
enemigos internos y externos de la Revolución, razón por la cual asume en todos
los planos la responsabilidad para defender a la Patria, enfrentar y vencer al
imperialismo si se atreve a hollar nuestro suelo.
Gestado por el gobierno de la Revolución Bolivariana y por el
impulso del presidente Hugo Chávez, el Partido (Bolivariano por la
Revolución Socialista) de Venezuela no es sin embargo el Gobierno. Es el
control político de los objetivos del gobierno y velará por su cumplimiento. En
el momento de su nacimiento a la vida política nacional e internacional, el
punto de nexo entre Gobierno y Partido es el comandante Chávez, y la asunción
plena por parte del Partido de los cinco motores y los siete lineamientos estratégicos
que hoy resumen el Programa, la estrategia y la táctica de la Revolución
Bolivariana.
8. La principal responsabilidad
La responsabilidad del Partido consiste en organizar territorialmente
y por frentes al pueblo: trabajadores, campesinos, estudiantes, jóvenes, intelectuales,
artistas, amas de casa, pequeños productores y comerciantes del campo y la
ciudad, en torno a sus necesidades y exigencias concretas y en función de
aquellos lineamientos estratégicos y tácticos y del Programa, asumidos como propio
por el Congreso Fundacional del Partido (Bolivariano por la
Revolución Socialista) de Venezuela. El Partido es entonces el punto donde
se conjugan la expresión de la voluntad popular y la aplicación de los
lineamientos de la Revolución (desde la construcción de viviendas, la atención
sanitaria, la educación, hasta la defensa armada contra una eventual invasión
extranjera).
9. Superar la fragmentación y la anarquía
Esa simbiosis, la interacción dialéctica que debe materializarse constantemente
en el Partido, supera toda noción de autonomía abstracta tanto del gobierno
como de los movimientos sociales, para dar lugar a una síntesis constantemente
cambiante, en la cual el Partido obra a la vez como doble correa de transmisión
y motor dirigente.
El Partido construye constantemente espacios de unidad dentro de
la diversidad. Considerando la construcción del socialismo como el gran
objetivo estratégico, todas las propuestas tácticas, programáticas, acciones concretas
y decisiones alineadas con este objetivo son tratadas por el Partido con la
tolerancia y amplitud necesarias para lograr los consensos dentro de las
fuerzas que apoyan la Revolución Bolivariana. El Partido comprende la
posibilidad y necesidad de que diversas capas de la población se sumen al
proceso de construcción del socialismo por entendimiento colectivo del riesgo
que significa prolongar la sociedad capitalista o por comprensión del riesgo
individual que lo anterior presupone.
10. Original y creativo
Siguiendo la máxima de Simón Rodríguez, “inventamos o erramos”, el
socialismo del siglo XXI por el que lucha el Partido (Bolivariano por la
Revolución Socialista) de Venezuela, será original, propio, creativo y con
un profundo sentido colectivista del ejercicio del poder. El Partido
se esforzará por educarse y educar en una experiencia humana que tiene
antecedentes remotos, como la cosmovisión amerindia, el cristianismo
primitivo, y ensayos cercanos como los que en el siglo XX dieron lugar
a la Unión Soviética, Europa del Este, China, Corea del Norte,
Vietnam y Cuba. Pero el socialismo del siglo XXI responderá a la praxis
creadora, al libre ejercicio de la voluntad y los anhelos del pueblo
venezolano. No será “copia ni calco”, para usar la expresión de José
Carlos Mariátegui, sino “creación heroica”. Reconoce la diversidad de
nuestros orígenes, y valora las raíces indígenas, europeas y africanas
que dieron origen a nuestra gran nación suramericana. Incorpora de la doctrina
de Simón Bolívar particularmente su visión antimperialista y su planteamiento
sobre la necesidad de unión de los países latinoamericanos y caribeños, de
Simón Rodríguez su lucha por la educación liberadora, popular y para todos, y
de Ezequiel Zamora su lucha por la propiedad social de la tierra, su
enfrentamiento a los poderes oligárquicos y su programa de protección social.
