Franklin González es Embajador de la República Bolivariana de Venezuela en la República Helénica, miembro de Covenpri y profesor en la Maestria en Relaciones Internacionales de la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela
Simón José Antonio de la Santísima Trinidad, tuvo una vida corta físicamente. Tan sólo vivió 47 años. Nació en Caracas el 24 de julio de 1783 y murió el 17 de diciembre de 1830 en la aldea San Pedro Alejandrino, Santa Marta, Colombia.
Simón Bolívar, huérfano de padre a los tres años de edad y de madre a los nueve años, también quedó viudo para ya cumplir veinte años. Así, apenado y triste, decide por segunda vez marchar a Europa en momentos en los cuales aún no lograba discernir entre lo que significaba el amor sentido y a su vez truncado por una mujer, María Teresa Rodríguez, y la pasión que lo embargaba por lo que percibía como una necesidad histórica, que no era otra cosa que poner en ejecución su sentimiento y apasionamiento político por conseguir un ideal supremo, que posteriormente coronará con éxito.
Ese dilema podía resolverse únicamente conjugando armónicamente la pasión por la política y los sentimientos del corazón. Años después, en su testamento personal dirá: “La muerte de mi mujer, me puso muy temprano en el camino de la política; me hizo seguir el carro de Marte en lugar de seguir el arado de Ceres: vean pues ustedes si ha influido o no sobre mi suerte”.
A finales de 1803 desembarcó en Cádiz y de allí se dirigió a Madrid. Para los primeros días de mayo de 1804 se traslada a Paris, donde coincidió con el viajero Alejandro von Humboldt y con el compañero de este, el joven naturalista francés Aimé Jacques Alexandre Bonpland. Estando en esta ciudad pudo observar la coronación de Napoleón como emperador de Francia en la catedral de Notre Dame.
En enero de 1805 recibe una carta desde Viena, firmada por Samuel Robinson (Simón Rodríguez), y en poco tiempo maestro y amigo se confundieron en un estrecho abrazo en la capital del imperio austriaco. Regresa nuevamente a Paris y al poco tiempo le sigue Rodríguez. El 6 de abril de 1805 los dos amigos, llevando sólo lo necesario, abandonan la capital de Francia y se dirigen a pie a la soleada Italia.
Los caminantes llegaron a Milán, donde presenciaron otra coronación de Napoleón, esta vez como rey de Italia. Luego, después de visitar varias ciudades italianas, arribaron a la capital del estado pontifico, Roma.
Allí, exactamente el 15 de agosto de 1805, desde la cima de una de las colinas que dominan Roma, en el solemne templo de la naturaleza, el caraqueño Simón Bolívar—de 22 años apenas cumplidos— realiza en presencia de Simón Rodríguez el juramento en el Monte Sacro:
“Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por la patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".
“Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por la patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".
José Martí refiriéndose a Bolívar, en algunos de sus pasajes, lo hará de la siguiente manera:
Aquel cuyo nombre no se ha de decir, porque con evocarlo sólo ya las almas se subliman y elevan; del que por las astas tomó la naturaleza, cuando la naturaleza se le oponía, y la volcó en tierra; del que cuando pensó en "poner una piedra fundamental para la libertad" en América, no la pidió para la libertad de Venezuela, sino para la libertad sud- americana; del que murió del afán devorador de alzar a tiempo, con un siglo de tiempo, las energías que al cabo de él habría de necesitar para su salvación, en la batalla esencial y evitable, el continente que se sacó de las entrañas.
¡Oh, no! En calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella: ¡de Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño, y la tiranía descabezada a los pies
Por su parte, Pablo Neruda diría:
De todos los protagonistas de las luchas de la independencia Americana no hay ninguno más discutido, más apasionadamente analizado, pero ninguno es tan brillante, tan eficaz y victorioso como él. Simón Bolívar es el Gran Libertador del continente. Está lleno de aciertos y de errores. Su vida es tanto meditación como acción. Su carrera la comparten por igual la gloria y la desdicha.
