jueves, 21 de enero de 2016

¿Qué es lo que saben en “Wall Street” sobre Venezuela, que nosotros aún no sabemos?

Carlos E. Lippo, Ensartaos, 21/01/2016

Como es sabido por muchos “Wall Street”, que es el asiento principal de la bolsa de valores de Nueva York, es además un término utilizado para referirse al mercado financiero estadounidense y a veces por extensión al mercado financiero capitalista mundial.

Considero que Wall Street no ha sido ajeno a la guerra de cuarta generación que nos han venido aplicando desde hace ya muchos años, tantos como los años transcurridos desde que el Comandante Chávez declarase de manera expresa el carácter anti imperialista de nuestra revolución, a mediados del año 2.004.

Las principales puntas de lanza de Wall Street en esta guerra han venido siendo las empresas calificadoras de riesgo financiero: Moody’s, Standard & Poor's y Fitch, entre las más connotadas.

Nunca ha dejado de ser sorprendente que estas empresas tuviesen el tupé de establecer el llamado riesgo país de Venezuela a niveles muy superiores a los que ellas mismas establecían para países del área con economías comparables a la nuestra, como Colombia, pero agobiada por una guerra interna de más de medio siglo y hasta de países con economías mucho más pequeñas, como Jamaica y Panamá, no exportadoras de petróleo ni de ningún otro recurso estratégico, por añadidura. Y todo ello en una época en la cual nuestro país, que se encontraba en absoluta paz, logró que le certificaran las mayores reservas de hidrocarburos del planeta y disfrutaba de unos precios mundiales del petróleo superiores a los 100 dólares por barril.

Que dichas empresas han sido agentes importantes de la guerra de cuarta generación aplicada al país es algo que queda demostrado por las consecuencias directas de sus acciones de atribuir al país un nivel de riesgo muy por encima del que realmente debería tener con base en criterios de orden económico y financiero; entre las consecuencias de esta baja calificación financiera impuesta por el imperio y basada exclusivamente en razones de carácter político, podríamos señalar las siguientes:

  • Una casi absoluta falta de participación del “capital productivo internacional” en proyectos de inversión no vinculados a la producción de hidrocarburos, que no ha producido mayores impactos negativos porque afortunadamente no ha logrado hacer que se abstengan de invertir entre nosotros importantes países amigos como China, Rusia, Bielorrusia e Irán, en una gama importante de proyectos en diferentes áreas.

  • Un continuo y progresivo encarecimiento de la deuda externa en divisas que se ha visto precisado a contraer el país con los agentes del mercado internacional, para financiar proyectos de inversión, por medio de la emisión de bonos del estado (bonos soberanos) y bonos de PDVSA. Este encarecimiento de la deuda se produce por vía de los elevados cupones (intereses) con los que han debido ser emitidos nuestros bonos en monedas extranjeras para poder hacerlos atractivos al mercado internacional, superiores al 10 % anual, mientras países como Colombia, Chile, Perú y Méjico lograban emitir con cupones inferiores al 6 % y los países industrializados lo hacían con cupones inferiores al 3 %.

Recordemos que el país ha debido acudir a los mercados internacionales de capital por tener muy poco o ningún acceso a créditos de los organismos multilaterales controlados por los gringos (el Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo), por negarse a aceptar las condiciones de entrega de la soberanía económica que tales organismos exigen.

Recordemos también que al emitir un bono con un determinado valor nominal o facial y bajo unas condiciones dadas de cupones y período de vencimiento, el emisor (en nuestro caso la república o PDVSA), recibe de quien lo compra un monto equivalente al valor de mercado de ese bono, que en nuestro caso casi siempre ha estado por debajo de su valor nominal y al mismo tiempo se compromete a pagar los intereses a lo largo de todo el período de vigencia, así como el valor nominal del mismo, a su vencimiento.

En los actuales momentos, como era de esperarse gracias a la baja de los precios internacionales del crudo, pero fundamentalmente gracias a la campaña internacional de desprestigio que nos tienen montada el imperio y sus aliados, con el amplio apoyo de la canalla mediática internacional, las empresas calificadoras de riesgo han hecho que nuestros bonos, tanto los soberanos como los de PDVSA se estén cotizando a niveles ínfimos y ello a pesar de que el estado venezolano y PDVSA han sido excelentes pagadores que jamás ha incurrido en una cesación de pagos (default), tal como ocurrió en la Argentina en el año 2.001, por la acción de los sucesivos gobiernos neoliberales anteriores al de Néstor Kirchner.

Sin embargo, en sana lógica económica, por más bajo que pueda haberse cotizado un bono durante su período de vigencia, su valor de mercado tiene que ir aproximándose a su valor nominal a medida que se aproxima su fecha de vencimiento, hasta alcanzar el 100 % a la fecha de su vencimiento.
El hecho es que contrario a toda lógica económica y financiera nuestros bonos soberanos con vencimiento dentro de un mes, se estaban cotizando el día de ayer al 92 % de su valor nominal generando un estrambótico rendimiento superior al 96 % anual, mientras que un bono soberano de Alemania, por ejemplo, que vence el mismo día (el 26 de febrero de 2.016), se cotiza al 100,21 % y tiene un rendimiento anual del 0,38 % (1). De manera que resulta más que evidente que los mercados internacionales están esperando una inminente cesación de pagos de la deuda venezolana.

Dado que el monto a pagar al vencimiento de este bono es del orden de los 1.500 millones de dólares (pudiera ser bastante menor si como presumo parte de esta deuda haya sido recomprada por la república) y nuestras reservas internacionales al día de ayer eran de 15.572 millones de dólares (2), es prácticamente imposible que no paguemos, pues sólo un estado de conmoción nacional de tal magnitud que ocasionase una total parálisis del estado, podría evitar que cumplamos con esa obligación.

Acaso Wall Street tiene conocimiento cierto de que el imperio habrá de ejecutar sobre nosotros, a plazo máximo de un mes, una acción de tal magnitud que nos impida cumplir nuestros compromisos de deuda a corto plazo. ¡Sólo así se justificaría tamaña violación de la lógica económica!

Tal acción no podría ser otra que la intervención armada que decidieron ejecutar desde hace ya bastante tiempo, promovida ahora de manera vergonzosa por la fracción parlamentaria de la contrarrevolución y pasivamente aceptada por la totalidad de la oposición apátrida

¡Alerta todos, que parece estar aproximándose la confrontación definitiva!

¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!


Notas

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