11. Construcción del socialismo: única salida.
Así como resulta indiscutible que la propiedad privada de los
medios de producción determina en cualquier sociedad las relaciones del
trabajo, las relaciones humanas y todos los aspectos de la vida, negando los
objetivos de una sociedad humanista, solidaria, socialista, no es menos cierto
que la transición, sobre todo en el actual momento de la humanidad, exige una
cuidadosa evaluación objetiva de cada paso a tomar, para garantizar siempre y
en todo momento la participación consciente de las mayorías y la eficiencia
necesaria para cumplir con todos los requerimientos de la vida nacional,
incluida su defensa.
No es preciso ser religioso para identificarse y consustanciarse con
preceptos de Cristo reivindicativos de la justicia, la equidad y el
relacionamiento humano y fraternal entre las personas. “No oprimirás al
jornalero pobre y menesteroso, ya sea de tus hermanos o de los extranjeros que
habitan en tu tierra dentro de tus ciudades”, “¡Ay del que edifica su casa sin
justicia, y sus salas sin equidad, sirviéndose de su prójimo de balde, y no dándole
el salario de su trabajo!”; “Ninguno puede servir a dos señores porque o
aborrecerá al uno y amará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”;”Bienaventurados
los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos, bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados, bienaventurados
los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia”
No es preciso ser ateo para coincidir con Marx en análisis científicos
que lo llevaban a afirmar: “En el sistema capitalista de producción el trabajo
es exterior al obrero, no pertenece a su esencia; por lo tanto el obrero no se realiza
sino que se niega en su trabajo; no se siente bien sino desdichado; no
desarrolla sus energías físicas e intelectuales libres sino que desgasta su
físico y arruina su intelecto. El obrero se halla fuera del trabajo en sí mismo
y fuera de sí en el trabajo. Esto produce la reversión de todos los valores
humanos”.
La explotación del hombre por el hombre impide ver y reconocer al
ser humano en uno mismo y en quien se tiene enfrente, contradice los
sentimientos de solidaridad, mutila los vínculos de fraternidad. El capitalismo
mata por hambre o por hartazgo, pero siempre mata.
El capitalismo contradice la condición humana y atenta contra la
permanencia de la especie. El planeta tierra está siendo destruido. El
imperativo irracional del crecimiento provoca la destrucción de los ecosistemas
y amenaza con extinguir las fuentes de vida del planeta. Esa dinámica
catastrófica es causada por la irracionalidad de un sistema socioeconómico que
prescinde de las necesidades de la humanidad y actúa obligado por su propia
lógica compelido al crecimiento constante en pos del lucro.
En esa carrera
demencial el capitalismo provoca periódicos momentos de crisis en los que,
también en pos del lucro, se hace necesaria la destrucción masiva de vidas
humanas y bienes materiales.
Desde que la sociedad humana se dividió en clases, hubo
resistencia y combate contra la opresión y la explotación. Pero a partir de la
victoria del capitalismo frente al feudalismo y el predominio del modo
capitalista de producción a escala mundial, las luchas sociales del naciente movimiento
obrero industrial se fusionaron con el pensamiento más avanzado de su época y
dieron lugar a una lucha por el socialismo basada en la ciencia y los sentimientos
más profundos de los seres humanos.
Simultáneamente, en nuestro continente Simón Bolívar sentaba las
bases de la emancipación nacional y social con su gesta libertadora y su visión
humanista y revolucionaria, afirmando columnas hoy fundamentales para la unión
de nuestros pueblos y la transformación social en nuestro tiempo.