Tenemos que acercarnos a la figura de Bolívar con gran respeto. Sus defectos, su personalismo, su mesianismo, no le impidieron llevar a cabo una epopeya de valor, de progreso político, y de cambios fundamentales en el Continente americano.
Mientras por un lado se dice que los placeres de la vida no se conquistan solos, sino van acompañados de fatigas y dolores, por otro Bolívar afirmaría: “por lo visto, así están hechos los hombres, la felicidad no se les da sin muchas luchas ni sacrificios”.
Mientras Rousseau fue el gran ilustrador de la Revolución Francesa y de un proyecto de sociedad donde predominara la “voluntad general”, Bolívar fue autor de constituciones, legislador, reformador y transformador. Una de las máximas de Rousseau, mencionado en su texto Contrato Social se convirtió en el credo bolivariano”: El hombre ha nacido libre y en todas partes se encuentra encadenado” e igualmente propugnó la necesidad de separar las funciones de la Iglesia del Estado y sujetarla a los intereses de la independencia, de extender la educación, científica y laica, a todos los sectores de la sociedad.
Mientras Ortega y Gasset decía que el hombre dependía mucho de sus circunstancias, Bolívar antes había manifestado que: “Hay hombres que necesitan estar solos y bien retirados de todo ruido para poder pensar y meditar; yo pensaba, reflexionaba y meditaba en medio de la sociedad, de los placeres, del ruido y de las balas”,
Bolívar fue un revolucionario de verdad. Rechazó y combatió toda forma de dependencia colonial no sólo de España, sino de cualquier otra potencia. Consideró su misión principal la liberación de las colonias españolas, más no excluía compromisos tanto con España (por ejemplo, el armisticio con el general Murillo en 1820), como con círculos conservadores del frente patriótico.
También fue revolucionario al comprender la independencia no sólo como el cambio de gobernantes, sino como transición a formas políticas más perfectas de la estructura social. Abogaba por la instauración de repúblicas parlamentarias, de gobiernos responsables ante la sociedad por garantizar el bienestar material y cultural de las naciones
No era un militar profesional pero afirmó que en las derrotas había aprendido el arte de vencer.
Fue jefe militar, legislador, tribuno, diplomático, publicista e ilustrador. Incontenibles en sus aspiraciones, tenaz y persistente en el logro de sus objetivos, dedicó la vida a combatir por la libertad y la independencia de Hispanoamérica.
Fue un pregonero de la unidad, sosteniendo una y otra vez “¡Unidad, unidad, unidad debe ser nuestra divisa!
Bolívar, llegado el momento decisivo, se apoyó en la gente de su pueblo. El Libertador pasó de las derrotas a los triunfos cuando comprendió que precisamente el pueblo consciente de que lucha por sus propios intereses se hace invencible. Bolívar inició la tercera marcha de la liberación de Venezuela en mayo de 1816 y, acto seguido al desembarco de las tropas y a la toma de la primera ciudad, Carúpano, proclamó el decreto de manumisión de los esclavos. Se trató de un paso audaz, porque por aquellos tiempos en todo el hemisferio occidental sólo en Haití los negros sublevados habían acabado con la esclavitud.
En el congreso constituyente de Angostura en 1819, Bolívar tuvo que sostener una difícil lucha para que en la legislación oficial se ratificaran sus decretos sobre la abolición de la esclavitud y de los privilegios estamentales, sobre la igualdad de las razas, la entrega de tierra a los soldados del ejército libertador y a los combatientes por cuenta de la confiscación de las tierras de los españoles, sobre la república unitaria y la separación entre la iglesia y el Estado. Gran parte de los delegados, pertenecientes a los poderosos de entonces, se resistía a esas innovaciones. No es el código de Washington, sino por sus propias leyes, que responda a las condiciones de su vida, sus costumbres e historia, debía servir de guía—decía Bolívar— a los pueblos de América del Sur.
