Gaspar Velásquez Morillo*, Caracas, 18/04/2014
Alguien me contó, ahora no recuerdo bien quien me lo dijo ni cuáles eran las circunstancias para decírmelo, pero lo cierto es que me dijo que en una oportunidad un gran líder caribeño expresó una confidencia, «que no recuerda ninguna decisión que haya tomado sin haberla consultado» . Yo guarde silencio por fracciones de segundos, hasta que mi mente me expresó a mí mismo: -a qué niveles de confidencialidad llegan los grandes hombres que uno cree que las decisiones son exclusivas, no, son compartidas…quiénes serán esos con quien comparte…para cada hecho… los particulares de la materia, me dije.
Ahora bien, queda la incógnita de, a quién o a quiénes, consultó el Gabo para marcharse:
Con la voz casi quebrada…
cerró la puerta de la vida,
bajó la mirada, sonrió inconforme,
par de lágrimas se asomaron recorriendo sus grietas faciales.
Con la voz casi quebrada…
anotó unas palabras en el viento
se disculpó abatido con los muchos temas
y con muchos personajes que le esperaban impacientes
al otro lado de la puerta.
Con la voz casi quebrada…
indescifrable fue el gesto con que apartó sus cabellos de la frente…
Se apenó también antes sus lectores ausentes en el allí…
pero no en su mente,
-Me acompañaban e íbamos hurgando, yo les decía allá y me seguían…
Con travesura infantil confesaba: -me les escondía en el trayecto.
los paseabas por los campos de la imaginación…
los traía a la realidad…
luego los dejaba dentro de baúles de recuerdos
y con curiosidad me detenía a ver cómo salían al cabo de los días…
me preguntaban qué cómo lo hago…
pero era muy difícil precisar una respuesta,
casi que obligado y sin abandonar la sonrisa sacaba una tarjeta de la manga con cualquier formalidad,
explicarlo es hacer otro cuento más.
Se sentó en su cama o…
a lo mejor el Gabo está en una sala de cine…
en su horario habitual
viendo el largometraje de su vida
o estará en su apartamento alquilado de San Bernandino en Caracas,
con las ventanas de par en par
deambulando desnudo buscando la musa por cada rincón
sin importarle las y los fisgones…
Dar es estar desnudo para dar o para recibir
Qué laberinto la respuesta del… depende!
No se escucharon sus pasos
A lo mejor complicidad porque se le quebró la voz…
Tomó su rosa amarilla, se la colocó en el pecho,
la tarjetita decía: les pido disculpa por mi ausencia,
pero les retribuiré mi gratitud eterna con olor de tinta de imprenta,
veré después que les dejo escrito por allí.
Seguro que se acostó en su cama sereno para aparentar dormir,
El Gabo no abandona su realismo mágico…
ni siquiera para marcharse.
A pesar de las criticas de la derecha colombiana, siempre fue amigo de Fidel Castro.
*Profesor universitario – Periodista
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