Frente a la crisis del sistema y las gravísimas amenazas que
conlleva, el desafío contemporáneo consiste en encaminar la acción de manera
tal que las masas explotadas y oprimidas de Venezuela incorporen el máximo de
conocimientos de la Historia, la economía y la teoría política, para apoyarse
en ellos en la inmensa tarea de responder de manera original, amarrada a la realidad
concreta, a las raíces de la venezolanidad, a las particularidades culturales
incluso de cada región y grupo social, ante cada exigencia cotidiana, ante cada
dificultad planteada por la transición del capitalismo al socialismo.
Para el Partido (Bolivariano por la Revolución Socialista) de
Venezuela no hay ni podrá haber recetas de manual, ni imposiciones
de nadie que no sea el propio pueblo venezolano consciente, organizado y en pie
de combate.
***
La competencia interimperialista abre grietas entre los dueños del
mundo y crea de hecho una multipolaridad en constante ebullición, a la cual
Estados Unidos sólo puede oponer su supremacía militar. Simultáneamente, la voracidad
imperialista fuera de control por la exigencia de sostener su tasa de ganancia,
avasalla a las burguesías de los países subdesarrollados más allá de lo tolerable.
Quienes durante dos siglos fueron sumisos socios menores beneficiados con el
saqueo de sus propios pueblos, se ven empujados a conflictos que fracturan aquella
asociación otrora de conveniencia. Mientras la disputa entre los imperialistas
paraliza a las instituciones mundiales vigentes desde el fin de la II Guerra
Mundial y se fragmenta en cada punto del globo el bloque hegemónico de
capitales imperialistas y subordinados, el impacto combinado de estos
fenómenos, en un marco de constantes y crecientes rebeliones populares, ha
demolido las instituciones sobre las cuales se sostuvo el poder político en los
países de economías dependientes y subdesarrolladas. El mundo asiste por tanto
a realineamientos de todo tipo, siempre en detrimento del poderío de Estados
Unidos.
Esta coyuntura abre la perspectiva de afirmar un bloque antimperialista
internacional de gran escala, con la participación de gobiernos nacionales,
provinciales y locales, movimientos sociales de diferente naturaleza y fuerzas
políticas también de un amplio arco ideológico. Se trata de unir en la acción a
cientos de millones de personas en todo el mundo contra el imperialismo y sus guerras.
Del mismo modo, está planteada la posibilidad de producir en América
Latina una transformación cualitativa en la realidad político-organizativa de
decenas de millones de explotados y oprimidos. El Partido (Bolivariano por
la Revolución Socialista) de Venezuela asume por tanto la necesidad de
forjar instrumentos en los cuales converja y se rehaga a sí mismo el
pensamiento revolucionario universal, como vanguardia de una era de inmensos
desafíos y grandes victorias: el capitalismo es internacional; la revolución es
internacional; internacional ha de ser el pensamiento y la acción que la
realice.
El accionar en función de las nociones de bloque antimperialista
mundial y convergencia revolucionaria y socialista de los pueblos
latinoamericano-caribeños guiará los pasos del Partido (Bolivariano por la
Revolución Socialista) de Venezuela, en la certeza de que la concreción
de esos objetivos cambiará las relaciones de fuerza a escala internacional e
inaugurará una nueva era histórica.
La agonía del imperialismo es una evidencia insoslayable. El Partido
(Bolivariano por la Revolución Socialista) de Venezuela nace para
defender a la Patria, para llevar la Revolución a su objetivo emancipador, para
sumarse a todos los pueblos del mundo en la tarea de enterrar al imperialismo y
edificar un mundo nuevo, a la medida de una humanidad libre y plena.
Anteproyecto de Programa
I. Acerca del programa
Toda organización revolucionaria contiene tres elementos esenciales:
1. Una doctrina política-ideológica
2. Un análisis crítico del pasado y el presente, y…
3. Un programa para un futuro ideal con los métodos de acción
mediante los cuales se efectuaría la transición del presente a ese futuro
ideal.
El programa para el futuro es un “catálogo” de soluciones para
los males del pasado y el presente. Es producto de la mezcla del
descontento con lo que se tiene y la esperanza de lo que se quisiera tener;
amalgama de amargura e ilusión. Hay programas cuyo enfoque es esencialmente ético
y jurídico y otros que buscan primero la solución del problema
económico-social.