Allí mismo en ese Congreso juró llegar hasta el legendario Potosí del lejano Perú.
Bolívar era ferviente patriota de América pero al mismo tiempo un convencido internacionalista. El patriotismo de Bolívar se expresaba en el servicio al pueblo, en el deseo de mejorar su vida, liberarlo de insuperables sufrimientos. Se extendía a toda América Latina. La esencia de su vida la veía relacionada todo el tiempo con la necesidad de realizar la revolución continental con participación y apoyo recíproco de los pueblos, en los cuales veía miembros iguales en derechos de una gran familia latinoamericana.
El internacionalismo de Bolívar se manifestó en su deseo de cohesionar las repúblicas independientes en una alianza política, cosa que intentó en el Congreso de Panamá de 1826.
Bajo su bandera combatieron voluntarios de muchos países, entre ellos nacionales europeos.
Bolívar redivivo
De ese hombre, de ese personaje, de ese revolucionario, de ese luchador, de ese hombre de carne y hueso, con sus aciertos y errores, como ya dijimos, vienen las ideas y su ejemplo guía el proceso de cambios que hoy en día tiene lugar en nuestro país.
En el mundo actualmente se debate dos proyectos societales: un proyecto de que privilegia el valor y los derechos del individualismo por encima al de los grupos sociales, o un proyecto donde se considera que lo colectivo está primero, no sólo por ser lo más democrático, sino porque no niega el desarrollo de lo individual.
El primer proyecto ahoga al segundo, es totalitario y aterrador, mientras que el segundo subordina lo individual a lo colectivo.
En términos sociales, se trata de un debate dilemático: o se sigue manteniendo un mundo de excluidos o se lucha por la construcción de un mundo donde impere la inclusión.
De lo que se trata a nuestro parecer es de construir una sociedad donde los excluidos sean incluidos y no donde se excluya a los incluidos, tal y como estuvo en el pensamiento Bolívar en su tiempo, pero que además fue decisivo para que sus éxitos fueran posibles.
El proceso de cambios que tiene lugar en Venezuela ha constituido un laboratorio de experimento donde estos dos proyectos han estado en disputa. El primero tratando de sobrevivir, pese a lo profundamente negativo que significó para las grandes mayorías, y el segundo que constituye la bandera de nuestro gobierno presidido por el Comandante Hugo Chávez Frías, concretado con la puesta en ejecución de programas sociales de alcance masivo como son las “misiones”, orientadas todas a educar, sanar y capacitar a los venezolanos, en particular a los que habitan en las zonas pobres y de difícil acceso.
La Misión Robinson, busca incluir a los excluidos, esto es, lograr que lo iletrados aprendan primero a escribir su nombre y luego avancen a mayores niveles educativos. Ya se han alfabetizados a más de un millón de compatriotas.
El Plan Barrio Adentro intenta brindarle la oportunidad en salud a sectores históricamente excluidos. Son millones los venezolanos atendidos directamente en sus lugares de residencias y a cualquier hora del día o de la noche
Los jóvenes —y no jóvenes también— que no han podido terminar su bachillerato y entrar posteriormente a la universidad, ahora lo puedan hacer a través de las misiones Ribas y Sucre. Son decenas de miles los beneficiados a través de estas misiones.
Y existen otras misiones como Mercal, Identidad, Cultura, Guaicaipuro, Ciencia, Negra Hipólita, la Gran Misión Agro Venezuela, la Gran Misión Vivienda Venezuela, Amor Mayor, Hijos e Hijas de Venezuela, Saber y Trabajo, que buscan precisamente darle respuesta a los sectores históricamente olvidados en nuestro país.
Hoy, como en su tiempo lo hizo Bolívar, nuestro gobierno levanta con más ahínco que nunca, la solidaridad entre los pueblos del mundo. Buscamos amigos por doquier, no queremos tener enemigos en ningún lugar del mundo. Nuestro enemigo es la pobreza y hacia allá queremos concentrar nuestros recursos y nuestros esfuerzos.