Los métodos de acción contemplan en forma mixta o simple uno de
los varios tipos de “evolucionismo” o “revolucionismo”. Aún en ciertos casos en
los que se adopta por principio el método evolutivo “gradualista”, llega a aceptarse
la posibilidad de la “revolución” como recurso de última instancia, cuando
todas las puertas del sistema democrático han quedado cerradas.
Por supuesto todos los métodos de acción conducen a un fin: la
toma y ejercicio del poder. Puesto que la posesión de ese poder significa la
posibilidad –la única concreta- de llevar directamente a la práctica los
programas de sustitución de una estructura política por otra, y el cambio de la
sociedad defectuosa por la sociedad ideal. Un partido político que no aspire de
alguna manera tomar el poder, no tendría razón de existir.
Todo programa entonces deberá contener el “catálogo” de soluciones
y las maneras (tiempos, momentos y lugares) en que han de ejecutarse esas
“soluciones”, entendiendo que no todos los elementos de ese programa pueden
aplicarse rígida, indiscriminada e indefinidamente en épocas o sitios en los
que no imperan las mismas o muy parecidas condiciones que cuando fueron
concebidos. Es por eso que aún cuando la Declaración de Principios o los
Estatutos de una organización suelen ser más permanentes, su o sus Programas de
Acción deben ser revisados por la organización (Organismos de Dirección y
Congresos) periódicamente. Constantemente surgen nuevas posibilidades y nuevas
necesidades, nuevos problemas y nuevas soluciones. En relación a los
“Programas” la vejez política es algo que no advierten quienes la padecen.
II. EL PROGRAMA DEL PSUV
1. Defensa de la revolución. Construcción del socialismo
Tomando como punto de partida la reivindicación e incondicional
defensa del Gobierno de la Revolución Bolivariana conducido por el presidente
Hugo Chávez y la voluntad del pueblo venezolano de construir el socialismo del
siglo XXI, el programa del PSUV es el instrumento para trazar los objetivos,
formas y métodos de este proyecto revolucionario, y expresarlos en cada momento
mediante consignas que permitan transitar la distancia entre la realidad
inmediata y el fin a alcanzar; consignas que, por definición, se adecuan
permanentemente a las circunstancias inmediatas.
2. Internacionalismo
La revolución socialista bolivariana se desenvuelve en un marco
internacional y en una realidad nacional. Las definiciones programáticas hunden
por tanto sus raíces en dos planos diferentes: por un lado, el de la voluntad
de transformación basada a su vez en la interpretación de los fundamentos materiales
del desarrollo histórico a escala mundial y, por el otro, en las condiciones
inmediatas de nuestro país en un momento dado.
Apoyado en la tradición bolivariana, el programa del PSUV
reivindica el internacionalismo y parte de la certeza de que los grandes
objetivos de la Revolución sólo serán alcanzados cuando los pueblos
latinoamericano-caribeños hayamos alcanzado la unidad y la emancipación
nacional y social, y junto con los pueblos de todo el mundo hayamos enterrado
al capitalismo, para abrir paso a una nueva era en la historia de la humanidad.
Pero el concepto de internacionalismo que el Partido asume no es
el de una simple “fraternización internacional entre los pueblos”, ni la de
simples exhortos a la “tolerancia” entre ellos. El Partido luchará por crear un
verdadero frente internacional de pueblos, que sea antiimperialista y enfrente
donde quiera que se presenten las aberraciones que el imperialismo pretende
universalizar.
El PSUV trabajará denodadamente por:
Propiciar toda actividad que propicie la unidad de los pueblos
sobre el principio de “hacer cosas juntos”, más que del simple intercambio,
para que los pueblos se conozcan y se comprometan unos con otros.
Diversificar las relaciones internacionales y crear nuevas alianzas
para construir nuevos ejes distintos a los propiciados por los intereses del
mercado internacional, las transnacionales y el neoliberalismo.
Propiciar el intercambio solidario de recursos con otros
países, con la dimensión humana solidaria prevaleciendo sobre el interés
meramente comercial. En particular con Latinoamérica y el caribe.
3. Construir el Poder Popular. Socialización del poder
El programa del PSUV tiene por objetivo realizar la consigna “para
acabar con la pobreza hay que dar el poder a los pobres”, o mejor: al pueblo.
Es decir, construir un gobierno basado en los Consejos del Poder Popular, donde
trabajadores, campesinos, estudiantes y masas populares sean protagonistas
directos ejerzan el poder político.
El programa del PSUV se propone socializar el poder político
instaurando el ejercicio directo del poder de decisión de las masas en sus
organizaciones, su irrestricto derecho a la búsqueda científica y la libre
creación artística, y democratizar el acceso a todas las políticas culturales. El
PSUV librará una lucha constante por:
Promover la democracia y la cultura asamblearia dentro del
partido y en todos los ámbitos donde esté presente (comunidades, frentes de
trabajo, estudio, áreas de pertenencia etc...)
Luchar por la concreción de autogobiernos en las ciudades, consejos
comunales y comunas como las unidades políticas básicas.
Promover donde sea necesario la creación de nuevos territorios y/o
municipios en asentamientos humanos, que por razones históricas, geopolíticas,
culturales, productivas o estratégicas requieren superar la fragmentación, con
la creación de los respectivos autogobiernos.
Luchar por la transferencia de la mayor cantidad posible de atribuciones
en la planificación, ejecución y control de políticas públicas a los gobiernos
de las ciudades, comunas y consejos comunales por parte del poder constituido y
sus instituciones.
Promover la participación directa y constante. Que el mayor número
posible hombres y mujeres del pueblo se involucren en la resolución de todos
los problemas planteados por la lucha en sus diferentes fases y niveles: desde
las ciudades socialistas hasta las comunas y los Consejos Comunales en las
diferentes áreas (poder popular, misiones, comités de agua, deportivos, de
cultura, vivienda, etc), hasta las reservas militares. En el área específica de
los trabajadores industriales, dos ejes fundamentales para la elaboración de
esa tarea son los conceptos de control popular y autogestión.
4. Economía planificada. Estado comunal
El programa del PSUV se propone dar paso a una economía democráticamente
planificada y controlada, capaz de acabar con el trabajo enajenado y
satisfacer todas las necesidades de las masas. A lo largo de un período de transición
que de un capitalismo de Estado dominado por las fuerzas del mercado en estos
momentos marcha hacia un socialismo de Estado con un mercado regulado, se apunta
a un socialismo de Estado comunal, con el objetivo estratégico de total
neutralización de la ley del valor en el funcionamiento de la economía.
El PSUV se propone construir:
Un modelo económico productivo, intermedio, diversificado e
independiente fundado en los valores humanísticos de la cooperación y la
preponderancia de los intereses comunes.
Una sociedad que prohíba el latifundio y los transfiera a la
propiedad del estado revolucionario, entes, empresas públicas, cooperativas,
comunidades u organizaciones sociales capaces de administrar y hacer productivas
las tierras.
Una sociedad que prohíba los monopolios y a los monopolizadores
de los medios de trabajo, es decir, de las “fuentes de vida” (1) o cualquiera
de otras actividades, acuerdos, prácticas, conductas u omisiones de las y los
particulares que vulneren los métodos y sistemas de producción social y
colectiva.
Una sociedad con modelos de propiedad que privilegien la
pública, la social directa e indirecta, la comunal, ciudadana, colectiva y los
sistemas mixtos, respetando la propiedad privada sometida a contribuciones, cargas,
restricciones y obligaciones con fines de utilidad pública o interés general
Una sociedad que defienda el trabajo no alienado, con tiempo
libre suficiente para que el ser humano disponga de tiempo para el trabajo
voluntario y sosiego para la creación científica y humanística, en contraposición
al sistema de producción capitalista que gira en torno a la prolongación de la
jornada, prolongando el trabajo gratuito (para el propietario capitalista) o
desarrollando la “productividad”, o sea, acentuando la tensión de la fuerza de
trabajo.