Abogamos por un mundo multicéntrico y pluripolar, donde las grandes decisiones que haya que tomarse en la arena internacional se hagan sobre la base del respeto a la independencia, la soberanía y la dignidad de los pueblos. Para ello es fundamental el predominio de unas relaciones internacionales más diversificada y democrática, cuya primera manifestación sea que los organismos internacionales se conformen con mucho más pluralidad y diversidad.
Como Bolívar en su tiempo, hoy nuestro gobierno defiende a capa y espada la soberanía e independencia de Venezuela, se lucha denodadamente por los intereses de las mayorías nacionales, pero igualmente como lo hizo Bolívar, practicamos el internacionalismo, que ya se manifiesta en acuerdos bien concretos y específicos con muchos pueblos y gobiernos del mundo, en particular con los de América Latina y el Caribe. Somos miembro pleno del Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Impulsamos la conformación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Televisora del Sur (TELESUR) con la premisa de impulsar la integración latinoamericana a través del rescate de la identidad regional que permita a todos los habitantes de esta vasta región, difundir sus propios valores, divulgar su propia imagen y debatir sus propias ideas. Conformamos el Acuerdo de Cooperación Energético de PETROCARIBE, estimulamos el Banco del Sur, así como otras iniciativas que sólo llevan como propósito la cooperación de nuestros pueblos.
Bolívar ayer fue un impulsor de la integración regional. Su propuesta del Congreso de Panamá en 1826 aunque no coronó con éxito hoy retumba por todos los rincones de América Latina y el Caribe.
Desde Venezuela pensamos que hoy la integración bajo un esquema basado en las teorías de libre cambio y con fundamento en la competitividad, está definitivamente condenada al fracaso, por cierto ya no solo en América Latina. La necesidad de la complementariedad por encima de la competitividad, al estilo de lo que se expresa en el Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra Amerita (ALBA), que ponen énfasis en temas que son sensibles a la mayoría de los habitantes de este subcontinente como los referidos al campo político, educativo, la salud, la calidad de vida, no sólo indica un camino distinto al ya transitado hasta ahora, sino además, constituye una experiencia más consustanciada con nuestras realidades.
Como corolario del avance en materia de integración de los gobiernos y pueblos de América Latina y El Caribe, el 3 de diciembre del año 2011 se constituyó, en Caracas, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Más que una integración para beneficiar al capital, impulsamos una integración para beneficiar al ser humano, esto es, una integración de pueblos.
El compromiso de hoy está estrechamente vinculado con la promoción de escenarios de integración donde lo social sea el eje estratégico en la construcción de un modelo de integración bajo los principios de la complementariedad, la cooperación, el intercambio y la solidaridad, siempre con el interés real de moldear la aspiración bolivariana de volcar hacia la gente la posibilidad de vivir más y mejor en este continente.
Por supuesto, Bolívar tiene mucho que hacer en América Latina y el Caribe, pero no el iconoclasta, el de las celebraciones de su nacimiento o de cada 5 de julio, sino el Bolívar con su pasión política, con sus ideas y sus propuestas, en fin, con el hombre que se comprometió con un futuro desde muy temprana edad.
Desde Venezuela hay un compromiso bolivariano hacia todos los pueblos del mundo, en particular hacia aquellos que sufren y padecen las calamidades de las injusticias y los sin sabores.
El gran filósofo alemán W. Hegel llegó a decir refiriéndose a los héroes lo siguiente:
Si arrojamos una mirada al destino de los héroes, vemos que han tenido la fortuna de ser apoderados o abogados de un fin, que constituye una fase en la marcha progresiva del espíritu universal. Pero como sujetos, distintos de esa su sustancia, no han sido lo que se dice, comúnmente dichosos.
Pero Bolívar si fue dichoso, tanto por lo que hizo en su tiempo como por lo que se está haciendo hoy día con su pensamiento y propuestas.
Bolívar está redivivo.
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