Una sociedad que propenda a las formas de propiedad y trabajo
colectivo, que sea capaz de distribuir el “producto social” para reponer medios
de producción, ampliar la producción, crear fondos o seguros contra accidentes
o fenómenos naturales, cubrir gastos de administración, satisfacer necesidades colectivas
(escuelas, hospitales etc...) y sostener a las personas no capacitadas, para
luego proceder al “reparto” de medios para el consumo.
1 Esta adición “fuentes de vida” señala que el suelo está
comprendido dentro de los medios de trabajo.
5. Defensa de la naturaleza. Producción planificada
El programa del PSUV se propone preservar la naturaleza y
planificar la producción para la satisfacción de las necesidades colectivas en
armonía con los requerimientos del ecosistema.
El PSUV luchará por:
La no proliferación de industrias altamente contaminantes que
no sean de interés altamente estratégico para toda la nación.
El desarrollo de tecnologías acordes con el modelo socialista y
humanista de sociedad.
El respeto por las tecnologías populares, tradicionales y
milenarias que producen en armonía con el ser humano y la naturaleza.
La preservación de las cuencas hidrográficas y las fuentes de
agua.
La concientización por la preservación de la naturaleza y el
combate al modelo de sociedad consumista que propicia la producción de objetos
inútiles a costa del agotamiento de los recursos naturales.
La promoción del consumo de productos ecológicos.
La promoción del uso de transportes colectivos y públicos.
La promoción del desarrollo de fuentes de energía alternativas.
La concientización por el ahorro en el consumo de energía.
6. Defensa de la revolución y la soberanía
El programa del PSUV asume la defensa de la revolución, de la
soberanía nacional y de la seguridad pública a través de una indisoluble unión
de la FAN y el pueblo en armas. En tal sentido el PSUV asumirá las tareas de:
Alianza con la Fuerza Armada. Un tema central en la estrategia
revolucionaria es la alianza del conjunto del pueblo con la Fuerza Armada
Nacional, así como de los trabajadores con las clases medias del campo y la ciudad
(pequeños y medianos campesinos, pequeña burguesía industrial y comercial
urbana y rural).
Organización de las Milicias Populares
Organización de los Comités de Defensa en los Consejos Comunales,
en conjunto con los cuerpos de reserva.
Aplicación de los principios de defensa militar integral y
guerra popular de resistencia.
7. Estado basado en el Poder Popular
El programa del PSUV se propone edificar un Estado basado en los
Consejos de Poder Popular, con plena y democrática participación de obreros,
campesinos, estudiantes, amas de casas, intelectuales, artistas, pequeños productores
y comerciantes del campo y la ciudad, garantizando la más amplia participación
y protagonismo del pueblo en la determinación y realización de su destino.
Sobre estos fundamentos, la búsqueda, elaboración y formulación de
un Programa de Acción es la tarea más delicada del Partido. Es también punto en
el que se verifica si sus cuerpos dirigentes responden o no a las expectativas de
la militancia partidaria que, por definición, debe ser la más fina antena para
detectar todas las necesidades y requerimientos del conjunto del pueblo, así como
los cambios en la conducta colectiva y las transformaciones en el estado de
ánimo de las masas.
_________________
Para un blog es muy importante que el lector haga el esfuerzo de clicar en los botones sociales "Me gusta", "Tweet”, “G+”, etc. que están por debajo o a lado. Gracias.
Per un blog è molto importante che il lettore faccia lo sforzo di cliccare sui tasti social "Mi piace", "Tweet", “G+”, etc. che trovate qui sotto o a lato. Grazie
No hay comentarios :
Publicar un comentario